Avance de Saints Row: The Third

Saints Row: The Third es, probablemente, el juego más loco que he visto en los últimos años: es tan salvaje, estúpido y disparatado que parece haber surgido de la mente del ínclito @chiconuclear tras una noche de borrachera. De hecho, empiezo a tener serias dudas sobre si cuando se sienta ante el PC de la oficina realmente no está trabajando de forma remota para Volition, un estudio por el que profesa adoración (leed su reciente análisis de Red Faction: Armageddon si no me creéis), mientras un mono adiestrado por @pinjed escribe noticias por él.

La demo que THQ nos mostró en Londres era, de verdad, tan exagerada que a su lado Duke Nukem Forever parece maduro y sesudo como una novela de Paul Auster. Con un reluciente aspecto visual que se sustenta en un nuevo motor gráfico creado ex profeso para la ocasión (que en su estado alpha actual quizás muestra algo más de pop-in de la cuenta), lo primero que vemos es al protagonista correr hacia un inocente peatón, realizar una llave que perfectamente podría haber hecho un hipertrofiado luchador de la WWE y aterrizar sobre la acera con una pose chulesca, mientras los flashes brillan a su alrededor y el resto de transeúntes le hace fotografías. Toda una declaración de intenciones.

Lo que viene después, desde luego, tampoco es que sea precisamente un dechado de seriedad. ¿Pegar collejas usando un dildo gigante de color púrpura? Desde luego. ¿Realizar un dolorosísimo y todavía más gráfico golpe en la entrepierna de un enemigo? También. ¿Usar unos puños gigantes tipo Hulk para hacer explotar a gente inocente? Por supuesto. ¿Pilotar un veloz jet VTOL que suena como un Transformer y dispara rayos y bombas de racimo? Oh, sí. Saints Row: The Third es pueril y divertido como una película de los hermanos Farrelly (cuando tenían gracia, al menos) o un concierto de los geniales Reel Big Fish: te pide dejarte llevar y olvidar por completo que tienes un cerebro, haciéndote reír a carcajadas mientras ves una burrada tras otra.

Pero bajo esa tonta fachada esconde un diseño inteligente en el que todo está pensado de forma meticulosa. Si simplemente quieres hacer el cabra a-la-Crackdown sin preocuparte de la historia, la ciudad ficticia de Steelport ofrece un sinfín de posibilidades y misiones Mayhem en las que básicamente el objetivo es causar la mayor cantidad posible de muerte y destrucción mientras el multiplicador de combos aumenta vertiginosamente. Teniendo en cuenta que su productor nos explicaba después que su mayor influencia era Shoot ‘em Up (sí, esa cinta de acción de Clive Owen inspirada por Bugs Bunny), os podéis hacer una idea de por dónde van los tiros.

En el caso de optar por seguir la línea argumental, puedes esperar un montón de “holy shit moments” (término acuñado por la propia Volition) y una historia que en ningún momento se toma en serio a sí misma. Resumiendo de forma rápida: tras los sucesos narrados en la segunda entrega, los Saints, con Johnny Gat a la cabeza, se han vendido al dinero y los medios, convirtiéndose en poco más que una marca de moda. Pero eso también atrae la atención y extorsión por parte del Sindicato, con lo cual la venganza está servida.

En la demo pudimos ver una misión sacada de la historia principal (en un estado un poco verde, con bocetos sustituyendo a las cinemáticas) en la cual los Saints atracan un banco controlado por el Sindicato para enseñar su modo de vida al actor del método que les interpretará en la película basada en sus andanzas. Olvida por un momento Heat y piensa en algo más parecido al hijo bastardo entre Machete y los Blues Brothers: rehenes que piden autógrafos, numerosos tiroteos a cada cual más exagerado y descerebrado, un cuerpo de seguridad formado por prostitutas y una huida en helicóptero parecida a la del autobús en Operación Swordfish. La secuencia era salvajemente divertida y el sistema de combate parece haber mejorado bastante respecto a Saints Row 2.

Lo mismo puede decirse de todas las opciones de personalización, ya sean para los coches, para el personaje principal o para los miembros de nuestra pandilla. Hay bastantes talleres de tuning, tiendas de disfraces y locales de cirugía estética repartidos por la ciudad, los cuales dan acceso a un editor bastante completo en el podemos gastar el respeto obtenido durante la partida (porque los Saints son demasiado cool como para usar esa cosa tan mainstream que es el dinero normal y corriente).

Nos tranquiliza saber que en Volition no se han puesto límites y que “censura” no es una palabra que esté en el diccionario de Saints Row: The Third. James Torbit, su productor, nos ponía como ejemplo un arma cuyo nombre lo dice todo: “fart in a jar”. La conmoción, empezando por el equipo de desarrollo, fue tal cuando decidieron autocensurarse (pensando que era ir demasiado lejos) que lo acabaron reincorporaron al juego y decidieron dar vía libre a cualquier idea, por disparatada que fuese. Torbit también nos reveló que habrán celebrities en la versión final (recordaréis que Saints Row 2 fue apadrinado por la actriz porno Tera Patrick), pero de momento es un as que quieren guardarse bajo la manga.

Aunque de momento pinta estupendamente, también hubo algunos detalles confirmados que no nos acabaron de gustar. Principalmente dos cosas: el modelo de destrucción está scriptado y no se ha aprovechado para nada el motor de Red Faction, y el multi se limitará a un cooperativo para dos jugadores. Un modo online competitivo para varias personas es algo que, sin duda, tendría unas posibilidades tremendas.

Por lo que hemos visto hasta ahora, a Saints Row: The Third solo le faltan peces ballena y pitserias para convertirse en el juego soñado por el lector medio de AnaitGames. Si será capaz de mantener la gracia durante toda su extensión sin repetirse y acabar resultando aburrido es algo que comprobaremos cuando llegue a las tiendas el 15 de noviembre, pero por ahora tiene todas las papeletas para convertirse en la mejor guilty pleasure de 2011 y, quizás, de toda esta generación.