Primeras impresiones de Call of Duty: Modern Warfare 3

Con la campaña reservada para las grandes conferencias y el multijugador esperando pasa debutar en su propio evento, Infinity Ward acertó —con cualquiera de las otras dos cosas, no me sacan del stand ni rascando— mostrando en Colonia la experiencia cooperativa, los dos tipos de Operaciones Especiales.

Por una parte están esas breves misiones heredadas de Modern Warfare 2, pero seguramente será el Survival —el modo Horda, para los amigos— el que acabe robando más horas de sueño.

En el nivel que representaba al primer grupo me tocaba desactivar unas cuantas bombas mientras mi compañero, en un balcón con su fusil de precisión y probablemente un mojito, se encargaba del fuego de cobertura y me soplaba por dónde se acercaban los refuerzos enemigos.

La primera vez que palmé, el tío me miró con esa mirada de desprecio que reservamos para los novatos muy novatos. Por el micrófono pegado a los auriculares aclaré que pasaba algo raro, que no me había podido estirar. Ahí le volvió a cambiar la cara: «Perdón, se me había olvidado decir que no puedes hacerlo con el equipo de artificiero.» Acabáramos. No había nada ahí que me indicara que iba disfrazado como el de The Hurt Locker, ni en el HUD, ni en ningún otro de mis movimientos. Y no se puede culpar a un Call of Duty de no buscar transmitir lo mismo que la brutal película de Kathryn Bigelow; esto va de vender entradas y palomitas, no de ganar un Oscar. Los explosivos se desactivan manteniendo un botón, sin cortar cables ni gaitas, y hay que esprintar como un cabrón si nadie dice lo contrario. El resto, para otro día o para otro juego.

Bien. Cómodo, intenso y divertido como siempre, pero nada como para emocionarse. Seguramente no es la mejor misión del modo que, según me contó mi hermano de armas, no se basará tanto en situaciones de la campaña individual como la última vez.

Pero oh, entonces llegó lo de las oleadas. No sabría decir muy bien por qué, pero eso sí me pareció un nuevo juego, uno por el que no puedo esperar, desde los primeros disparos con la pistola. Ahí sí se podían ver mejoras en la iluminación y en el comportamiento —más peso sin perder precisión— y el sonido —más contundencia— de las armas. El control, uno más de la familia, sigue descaradamente suave.

Más importante, este Survival consigue que la buena puntería sea algo verdaderamente vital. Eso es algo que sucede en el multijugador, claro, pero la abundancia de pasillos y una IA con poca iniciativa en los niveles de dificultad menos complicados propician demasiadas segundas y terceras oportunidades en otros modos de juego. No es el caso, repito, aquí: vas a tener que prestar mucha atención a los flancos, y acertar con las primeras ráfagas para reducir a la mitad el grupo de soldados que justo asoma por esas escaleras puede ser determinante. Vale, pasa algo similar con los zombis de Treyarch, pero con armas de fuego también para los otros, cobra más importancia.

También las recompensas y el Kevlar de oferta para los rusos favorecen esa forma de jugar especialmente letal: completar pequeños desafíos, como volar cierto número de cabezas o matar a unos cuantos con una sola granada, suman pasta a la que ya ganas por cada muerte y por cada ronda superada.

Esos dólares se invierten en armas y accesorios clásicos —M16 con mira de puntro rojo y lanzagranadas plz oki thx—, granadas o equipo variado y apoyo aéreo. Cada grupo de ayudas está en contenedores dispersos por el mapa —en este caso, la típica terraza parisina con sus cafés y sus cosas, con un diseño que tiene muy en cuenta los espacios, las distancias y las alturas—, así que hay que aprendérselo y ponerse de acuerdo con el compañero, decidir cuándo vale la pena separarse para sacar el máximo partido a las compras durante el entreacto y cuándo es mejor resistir un poco más juntos.

Palmaron un montón de soviéticos de los más básicos, cayeron helicópteros, se jodieron los perros, no aguantó el Juggernaut, se toparon unos cuantos con los explosivos de sus camaradas kamikaze… y a saber qué más habría salido si me hubiesen dejado seguir esas cuatro horas más que yo quería.

Por ser lo que esperamos, lo que todos conocemos y muchos adoramos, Modern Warfare 3 no necesitó más de un minuto para engancharme a lo bestia. Seguramente no va a convencer a nadie que no esté ya llamado a filas, pero no tenerlo en cuenta es —y sí, hablo como orgulloso fan— poco menos que una temeridad.