Primeras impresiones de Basket Dudes

Basket Dudes no esconde en ningún momento su orientación a un público, o a un estilo de juego, predominantemente casual: desde sus principales selling points —el estilo gráfico cartoon y el hecho de ser gratuito— hasta su modelo de negocio basado en microtransacciones, aquí todo está dirigido a echar partidillos en los ratos libres, sin presión ni una necesidad brutal de jugar varias horas al día para progresar o poder jugar con otra gente que lleva más tiempo. El mantra de Basket Dudes: divertir y retener, divertir y retener. Gran parte de la gracia de Basket Dudes, y el motivo por el que debería gustaros, es la pasión con la que se aferra a un tipo de juego puramente arcade: hay un botón para correr, otro para pasar, otro para tirar a canasta y un cuarto para cambiar de jugador, y basta. Los partidos son rápidos, la cancha se recorre de un lado a otro en un momento y las canastas se suceden sin descanso; quizá, se piensa al principio, demasiado sin descanso. Ahí entra la otra parte interesante de Basket Dudes: la personalización de nuestro equipo. El centro del juego es la creación de nuestro equipo, su personalización y su evolución y mejora. A medida que vamos ganando partidos, la experiencia tanto del equipo en global como de los jugadores individualmente va aumentando —y, además, podemos mejorar ciertos aspectos de cada jugador equipándoles con ropa o tatuajes—, y se nos van dando una serie de cartas que podemos equipar para tener ciertas ventajas sobre el oponente. La enorme variedad de cartas y sus infinitas combinaciones hacen que cada partido sea ligeramente diferente en función de los caminos y decisiones que haya seguido cada jugador. Otro motivo por el que volver a Basket Dudes es su aspecto. Agarrado a la estética cartoon como a un clavo ardiendo, Basket Dudes resulta estrambótico sólo en la justa medida para no cansar. Aunque se echaría un poco más de limpieza en los menús (o igual es que no estoy acostumbrado yo a tanto número y tanta historia), la navegación es clara y todo va bastante fluido. (¡Accesibilidad!) A nivel de rendimiento, el hecho de que me a mí me vaya sin problemas a 1440×900 debería ser indicativo de que el trabajo que se ha realizado para que el juego funcione en el mayor número de ordenadores posible es más que bueno. Para que os hagáis a la idea, mi ordenador pega tirones con según qué gifs animados. Volviendo a lo jugable y aunque se va mejorando constantemente por medio de actualizaciones, ahora mismo el juego tiene dos problemas principales: a pesar de no estar exento de profundidad, sí que tardamos algo más de la cuenta en verla, en darnos cuenta de que está ahí; también, y esto es positivo, tiene que ver por cierta manera orgánica de fundirse esta profundidad en el juego, de pasar medio desapercibida aunque siempre notada, y eso tampoco está mal. El otro pero tiene que ver con cierta tendencia del juego a estar más basado en estadísticas que en habilidad: da la sensación algunas veces de que los números son lo más importante, y un jugador con los números adecuados para lanzar triples meterá los triples, sin importar tanto la habilidad de nosotros, que manejamos a ese tipo. Esto tiene cierto sentido si pensamos en las cartas y sus efectos, pero quizá un poco más de protagonismo a la habilidad no iría mal. Pero Basket Dudes es bien divertido: aseguraos de jugar con un mando o algo que no sea el teclado y estaréis ante un arcade de deportes con mucho más detrás de lo que a primera vista parece, brutalmente accesible (y ya no sólo a nivel de control: acceder a partidas es tan fácil como pulsar un botón, y todo lo demás es automático) pero con un buen puñado de cositas que le dan suficiente complejidad como para mantenernos subiendo niveles, consiguiendo objetos y fichando jugadores para nuestro equipo. Recordad el mantra: divertir y retener. Basket Dudes divierte y, como tienen que hacer los buenos multijugador, le deja a uno con ganas de volver a echar un par de partidos más, subir otro nivel, retar de nuevo al cabrón que nos ganó. No es NBA 2K11, por supuesto, pero vamos: ni falta que le hace.