gamescom 2014: Impresiones de Bloodborne

No sé de dónde diablos ha sacado el tiempo From Software. Imagino que se lo ha comprado Sony, intentando enmendar un pequeño gran error: su Demon’s Souls pasó a ser el Dark Souls de todos y ahora lo quieren de vuelta.

Bloodborne no es exactamente lo mismo, aunque coge forma a partir de conceptos casi idénticos. Masaaki Yamagiwa, productor en SCE, iniciaba su presentación con una diapositiva que bien podría haber servido para un Souls: «Temas: Exploración de lo desconocido, combates peligrosos y concepto único del online». En la gamescom tocaba hablar de lo segundo.

Gran parte de la charla, de hecho, se centró en lo que llaman Regain System. Esta nueva mecánica, que permite recuperar parte de la salud perdida si se devuelve rápidamente el golpe al enemigo, refleja las intenciones de los desarrolladores: antes que una ayuda para el jugador, pretende ser un plus de complejidad en los enfrentamientos. Es un sistema de riesgo y recompensa simple, de los de toda la vida, que busca mantener cierto componente de gestión a pesar de haber renunciado al escudo. Sin el bloqueo, la acción se vuelve más dinámica, menos rígida, pero sigue siendo muy importante decidir cuándo atacar; nunca es bueno precipitarse, a veces conviene resistir la tentación y renunciar a esa porción de vida.

Es también un atributo adicional para las armas. Unas curan más que otras y todas, parece, tienen doble función: pulsando L1 se despliega la hoja de la espada que habíamos visto hasta ahora o se alarga el mango de una hacha para convertirla en alabarda. Usando las dos manos se gana en alcance, pero nos quedamos sin poder disparar. Para las nuevas armas de fuego, por cierto, se reserva el botón L2.

Cuesta muy poco imaginar cómo entre unas cosas y otras —es posible cambiar entre las dos formas de una arma en mitad de un combo, los proyectiles pueden aturdir—, insisto, el combate gana importancia y profundidad. Habiendo hecho ya un trabajo insuperable en la capa más externa de sus últimos títulos, la que tiene que ver con las sensaciones y la experiencia global, esta vez From Software pone el foco más cerca del núcleo; es en las mecánicas donde queda más margen de mejora. Bien jugado.

Con todo, Bloodborne me pareció más Dark Souls de lo que había imaginado cuando lo probé. Seguro que los ajustes en el ritmo son más evidentes si vienes directo de Majula, pero a mí me pesaron más las generalidades que comparten: los ataques con R1 y R2 resultan tan familiares como los indicadores de vitalidad y cansancio. Me fijé en eso más que en detalles como los objetos de curación, ahora parte fija del inventario, que han quitado el sitio a las almas en la interfaz. «La mayoría de jugadores querían tenerlos a mano en todo momento, ocupaban siempre una ranura y por eso otros objetos se acababan usando menos de lo debido», comentaba Yamagiwa. Es verdad que todo se siente un poquitín más ágil y directo, pero me temo que lo de llegar a un público nuevo le resultará casi tan difícil como decepcionar a un fan. Y, diga lo que diga el discurso oficial, creo que a todos les va bien así: casi como pidiendo disculpas, al final de la presentación nos dejaron bien claro que la dificultad de la demo se había rebajado para que la gente llegara al final en menos tiempo. Y moríamos igualmente. Y las colas se alargaban. Y nos quitaban el mando mucho antes de poder llegar al último bichejo.