Batman: Arkham Knight es lo mejor que he probado en esta gamescom

Los Batman de Rocksteady son de esas cosas que nos unen. Por su valor como adaptación y por un diseño más propio y renovador de lo habitual, todos aplaudimos con cierta sonoridad el trabajo de los ingleses. Por eso todos esperamos Arkham Knight más de lo que esperamos a la mayoría; pasamos muy rápidamente de la sorpresa a la confianza, sospechamos que esta gente solo puede ir de lo muy bueno a lo todavía mejor.

En la demo que he probado en la gamescom debía localizar a cinco trabajadores de ACE Chemicals, donde el Espantapájaros andaba removiendo el caldero de su toxina. Él es el cerebro, me dice uno de los desarrolladores, y ese es el músculo. Se refiere a Arkham Knight, un nuevo villano creado específicamente para el juego, que se presenta con un helicóptero de combate para destrozar la carretera de acceso al laboratorio. Nada que un buen gancho no pueda solucionar, claro. Esa parte de la navegación parece haber cambiado poco respecto a Arkham City, aunque se busca agilizarla un poco más para rendir cuentas con una mayor verticalidad: «Gotham es más alta», me resumen. También más larga y más ancha, aunque eso no toca hoy.

Un conducto de ventilación cercano es la primera de varias formas de abordar la situación con discreción. El de Batman es un sigilo con sentido y ahora gana en vistosidad con el Fear Takedown: tal y como ya vimos en el gameplay del E3, esta nueva mecánica permite encadenar ostias como panes, a cámara lenta, para despachar a un grupo de enemigos desprevenidos. La demo estaba planteada para tener que usar esa mecánica en un par de zonas concretas, pero su uso en la versión final será más libre y más limitado. Me acordé de los últimos Splinter Cell cuando me describían un medidor que se rellenaba con ataques por la espalda. Por muy cómodo que esté el Caballero Oscuro en las sombras, en cualquier caso, los guantazos a plena vista siguen siendo mi parte de favorita. El genial sistema de combate es también más espectacular por las nuevas animaciones y los derribos contextuales: con cuadrado más equis estampamos a un matón contra un cuadro de fusibles o lo lanzamos con un uppercut para que lo remate, sí hay línea de tiro, el cañón no letal del Batmóvil.

Y es que cuando no basta con los puños —ni con los batarang, ni con el gel explosivo—, hay que usar un gadget más grande. El vehículo es la principal novedad de Arkham Knight y, ya digo, no sirve únicamente para movernos más rápido por el mundo abierto: en misiones como esta se utiliza para añadir variedad y complejidad a los retos. Para empezar,y conduciendo por control remoto, hay que lanzar otro gancho a la carretera que había estallado minutos antes y tirar marcha atrás para levantar el asfalto e improvisar una rampa. Es el primero de varios momentos en los que, como remarcaba el de Rocksteady, «queda claro el tema del hombre y la máquina trabajando juntos»; el Batmóvil puede destrozar paredes, mover contrapesos para hacer subir y bajar un ascensor averiado o, claro, pasar al Modo Batalla y cambiar su control —de carreras a shooter, para entendernos— y liarse a tiros con los drones del enemigo.

Batman también se puede poner al volante, faltaría más, demostrando otra vez la tremenda importancia de las transiciones en Arkham. Puedes llamarlo antes de un salto para que nos recoja durante la caída o, mejor incluso, salir disparado del vehículo para atravesar una ventana y sorprender a un guardia con una patada voladora. Y POW! ZOK! BIFF!

Solo podría ponerle una pega a lo visto y, lo creas o no, tiene que ver con los gráficos. Las mejoras en escala y nivel de detalle le vienen de lujo a una ambientación que ya era fantástica, desde luego, pero sin un salto similar en las animaciones faciales se pierde la oportunidad de hacer más creíbles algunos personajes. El pobre Comisario Gordon sigue estando regular.

Pero lo importante es que sí, que en Rocksteady siguen empeñados en ser uno de los nombres más importantes de la industria. Mucho talento y mucho trabajo hacen falta para gestionar así un ritmo tan complejo, para mezclar tan bien tantas ideas de tantos géneros y para justificar desde el primer uso cada añadido a un juego absurdamente sólido.