Bueno, ¿y qué tal la Vita?

Ya la probó chiconuclear en el E3, pero yo no había tenido ninguna cerca. Mirar, agarrar y toquetear la nueva portátil de Sony era, pues, uno de mis principales objetivos en Colonia. Lo intenté primero al terminar la innecesaria conferencia de SCEE, pero estaba aquello muy complicado. Pude ver que los botones son incluso más pequeños de lo que esperaba, que la pantalla ocupa un porcentaje fantásticamente alto de la superficie del cacharro y que Escape Plan recuerda lo bastante a las primeras aventuras de Abe como para no perderlo de vista. Esta vez me salió bien lo de tener poca paciencia; a la mañana siguiente, en un hotel tomado por Sony, era mucho más fácil sentarse delante de una PlayStation Vita. Me tocó empezar con Resistance: Burning Skies, que ya me había dejado bastante frío la noche anterior. Gráficos poco sorprendentes, enemigos con respuestas muy sosas a los golpes de hacha y a los disparos… aquella versión extendida de la demo vista en la conferencia se convirtió al poco tiempo en una simple excusa para seguir evaluando el hardware. El tamaño reducido tamaño de los botones se confirmaba como un acierto —no pulsé nada de forma involuntaria—, los sticks son muchísimo más cómodos que el de PSP y en cuestiones de ergonomía le pega también un repaso a su predecesora. La cruceta es un poco menos Sony de lo se podía esperar, más compacta, pero no me pareció incómoda en absoluto. Lo de la pantalla OLED tiene tela. No es un truco de jodida brujería tan impactante como la Retina Display —la luz se refleja un pelín más y se nota que la magia en la densidad de píxeles no es tan poderosa—, pero se queda realmente cerca. Pero ni por esas acaba de convencer lo de jugar a un FPS de bolsillo. La mejora es evidente y no hay una alternativa portátil mejor, pero precisamente porque la experiencia se acerca a la de sobremesa, se echa más en falta lo que todavía no es igual: con la falta de vibración me acordé del lastimoso Sixaxis y se hacía raro no poder pulsar los analógicos, por ejemplo. Sony debería evitar la tentación de protagonizar algo como «Cariño, he encogido a los juegos», porque ni el mismísimo Nathan Drake —aunque Uncharted: Golden Abyss es claramente superior a Burning Skies en todo— se libra de una comparación que no le hace ningún favor. También hay peligro en el extremo contrario: Little Deviants parece más preocupado por presentar todas las opciones de control de PlayStation Vita —y tiene algún minijuego curioso, como ese en el que pellizcas al bichejo usando al mismo tiempo las superficies táctiles delantera y trasera— que por acabar divirtiendo. Por suerte, en un punto intermedio hay algunas propuestas nada forzadas, más convincentes por A o por B: Wipeout 2048, Sound Shapes, Virtua Tennis 4, LittleBigPlanet —genial uso de la cámara para pillar texturas y del touchpad para golpear unos bloques en el fondo del escenario y llevarlos más cerca del Sackboy— o el interesantísimo Gravity Rush. No me extiendo con estos porque solo vi a otros jugar, pero incluso así se notaba esa adaptación más natural. No sé si es por el trauma de tener una Game Gear o por lo contento que estoy ahora con el iPhone, pero para nada pensaba comprar una portátil a corto plazo. Igual tengo que replantearme eso porque Vita es, me quedan ya muy pocas dudas al respecto —la batería y ya—, una máquina maravillosa. Su precio me sigue pareciendo más que competitivo y sus posibilidades sociales y de conectividad son las que tocan. Si piensa en sí misma en lugar de querer lograr lo que PSP no pudo o de obsesionarse con lo que PS3 ya hace, me va a tocar ir a por un par de esos horribles pantalones con media docena de bolsillos.