Avance de The Legend of Zelda: A Link Between Worlds

El otro día me preguntaba, después de ver el último Nintendo Direct, si The Legend of Zelda: A Link Between Worlds no tendría algo más que ver con el primer juego de la serie, el de NES, de lo que podríamos esperarnos; pocos días después pude jugar durante un buen rato y comprobar por mí mismo si la cosa era como me aventuraba a pensar en aquel artículo. Dejé la consola cuando Link pasó a Lorule, el lado tenebroso de Hyrule; me habría gustado haber seguido la partida durante unas cuantas horas más, y esa es una de las primeras sensaciones que suelen ser indicativas de algo bueno.

La intención portátil de A Link Between Worlds queda clara al muy poco tiempo de empezar a explorar el mapa, en su gran mayoría accesible desde el momento en que tenemos acceso a los primeros objetos de la tienda de Ravio: es compacto y su tamaño es muy manejable, menos exigente a la hora de atravesarlo de punta a punta y diseñado con la intención de que el jugador pueda moverse por él siguiendo referencias visuales muy claras; en ese sentido, me recuerda a Link’s Awakening, también compacto y visual y muy lleno de secretos y detalles. Ir de un sitio a otro es ágil porque el mapa está pensado para ello, pero también porque Link se mueve rápido y con precisión: moverlo por el mapa, con esa perpsectiva cenital que sólo cambia durante algunas cinemáticas y que da pie al uso del 3D en el juego, interesante y soportable y no por ello menos gimmick, aunque sí parezca estar relacionado con la construcción más vertical de las mazmorras, según me pareció por lo que llegué a jugar.

No es difícil enlazar A Link Between Worlds con muchos otros juegos de la serie, y no sólo porque el gusto por el guiño de Nintendo y la veteranía de Link y su tropa da mucho pie a la referencia: se ven personajes y situaciones que hacen pensar de forma más o menos clara en los Zelda pasados, y el esqueleto principal del juego es, claro, el de una secuela espiritual de A Link To The Past. (Mi referencia favorita de las que vi fue un personaje, el hermano menor de Link, si no recuerdo mal, que te avisa de que para guardar la partida hay que usar unas veletas que hey repartidas por Hyrule; cuando te lo termina de explicar, se pregunta qué puede significar «guardar la partida». «¡Sólo soy un niño!», reconoce. Los que hayáis jugado a Link’s Awakening quizá pilléis la referencia.)

Decía antes que el 3D es un gimmick, pero al menos es uno al que parecen querer dar más sentido a través del diseño del juego y que no influye para nada en los frames por segundo, que son 60 de manera casi obsesiva. Es un juego muy bonito: no es lo más privilegiado a nivel técnico, pero el diseño artístico vuelve a ser imparable y resulta difícil no dejarse convencer por esos colores, esos modelos, esa Zelda extraordinaria o ese regreso de más de un diseño antiguo, como los Zora, que vuelven a su forma original.

Perturbador es el diseño del villano del juego, una especie de travestido multicolor con una afición extrañamente sexual por capturar en cuadros a los Siete Sabios de Hyrule; de esta afición viene el objetivo del juego (rescatar a los Sabios, y también a Zelda, que cae presa del malandrín en cierto momento) y también la principal mecánica que se introduce en A Link Between World: la de convertirse en un dibujo y caminar por las paredes. Funciona mejor de lo que deja ver en vídeos, pero sorprende la manera en que, a la que interiorizamos cómo funciona y empezamos a ver los mapas teniendo en cuenta también cómo se pueden conectar las distintas zonas a través de las paredes, empezamos a llegar espontáneamente a soluciones que al principio nos tienen retorciendo el coco durante un buen rato. Básicamente, esta mecánica nos permite recorrer la pared siguiendo el mismo plano horizontal hasta que un obstáculo nos impide seguir (piedras en la pared, candelabros, barandillas) o hasta que nos quedamos sin magia; lo que las mazmorras pierden, o parecen perder al principio del juego, en longitud, lo ganan en complejidad gracias no sólo a esta nueva dimensión a tener en cuenta, sino también a cómo juega con lo de sacarnos de la mazmorra a través de ventanas y huecos en la pared.

Y sí, se pueden visitar las mazmorras en el orden que queramos, relativamente. El juego es muy A Link To The Past, en este sentido: nos indican en el mapa los sitios a los que tenemos que ir (la X que aparece en el mapa es la misma), pero el orden en que lo hagamos depende de nosotros. Al principio del juego, tenemos que pasarnos por obligación una mazmorra; cuando terminamos, se nos abren otras dos, que podemos visitar como queramos y que nos requieren atravesar antes otras dos mini mazmorras, que tienen algo de Skyward Sword en la manera en que juegan con el mapa principal como sitio en el que incluir mecánicas y puzzles más propios de los templos; cuando pasamos al mundo oscuro, poco después, hay siete posibilidades que, parecía, se podían abordar en el orden que quisiéramos. Depende en parte de lo que nos apetezca, del camino que antes sepamos abordar con éxito para llegar a nuestro destino, y en parte de lo que hayamos pedido prestado a Ravio. El funcionamiento de su tienda es simple: por un precio, te presta objetos que se quedan contigo hasta que mueres. En ese momento, los objetos vuelven a Ravio y, si los quieres, tienes que volver a alquilárselos, pagando el precio correspondiente. Por lo que vi, el personaje nos da siempre alguna que otra pista sobre qué objetos nos van a ir bien, rebajando o sugiriendo tal o cual cosa en función del punto en el que estemos de la historia. Dejé de jugar en el momento en que mejor podría haber comprobado si lo de alquilar los objetos funciona bien o mal, así que no sabría decir si la idea acaba de cuajar, pero de primeras me dio la sensación de que los ítems tienen menos relación con las mazmorras que en anteriores juegos; como que se usa una mayor variedad en todo momento, desde el principio, y la resolución de muchos puzzles depende más de la nueva herramienta que tiene el juego, la de pegarse a las paredes.

En tres horas, más o menos, esto es lo que me dio tiempo a hacer en The Legend of Zelda: A Link Between Worlds. Tengo ganas de tenerlo conmigo definitivamente y poder saber más sobre Lorule, el reino oscuro, y su princesa, Hilda, una Zelda morena a la que sólo pude ver durante un momento; también tengo ganas de empaparme del sentido del humor del juego, inesperadamente desarrollado. A finales de noviembre llega a las tiendas. ¿Cuándo acabará la racha de lanzamientos de 3DS, me pregunto? ¿Podremos soltar la portátil de Nintendo en algún momento?