Avance de Starcraft II

¿Cómo harías para mejorar el ajedrez? Esa es la pregunta que subyace bajo la nueva entrega de Starcraft. Y la respuesta obvia y evidente es que, en efecto, el ajedrez no necesita ser mejorado. Claro que los juegos de mesa con siglos de antigüedad no necesitan de secuelas, y los videojuegos, incluso los de estrategia, pues sí. Aunque sean el e-deporte más consolidado del mundo, con ligas profesionales y premios a años luz de cualquier otro videojuego, FPSes inclusive. Así pues, los buenos de Blizzard se ven en la tesitura de introducir suficientes cambios como para justificar esta segunda, mientras intentan mantener inalterable el equilibrio homeostático cuasi perfecto del anterior título. Poco menos que la cuadratura del círculo, pero la respuesta ante tamaño reto ha sido, como poco, impresionante. Para empezar y como ellos mismos reconocen en diversas entrevistas, no se han obsesionado ni sentido atados a nada ni nadie a la hora de hacer la secuela, por lo que han optado por una filosofía de diseño que apoyo al cien por cien: ir metiendo elementos que molen y después trabajar duro para equilibrarlos todos a través del beta testing y el pulido, todo un arte en vías de extinción en estos tiempos de lanzamientos cronometrados. O de retirar elementos por completo si no hay manera de hacer que funcionen. Dicho y hecho, siguiendo esa premisa han aparecido unidades tan ósom como el Thor, mamotrético robot pilotado por el gobernador de California, el Pesteling, aka “zerglin suicida” o el impresionante Coloso Protoss. Todas y cada una de esas unidades se han ido ajustando para no romper el delicado equilibrio zen creado en el Brood Wars, a base de un mimo y profesionalidad que rara vez se ven en la industria. Cabe destacar que el grado de pulido que lleva la Beta está a mil millones de años luz de lo que el mundo del PC nos tiene habituados, y si quisieran lo podrían vender perfectamente como un juego ya terminado (de hecho, hay muchos que pagarían gustosos). Desde el diseño de los menús hasta la impresionante banda sonora, con country espacial para los humanos, música sacra alienígena para los Protoss y algo así como el hijo bastardo de Akira Yamaoka y Bryan Eno para los Zerg; pasando por supuesto por el hecho de que el juego funcione en cualquier equipo por cutre que sea (el mío, por ejemplo). Blizzard demuestra una vez más que junto con Valve son quienes más saben qué falla en el mundo de los juegos de PC y cómo solucionarlo.

Cuerda floja

Ahora bien ¿Y en cuanto al juego en sí? Como ya he mencionado antes, se plantea un serio dilema entre cambio y equilibrio y el resultado, sea cual sea, está llamado a ser polémico. Es decir, este es un juego que requiere de un ajuste dignos de relojero suizo, y como buen juego de estrategia a poco que se introduce un cambio mínimo, las consecuencias son amplias. Unos segundos más para construir una unidad, un poco menos de daño, un poder especial… a lo largo de la beta ha habido multitud de cambios en ese aspecto, transformando esta versión en una miríada de juegos distintos, por así decirlo. Por lo general, se ha optado por hacer un balance extremadamente técnico, desoyendo las voces del populacho de los foros y atendiendo mucho más a las estadísticas de victorias entre combates de las distintas razas. Ese anti populismo ha logrado que aún siendo una beta, el juego esté prácticamente equilibrado al 100%. Al contrario de lo que ocurría con el Warcraft 3, aquí no hay una sola raza que sea netamente superior a otra, ni si quiera según las circunstancias. Y mejor aún: lo han logrado hacer sin que ninguna de ellas pierda su estilo particular. De hecho, todas las unidades nuevas que se han añadido han acentuado más si cabe la personalidad y estilo de cada facción. Los Zergs son todavía más numerosos que en primer Starcraft y mucho más centrados en las armadas terrestres, el juego de control de mapa y en el sacrificio de unidades para mayor gloria del enjambre, siendo el Pesteling, su unidad suicida, su mejor baza en esta entrega. Los Protoss son todavía más dependientes de las habilidades de “micro” del jugador que en el primer Starcraft, llenos de habilidades especiales y por lo general, tremendamente complicados de jugar, pues cada una de sus nuevas unidades son muy poderosas, pero al mismo tiempo, extremadamente vulnerables: el coloso puede ser alcanzado por armas antiaéreas mientras que la nave nodriza es lenta hasta la exasperación, haciendo de ambos una especie de diana luminosa gigante. Los humanos siguen siendo un punto intermedio entre ambas razas gracias al hecho de que pueden jugar con mucha facilidad a ambas estrategias opuestas de cantidad de número vs. calidad, pudiendo adaptar su estrategia a la superioridad numérica gracias a las hordas de marines que brinda el acoplar reactores a los barracones, o centrarse en unidades de alta tecnología como los Cruceros de batalla o los Thors. Ahora bien, ese afán de balanceado estadístico por razas es un arma de doble filo, y se nota en el abandono de ciertas unidades. Es decir, en muchos casos para que una raza estuviera equilibrada se ha optado por neutralizar una unidad en concreto y ¡voilá! El problema se resuelve: esa unidad no está descompensada ya que es tan inútil que no la usa ni Dios. Especialmente sangrantes son los casos de la nave nodriza y los Arcontes Protoss o los Ultraliscos zerg, relegados a un papel poco más que decorativo, si bien Blizzard ya ha dejado constancia en sus foros de que son conscientes de ello y están trabajando para solucionarlo. Y es que, a pesar de todo, hay cambios en este Starcraft II. Suficientes cambios para justificar una secuela. Cambios sutiles, sí, pero que modifican por completo la naturaleza del juego. Para empezar, es muchísimo más frenético que el primero. Se han potenciado deliberadamente los ataques por sorpresa y las escaramuzas relámpago, teniendo cada raza a su disposición una —o varias— maneras de realizar este tipo de maniobras detrás de las líneas enemigas —o delante, o a los lados, o por encima—, yendo mucho más allá del “bueno, si juego con los Zergs puedo hacer una estampida de zerlings a los pocos minutos”. Gusanos subterráneos a lo Dune, portales de teleportación, jetpacks… todos esos nuevos inventos del demonio acaban por volverte paranoico perdido: no existe línea de defensa lo suficientemente segura ni nada parecido a una “plaza fuerte”. Hay mil y un maneras de pillar al jugador con los pantalones bajados o de dejarlo fuera de combate a los pocos minutos de juego, lo que hace que las partidas sean mucho más intensas y que el jugador esté sometido a más presión si cabe que en la anterior entrega. Por otra per, sorprende lo increíblemente complicado que resulta avanzar en el árbol tecnológico. La inversión en tiempo y recursos que hay que hacer para alcanzar el final de una rama del árbol tecnológico es bastante mayor en esta entrega, por lo que la especialización en unas cuantas unidades es algo prácticamente obligatorio y hace que la exploración pase a ser más vital si cabe. Antes de terminar, me gustaría decir que el editor de mapas merece una mención a parte. Resulta brutalmente complicado de manejar, pero esa complejidad se ve compensada por una flexibilidad tal que nos permite hacer prácticamente todo lo que se nos pase por la cabeza. Y eso quiere decir absolutamente todo. Pero todo. Es decir, estamos ante una beta y ya tenemos vídeos musicales, un Tetris, un RPG, un Bullet Hell Shooter y un FPS creados con el editor. Y no me extrañaría que el día que se lance en Japón veamos un simulador de citas. Blizzard no sólo conoce las debilidades del juego de PC si no también sus fortalezas, y vaya si sabe cómo explotarlas. En definitiva, este Starcraft II es como el enjambre Zerg, que en palabras de la inefable Kerrigan, que ya es grande pero “estamos convirtiéndonos en mucho, mucho más”. Pues pasa exactamente lo mismo: aunque en apariencia es tremendamente parecido con el primero, a poco que uno rasque se da cuenta de que se han incorporado cientos de estrategias nuevas. Para deleite y goce de sus fans, es un juego todavía más Starcraft que el anterior, por así decirlo, cogiendo las características que definen la identidad de la saga y potenciándolas hasta el infinito. Ah, y que conste que todo este rato hemos estamos hablando tan sólo del Multiplayer. Que os aproveche.

DIARIO DE UN ZERGLING

00 horas 00 minutos 45 segundos. Por fin he nacido ¡Qué alegría eclosionar y conocer a mis otros 245 hermanitos! Desde el primer momento ya me llevo super bien con todo ellos. Menos con Earl. Vaya un gilipollas, el Earl. 24 horas 03 minutos 05 segundos. Hoy no hemos parado de correr, para un lado, luego para otro, luego que si para atrás… buff, qué cansancio. Y todo para al final comernos a un fulano que llevaba bidones de gas de un lado para otro. Por lo menos esa parte fue divertida… 70 horas 20 minutos 21 segundos. Ayer estuve recibiendo instrucciones de mamá Kerrigan, que nos mima y nos cuida. Nos proyectó en el cerebro algo que se llama “mitin” y que al parecer también lo usan los humanos para recibir instrucciones de su supermente. Al parecer hay razas malvadas que merecen ser exterminadas, y nosotros somos los buenos porque… bueno, porque somos los buenos y lo dice la tele y Kerrigan que es nuestra bondadosa ama, y si es bondadosa no nos va a decir mentiras. Así que para defender la bondad y a las pobres larvas desvalidas que sólo son larvas en vez de zánganos o ultraliscos, deberemos matar, matar y matar toneladas de humanos y protoss, así que al tajo. 101 horas 14 minutos 33 segundos. Hoy ha sido un día horrible. Han venido unos hombres malos con un jetpack y nos han comenzado a disparar, así porque sí, sin hacerles nada. Un zángano murió ante mis ocho ojos, lo pasé fatal. 114 horas 55 minutos 05 segundos. Ugh, hoy me encuentro malito. Me ha crecido una cosa rara en la espalda, que es como una bolsa de tang, pero que en vez de tang, contiene ácido. Mi mamá me dice que así podré ser un mejor zerling y matar más humanos, así que me parece chachi, aunque me encuentre malito. 133 horas 04 minutos 58 segundos. Hoy es mi día. Vamos a atacar a los humanos. Vamos todos, sí, también, los mutaliscos, y los hidraliscos y todas esas cosas que riman con “mordisco”. Por fin voy a tener mi día de gloria. Mi hazaña será recordada a través de los siglos y todo el enjambre se enorgullecerá de mis proe * FIN *