Primeras impresiones de Kirby's Epic Yarn

Imaginaos algo bonito. No, no bonito en plan la última jugada de Messi, sino bonito en plan mono, cuco, kawaii, cute… esas cosas. Como un gatito metido en un tarrito de galletas a su vez llevado por un unicornio con arco iris montado por Sackboys que se hacen amigos de cachorritos. Bien, pues este Kirby es como eso, pero más. A mi modo de ver, uno de los tapados de este E3, Kirby’s Epic Yarn es un juego que destila amor por los cuatro costados, un amor puro y prístino capaz de convertir a Kim Jong en buena persona a los tres minutos de jugar al juego y nacido del buen gusto extremo y las tablas a la hora de hacer plataformas en 2D. Es decir, no estamos ni mucho menos ante un ejercicio vacío de estilo, si no ante una redefinición de todo lo que es Kirby. Para muestra un botón: La bola rosa de marras ya no devorará a sus enemigos, sino que les golpeará con un látigo para luego lanzarles rodando. Aunque los fetiches cambian, la tensión sexual se mantiene, y eso es exactamente lo que hace este juego: cambia para que todo resulte fresco sin modificar ni un ápice la esencia de Kirby. Siguiendo esa premisa nos encontramos con un estilo gráfico encantador pero nunca visto en otro juego de Iwata Kirby (si acaso, algo reminiscente del LittleBigPlanet), con interacciones con el escenario y giros dignos del Paper Mario, un nuevo sistema de ataque pero que mantiene la física clásica y “flotante” de la saga, y un nuevo modo de cooperativo con otra bola azul de ojos enfadados. Al final, todo ello se traduce en una cosa: una demo que me ha hecho estar sonriendo durante cinco minutos con cara de bobalicón, aturdido y sorprendido de las mil y un posibilidades que nos brinda el jugar con hilillos de lana y lo brutalmente elegante y mono hasta la diabetes que resulta todo. Majia nintendera de la buena, oigan.