Avance de Devil's Third

Hay un momento de Devil’s Third en el que uno de los personajes que nos acompañan dice: This all looks the same. Where the hell are we? En el momento en que lo dice tiene sentido; también lo tendría si lo dijera en cualquier otra situación de las muchas en las que yo, tú, el jugador se puede llegar a plantear (en inglés, en español o en el idioma que hable uno) que this all looks the same, y preguntarse where the hell are we?

Dónde demonios estamos es algo que Tomonobu Itagaki ha tenido que preguntarse, casi a la fuerza, después de cinco años dando vueltas con Devil’s Third a la espalda. Desde su anuncio en 2010 han pasado muchas cosas; cerca del E3 de 2010 se dijo que saldría en 2012; cerca del de 2011 se dijo que saldría en 2013; y cerca del de 2012 se dijo, cuando ya costaba tener fe en esa THQ que estaba al borde del cierre (medio año después anunció oficialmente que estaba en bancarrota), que el juego estaba en busca de una nueva distribuidora. Fue en otro E3, en el de 2014, cuando nos enteramos de que Nintendo había repescado el proyecto, que acabaría saliendo en exclusiva para Wii U. Avancemos hasta hoy, y aquí lo tenemos: el mes que viene, después de cinco años en los que se ha hablado más de problemas que del juego, sale por fin Devil’s Third.

Hay un dicho sobre un río que suena y el agua que lleva que en este caso nos viene bien; los rumores de que Nintendo of America quería deshacerse del juego por no alcanzar unos mínimos de calidad, aunque finalmente desmentidos, cobran sentido ya en los primeros niveles del juego. Devil’s Third es una mezcla de shooter y hack and slash que mezcla con relativo buen gusto la tercera y la primera persona, llevando la cámara de una perspectiva a otra en función de sus necesidades; exploramos y atacamos cuerpo a cuerpo en tercera, pero disparamos en primera. Es una mezcla que funciona mejor de lo que esperaba; estamos hablando de un juego en el que la acción frenética y los enfrentamientos contra grupos grandes de enemigos, que nos atacan desde varias alturas y mezclando armas de fuego con armas cuerpo a cuerpo, hace que sea esencial tener presente la posición de nuestro personaje.

El meneo de cámaras no es problema; los problemas de lo nuevo de Itagaki son otros, y no es difícil identificarlos. Se mueven en varios planos: están los problemas macro, los que aparecen durante todo el juego y son difíciles de eviar, y los micro, los que van apareciendo de vez en cuando y son únicos, o se repiten solo de vez en cuando. Es un juego tan lleno de problemas que yo ya me he acostumbrado a ellos.

En lo macro está el sistema de combate, por ejemplo, que no solo no tiene ninguna idea propia sino que tampoco destaca lo suficiente en nada como para redimirse. Los tiroteos son aceptables, pero nada que no hayamos visto en tantos otros shooters con coberturas de serie B para Xbox 360 y PlayStation 3; la parte de hack and slash, que personalmente esperaba con ciertas ganas, es más un ataque cuerpo a cuerpo glorificado (más parecido al botón de dar un navajazo en los FPS cuando tenemos al enemigo cerca que a Ninja Gaiden) que un área del juego que merezca la pena estudiar y aprovechar. El diseño de niveles tiende a repetir un error de Ninja Gaiden 3 que yo quise achacar a, precisamente, la ausencia de Itagaki: es muy normal encontrarse con zonas en las que varios enemigos con espadas o machetes estén protegidos por otros, colocados detrás de coberturas o sobre tejadillos, que tienen ametralladoras o lanzacohetes. Casi se agradecen los momentos en los que Devil’s Third no es más que un shooter blandurrio con coberturas, pasillero y poco inspirado; por separado, las dos formas de atacar a los enemigos funcionan, dentro de su mediocridad, mucho mejor que cuando se juntan, porque al menos no se estorban.

Otro punto sensible es el apartado técnico. Aunque ahora usa Unreal Engine 3, originalmente Devil’s Third estaba siendo creado con una versión del motor de Darksiders II; quién sabe cuántas vueltas ha dado en todos estos años. Es fácil ver errores a los que cada vez estamos menos acostumbrados: texturas que tardan cinco, diez, veinte segundos en cargarse del todo; modelos que se quedan enganchados en las paredes; fallos de dibujado en las distancias largas; caídas de framerate catastróficas. La gran mayoría se repiten con suficiente frecuencia como para que los desarrolladores los hayan tenido que ver más de un vez; otros ocurren siempre, en los mismos sitios, en zonas concretas que han debido de ser probadas en numerosas ocasiones. No son problemas aislados; son constantes, y lanzar el juego así no puede ser más que una reacción desesperada a una situación desesperada: después de tantos años haciendo el juego, cancelarlo (imagino) no es una opción.

¡Si ocurre hasta en las mejores familias!

En más de un momento he querido pensar que Itagaki se está cachondeando de Occidente. Vamos a partirnos el culo: juntar todas esas cosas que hacen los shooters que tanto triunfaron en 360 y PS3 y revestirlos de extravagancia japonesa tiene que ser gracioso. Lo malo es que es un autoengaño que no se sostiene mucho tiempo; hay una sinceridad rara en la escena de la torreta con balas infinitas (que la hay), o en la del combate contra el helicóptero (que lo hay), o en la que entras por una ventana a una habitación a cámara lenta (hay una puta escena entrando a cámara lenta a una habitación, ¡vaya si la hay!). Es una colección de clichés occidentales mezclados con otros clichés más específicos del productor de Dead or Alive: un jefe final es una señorita en ropa interior, por ejemplo, a la que encontramos al final de un paseo (un paseo bien largo) por el distrito del placer de la isla en la que se desarrolla parte del juego. Uno de los pocos tics brillantes del juego también tiene bastante de esa imagen de macarra cósmico que se ha labrado Itagaki: Ivan, el tatuado protagonista de Devil’s Third, suele darle tragos a la petaca cuando soltamos el mando y no hay enemigos alrededor; cuando estamos refugiándonos de una lluvia de tiros detrás de una cobertura, saca un pitillo y se lo enciende con su Zippo, en el que, y esto es solo una suposición, hay grabada una imagen de un dragón de mil metros, dos pistolas y una tía en tetas.

A estas alturas de la película está claro que Devil’s Third no es un buen juego. ¿Lo salvará el multijugador? ¿Habrá alguna revelación en los últimos niveles que le dé sentido a todo? ¿Tendré que retractarme de todo lo que he escrito hasta ahora? Con muchas dudas y algo de miedo vuelvo a la partida; es incómoda la sensación de estar jugando a algo que tiene detrás cinco años de retrasos, problemas, baches, bancarrotas y malas ideas; quién sabe si el problema mayor son las malas ideas.