Primeras impresiones de L.A. Noire

En la hora y media de L.A. Noire ((No confundir con La Noria, aunque en hora y media de ésta puedan verse también muchas cosas truculentas, macilentas, purulentas y a varias personas lentas.)) que me enseñaron ayer pude ver y escuchar: coches con estribo, fusiles, menores violadas y drogadas, la Los Angeles de los años 40 recreada a las mil maravillas, peleas a puño descubierto, trajes de tres piezas, películas porno en blanco y negro, jazz a todo trapo, coches con estribo traspasados a tiro limpio, braguitas arrancadas de cuajo, extorsiones, agentes corruptos de la brigada de antivicio, persecuciones à la Farruquito, gangsters y mobsters, pósters de Bogart y Bacall en The Big Sleep, zapatos de tacón, las mejores animaciones faciales que se hayan visto nunca en un videojuego y un personaje protagonista que se agacha en mitad de los tiroteos, recoge el sombrero del suelo y se lo pone antes de salir de la cobertura para poder limpiar el local de mafiosos a base de disparos en la cara. Yo creo que no hay que decir mucho más para que estemos todos emocionados como colegialas pero Pep me ha dicho que dos escopetas tiene, así que si seguís leyendo, yo os sigo contando y Pep no me dispara. Quizás no lo parezca a primera vista —desde luego que el tráiler no da pistas de esto—, pero por lo que pude ver el corazón jugable de L.A. Noire se parece más a un Phoenix Wright o a una aventura gráfica de las de toda la vida que a un Gran Theft Auto. Que sí, que vamos a tener la oportunidad de arrasar en los tiroteos y de conducir a toda pastilla por la ciudad, que vamos a tener acción e igual se nos queda el dedo tonto de pegar tiros con una Thompson, pero lo realmente interesante del juego está en otra parte: está en el trabajo detectivesco que da pie a esa acción y nos da causa probable suficiente a nosotros como para que luego vayamos a casa de un fulano, le reventemos la puerta y cara a patadas y le descerrajemos un tiro en el pecho a su socio. Pero antes de dejarnos llevar por la dulce, dulce brutalidad policial, tendremos que molestarnos en construir el caso y para eso vamos a tener que —glups— pensar y aprender a leer las reacciones de los demás. Esto de pensar tiene que ver con la muy razonable y razonada presentación de los casos que se hace en L.A. Noire. Al principio del juego seremos unos novatos que quieren abrirse paso en el LAPD. Como el juego está situado en los años 40 y patear afroamericanos no era un mérito especial en la época sino lo menos que se despachaba, la manera de hacerlo tendrá que ser a base de resolver casos, todo muy old school. Nos asignarán una investigación y nos pondremos en marcha con nuestro compañero. Una vez llegados a la escena del crimen podremos examinarla al son de un jazz elegante en el que, cuando encontremos una pista para el caso, se resaltará un arreglo de piano. Observaremos los objetos y los manipularemos, aunque no todo lo que encontremos será relevante para el caso y muchas posibles pruebas están para tentarnos hacia callejones sin salida. Podremos hablar con el forense para que nos dé detalles macabros, con nuestro compañero para que haga chistes obscenos… las pequeñas delicias del trabajo policial, vamos. Lo de aprender a leer las reacciones de los demás está relacionado con la obtención de las pruebas: cuando hayamos terminado de examinar el lugar de los hechos y hayamos anotado todo lo necesario en la libreta, tendremos que enfrentarnos a los acusados y a los testigos del caso. Por el camino iremos tratando de construir en nuestras privilegiadas cabezas un relato de lo ocurrido en base a las pruebas que hayamos encontrado, y este relato hay que contrastarlo con lo que los implicados nos tengan que contar. Los interrogatorios son la clave de L.A. Noire, y todo está orientado a conseguir que parezcan realistas y dinámicos, y ahí es donde entra la tecnología absolutamente mágica que se han sacado de la manga en Team Bondi para la captura de los movimientos faciales. Os digo que me contaron cómo funciona, pero cuando la veía en funcionamiento sólo podía pensar que era cosa de magia negra. Alguien le ha vendido el alma a Satán en ese estudio para poder hacer lo que han conseguido. Los vídeos que corren por ahí no le hacen justicia a cómo de logradas están las animaciones cuando las ves en directo, metidas en una conversación o en una escena de acción, porque no sólo es que se pueda reconocer a los actores de un vistazo, es que hay gestos inconfundibles, expresiones, tics, que causan estupor cuando los ves. La miríada de detalles que hay en las caras de los personajes (incluso en los secundarios y en los meros viandantes) de L.A. Noire es algo que tenéis que ver en directo para poder creerlo. “Muy bien”, diréis. “Salen todos muy guapos, pero eso a mí ¿de qué me sirve?”, diréis. La duda es razonable: eso servirá para los interrogatorios, que no se basarán sólo en buscar contradicciones entre los testimonios y las pruebas, sino en aprender a detectar cuándo los acusados o los testigos están mintiendo, no sólo por sus voces, sino por su lenguaje corporal. El trabajo de los actores es enormemente sutil y, antes de llegar a un testimonio lo suficientemente comprometedor como para poder levantarles el farol, tendremos que conseguir guiarnos, mediante nuestra intuición, por la maraña de gestos que revelan involuntariamente que alguien está mintiendo. En algunos casos los gestos serán más evidentes, pero en otros serán cosas como una caída de ojos, una contracción del pómulo, un levantamiento de ceja o un levísimo tic en el labio. Además, el tiempo es un factor clave en los interrogatorios: mientras repasamos nuestra libreta para organizar nuestras preguntas, los interrogados quizás se vayan poniendo nerviosos, quizás se vayan alterando y sus movimientos nos puedan dar más pistas sobre si nos mienten como bellacos o nos dicen la verdad como concejales de urbanismo. Durante los interrogatorios será importante también saber leer las emociones de la gente: un testigo asustado no responderá bien ante la intimidación y quizás sea mejor hacerle saber que comprendemos su miedo, pero que eso no nos ayuda. Otros indeseables embusteros, por fortuna para nosotros, tendrán que ser manejados con mayor dureza, estilo “alégrame el día”. Por si acaso vuestros medidores de hype no están ya por las nubes, técnicamente el juego tiene muy buena pinta, aunque en pura honestidad hay que decir que ciertas cosas necesitan mejorar y aún es un poco pronto para hablar. Las peleas a puñetazos son un poco torpes, un poco como ver a Pepe Viyuela peleando con una silla plegable. Los tiroteos están bien, pero no tienen nada que los haga parecer mágicos, no tienen un sabor característico como sí que tiene la parte de investigación. Un poco de carisma en ese departamento le haría un inmenso favor al juego. La recreación de los escenarios y del ambiente es soberbia, pero es urgente que el juego de luces adquiera matices y expresividad. Por último, pero no menos importante: los sombreros son un poco demasiado grandes para las cabezas de los personajes. Eso no es elegante, amigos. De modo que, si finalmente entre Team Bondi y Rockstar consiguen que la mecánica de L.A. Noire se mantenga fresca durante todo el juego, si los interrogatorios mantienen cada uno un nivel de reto interesante y no caen en pautas fácilmente reconocibles, si los casos son todos tan intensos y están tan bien hilados como el que me enseñaron, si saben dosificar la acción y si el juego no se alarga innecesariamente ((Ya aprendí la lección del Mafia II, no os quiero hypear innecesariamente y que luego me digáis cosas acerca de mi madre y no sé qué esquinas.)), podemos estar hablando de un título de esos que se esperan con devoción fervorosa, con impaciencia virginal, con ansia homicida. Y hablando de ansia homicida, ¿así vale ya, Pep? Ufffff… Gracias a todos, chicos, por leer hasta aquí y salvarme con ello la vida. Un verdadero redactor de videojuegos no puede aspirar a más que a no ser acribillado en los genitales.