Nintendo Switch: Nuestros primeros días con la consola

Es bastante fácil acostumbrarse a lo que propone Nintendo Switch. Siempre se ha hablado de las diferencias entre juegos de sobremesa y juegos portátiles; es una discusión ligada irremediablemente al hardware que hemos ido teniendo, al que por norma general le ha sentado mejor un tipo de software concreto. Las limitaciones evidentes de las dos pantallas de Nintendo 3DS, por ejemplo, son menos evidentes en BoxBoy! o Picross 3D que en Xenoblade Chronicles 3D: hay un tipo de juego que, de manera natural, siempre se ha adaptado mejor a unas máquinas que a otras. En el año 2017 estas distinciones son menos evidentes. PlayStation Vita ya difuminó un poco esa línea, pero han sido los móviles los que han terminado de dejar claro que no importa tanto el cacharro como el jugador y sus necesidades: The Banner Saga, The Walking Dead o incluso Minecraft pueden vivir, potencia bruta aparte, en la tele del salón o en una tablet, a medida que las fronteras entre unas pantallas y otras se hacen menos evidentes. Por eso es sencillo acostumbrarse a lo que propone Switch: el cross-save,  Netflix, los mandos bluetooth para smartphone o Google Chrome, entre otros, ya nos han acostumbrado antes incluso de tener la consola con nosotros. Solo faltaba unificarlo todo.

Llevo trasteando unos cuantos días con Switch y he tenido la sensación de que es una máquina que se hace un hueco con facilidad. En parte es porque la idea funciona en dos direcciones: puede ser una sobremesa con alma de portátil, como dice Nintendo, pero el hecho de que la televisión sea opcional hace que tenga sentido para quienes busquen una portátil que también funciona en el salón. Con los contenidos de la caja se tiene acceso a ambas experiencias; la diferencia, en realidad, la marca el Grip, el accesorio que permite a los Joy-Con pluriemplearse en el modo sobremesa, portátil y tabletop, las tres transformaciones de la consola.

La toma de contacto ha sido sorprendente y positiva; sorprendente por diseño, y positiva por ejecución. Es un aparato robusto y estilizado, como una versión para adultos del GamePad de Wii U, antecedente claro de Switch. No dejan de lado el tacto curvo de aquel, pero sí se apuesta por unos materiales y una construcción que recuerdan menos a un juguete y más a una tablet. El sistema de agarre de los Joy-Con (que se enganchan a los lados del sistema con un conector que les proporciona carga) es sólido y da seguridad; en general, todo el diseño de Switch está justo en ese punto intermedio entre la alta tecnología y los dispositivos pensados para que un niño pueda usarlos sin riesgo. No hace falta irse muy lejos para ver la diferencia de prioridades; el Dock, esa plataforma que se enchufa a la tele y a la corriente y que sirve tanto para llevar la imagen de Switch a la tele como para cargarla, está hecho de un plástico mucho peor, a sabiendas de que no es algo que se vaya a tocar más de lo estrictamente necesario.

La pantalla de 6,2 pulgadas  ha sido una de las sorpresas más agradables de Switch. La imagen que ofrece es clara y de colores vivos, y su tamaño es perfecto para el modo portátil; la resolución de 1280×720 es suficiente para tener una definición que me ha recordado a por qué a todos nos encanta Vita, y unos brazos humanos estándar deberían sostenerla a una distancia adecuada de los ojos como para que el tamaño no sea un inconveniente. No he tenido la oportunidad de jugar en condiciones a ningún juego pensado para aprovechar el modo tabletop, ese que utiliza la pestaña trasera para crear un apoyo para la pantalla y utilizar los Joy-Con separados de la consola, así que no sé si una partida de Bomberman a cuatro en una de esas fiestas de ático que funcionan como sugerencia de presentación presentará problemas, pero no tiene por qué; será más útil para unos que para otros, imagino, pero tanto por definición como por tamaño es fácil entender qué clase de reuniones alrededor de Switch son las ideales para este modo.

El paso de la pantalla de Switch a la de la televisión es tal cual se ve en los anuncios: no es exactamente inmediato, pero el segundo que hay entre estar jugando a Zelda: Breath of the Wild en una pantalla de 45 pulgadas y tenerlo en la palma de la mano es una de esas cosas que le dan sentido a la propuesta de Nintendo. El polémico asunto de la batería, que dura de tres a seis horas en función del uso que se le dé, hace que el salto de un sitio a otro sea más o menos obligatorio; de nuevo, lo de llevar a dormir a los aparatos a un sitio ya lo tenemos controlado por nuestro teléfono móvil, pero también por la base de carga de Nintendo 3DS, por ejemplo, o por el cepillo de dientes eléctrico. Aunque mi experiencia con el modo de espera no es muy representativa (al no tener acceso a ningún servicio online no tengo la consola conectada a internet, así que no sé qué uso de la red puede hacer mientras está dormida), el consumo en reposo es bajo y el tiempo de carga, tres horas o tres horas y media en función de si es necesario cargar también los Joy-Con, me parece razonable; no he tenido problemas con la batería, y no deberían ser frecuentes dejándola descansar en el Dock.

En general, mi toma de contacto con Nintendo Switch y con su día a día, más allá de las partidas sueltas en eventos, ha sido positiva. Positiva y esperanzadora; en un plano puramente funcional, ahora me resulta más fácil imaginar qué tipo de software se puede beneficiar del hardware híbrido que propone Nintendo. Sin entrar en precios o disponibilidades, me ha costado muy poco acostumbrarme a los Joy-Con, que saben no ir más allá de los límites de lo aceptable en tamaños y tactos con los sticks y los botones pero que tienen mérito por lo bien que se adaptan a sus varios usos: además de ser unos mandos portátiles muy buenos se convierten en otro más tradicional con la ayuda del Grip. Es una opción perfectamente válida, aunque me cuesta no echar en falta la cruceta (ya sabemos el porqué de la ausencia: los Joy-Con, por separado, funcionan como mandos individuales con un stick y cuatro botones cada uno, suficientes para algunos juegos) aunque sea de manera preventiva. El mando Pro, intachable, es la manera más inmediata de recuperarla, aunque es una apuesta a largo plazo, por precio y por la bruma que todavía rodea al catálogo.

He intentando mencionar el software siempre que me ha sido posible para recordar (para recordarme a mí mismo, incluso) que es ahí donde tiene que estar la clave del éxito de Nintendo Switch. Me refiero a los juegos, claro, que deben ir más allá del indudable atractivo de tener un Zelda de lanzamiento (2017 debería ser un buen año, en todo caso; entre el 3 de marzo y el 31 de diciembre se esperan varios exclusivos interesantes, desde Xenoblade Chronicles 2 o ARMS hasta Splatoon 2 y Super Mario Odyssey), pero también a la Consola Virtual, esa tienda de títulos clásicos que no estará disponible en el lanzamiento y de la que, de momento, no sabemos nada; y también me refiero a otras apps que afiancen la posición de Switch en el salón o le den nuevas utilidades cuando se lleva fuera de casa. Supongo que todo esto irá llegando, pero lo mismo que ahora mismo ha hecho que me parezca redonda (el equilibrio entre portabilidad y potencia, la naturalidad con la que pasa de ser una portátil a ser una sobremesa, su interés como hardware mutante que mezcla de manera muy efectiva varios conceptos diferentes) me ha llevado a echar en falta varias utilidades clave de otros aparatos. No porque hagan que Switch sea menos consola, sino porque está lo bastante cerca de poder ser más consola como para que resulte chocante que no lo vaya a ser de lanzamiento.

Lo que me resulta evidente es que Nintendo ha tenido muy en cuenta la realidad en la que vivimos a la hora de diseñar Switch. Es una máquina muy de ahora; portátil, multiusos, que aspira a llegar a cualquier persona, menos interesada en inventar que en ofrecer nuevas formas de hacer lo que ya sabemos que nos gusta. De una forma u otra, eso es lo que ha hecho Nintendo siempre; esta vez, con la experiencia limitada que tengo de ella (todavía faltan unos días para acceder, como decía antes, a las funciones online, desde las sociales hasta poder comprar juegos), creo que han sabido dar con el equilibrio adecuado para recuperar los apoyos que se debilitaron con Wii U.