Pagar en sangre: un avance de Shadow Warrior

No tuve reparos en bautizarlo como a mí me salió de las narices, y el resultado fue la etiqueta más estúpida de todos los tiempos: Antes Todo Esto Eran Campos. ATEEC, un nuevo subgénero nacido para traer de vuelta a los clásicos del FPS con una desvergüenza aún mayor que la mía a la hora de inventarme estúpidas siglas. El primer paso costó darlo y no todo el mundo fue capaz de disfrutarlo: Duke Nukem Forever era una puta mierda incluso para quienes nos lo hemos pasado bien a su lado, pero los siguientes intentos han sabido trazar una idea propia, unos #valors a los que sujetarse contra el tsunami de haters y su nueva y más horrible variante: los Caballeros del Meh.

Si Rise of the Triad apuesta por una reproducción exacta del esqueleto original envuelto en el tejido de la era del HD, el nuevo Shadow Warrior parece más interesado en explorar a su manera las propuestas del clásico y adaptarlas a los nuevos tiempos sin perder frescura. He jugado los primeros niveles de la beta y una cosa me ha quedado clara desde los primeros segundos, en que el protagonista Lo Wang conduce su deportivo cantando You’ve got the touch / You’ve got the power de Stan Bush (tema popularizado por la película animada de los Transformers de 1986) a grito pelado: este reboot tiene más cara que espalda.

Por suerte, maravillas como Pain hace unos años, o más recientemente Saints Row: The Third o Far Cry 3: Blood Dragon, vienen demostrando la buena salud del sentido del humor en este medio y que no hay nada que impida a unas mecánicas divertida y unos valores de producción apañados convivir con un disparate de historia, una oda a la serie B más desquiciada o un simple delirio que no se tome nada en serio a sí mismo. Lo Wang es parte de esto último: un asesino a sueldo cuya misión es conseguir una katana milenaria para su jefe Orochi Zilla. Cuando el poseedor del arma se niega a aceptar los dos millones de dólares que Wang le trae en un maletín metálico y le echa encima a sus huestes encorbatadas, el héroe de acento oriental suelta una bofetada dialéctica que vuelve a asentar el tono del juego: «Puedo pagar con dinero, o puedo pagar con sangre».

Lo que sigue es un prefacio monumental: una pelea a katanazos en mitad de un dojo, con enemigos que te persiguen y te rodean y se parten en dos como la mantequilla cuando les aciertas con tu hoja. Hay algo ahí de Kill Bill vol. I, y eso solo puede ser buena señal. Tras el espectacular prólogo, ya bien arremangados y metidos en asuntos sobrenaturales, demonológicos y transdimensionales, no tardaremos en conseguir armas de fuego, shurikens o ballestas y otras herramientas de muerte, pero os puedo asegurar que nunca vais a querer separaros del mango de vuestra katana: es satisfactorio, es bello, es letal y, oh, es maravillosamente violento.

El asunto del cortar no ofrece novedades, no hay un modo «balanceo» como Dead Island, solo un botón de ataque normal y otro de ataque con carga previa, pero la diversidad y usabilidad en el control de los poderes que podemos ir desarrollando es una faceta que Shadow Warrior alcanza por otro medio: la combinación. Dos pulsaciones a la derecha y botón derecho del ratón y podremos usar la curación. Dos pulsaciones al frente y botón izquierdo, y tendremos un espadazo especial. Resulta sorprendente que algo tan tradicionalmente arcade funcione de maravilla en un FPS, un mundillo en el que cada vez hay que usar más botones y navegar por más menús. Y puede que la clave de su efectividad y accesibilidad en este juego sea su sencillez.

Escenarios preciosistas y coloridos hasta el mareo, muy variados en su entorno y bien delimitados para marcar el ritmo adecuado (ya conocéis la estructura: abrir puerta, exterminar y abrir siguiente puerta; es algo que muchos odian y otros tenemos por un dogma innegociable) corren sobre un motor gráfico que no es ninguna maravilla pero tampoco se deja condicionar por sus propias limitaciones. No olvidemos que Flying Wild Hog son un pequeño estudio independiente y que su distribuidora, Devolver Digital, es la de otras joyas del bajo presupuesto como Hotline Miami, Serious Sam 3: BFE o Luftrausers, así que comparar Shadow Warrior con la obra de mamotretos de la técnica como Crytek o Ubisoft sería tan absurdo como injusto.

A falta de ver cómo se presenta la versión final del juego, Shadow Warrior tiene los mimbres para ser uno de los FPS al estilo de la vieja escuela más divertidos de los últimos años. Sangriento como pocos, respetuoso del material fuente pero con un aire más liviano en cuestiones estéticas y un sentido del humor que mantiene alto el listón de los chistes malísimos y la coña marinera pero, parece, será más dado a evitar cuestiones sensibles como el racismo y la misoginia, dos rasgos de la idiosincrasia noventera que hoy hacen arquear cejas, tragar salivas y aclarar gargantas. Veremos si Shadow Warrior termina postulándose como la estupenda apuesta que aparenta o si Los Límites del Humor y otras cosas mucho más importantes nos joden esta fiesta de demembramientos, punchlines y corazones arrancados.