Primeras impresiones de Need for Speed: The Run

Ya me daba a mí la impresión de que The Run iba a ser una pasada, algo me hacía pensar que Black Box no iban a fallarnos, y ya en la presentación me quedé con la boca abierta: la mezcla del subidón de estar cerquísima del escenario (los únicos que estaban delante eran ya gente de EA), la pantalla tochísima y el brutísimo sonido con el que nos bombardeaban en todo momento consiguió alucinarme muchísimo. Tuve la sensación de que el juego intentaba asesinarle a uno de un ataque al corazón: si tengo que aguantar seis, siete, ocho horas a este ritmo, no llegaré al final en buen estado, pensé. Al jugarlo la cosa se templó, pero no lo suficiente como para que se me fuera la idea del infarto de la cabeza. Jugamos la parte más guionizada y resultona, pero eso nos valió para comprobar que la conducción es sólida como un bloque de granito y que las situaciones extremas en las que el juego nos pone son tan emocionantes como parecían. Varios puntos fuertes: el primero es la espectacularidad constante de la que Need for Speed: The Run hace gala. Esto tiene que ver con el uso de Frostbite 2, ese motor gráfico que nos hace sentir presión en las partes púdicas, y con cierta tecnología de captura de movimientos (que básicamente coge al mismo tiempo la expresión facial, el movimiento del cuerpo y la voz, creando un conjunto mucho más orgánico que cuando se capturan estos tres elementos por separado), pero también con un muy buen sentido escénico: cómo y cuándo ocurren los momentos scriptados de las carreras en el modo historia ayuda mucho a que la sensación de espectacularidad nunca decaiga. Es realmente fenomenal ir conduciendo a toda hostia por Chicago mientras nos persigue un helicóptero de la mafia y las explosiones se suceden a nuestro alrededor. Otro punto fuerte es el concepto del juego, que personalmente me parece genial: somos Jack, un tipo que participa en una carrera de costa a costa de los Estados Unidos y al que no paran de ocurrirle cosas bien jodidas. La cantidad de kilómetros de carretera que podremos recorrer a lo largo del juego, más de 300, es realmente enorme y las localizaciones, aunque con sus licencias en favor de la jugabilidad, reproducen de manera muy creíble las ciudades en las que se inspiran. Este modo principal, en el que también podemos correr a pie mediante unos Quick Time Events montados en las secuencias cinemáticas para que no tengamos que mirar pasivamente lo que Jack hace cuando no está en el coche, es sólo una parte del juego, pero también habrá carreras más normales. En la presentación nos dijeron que, ante todo, The Run es un Need for Speed y, como tal, un juego de coches, con lo que la conducción es la espina dorsal de la experiencia; de hecho, sólo un 10 % del modo historia se desarrolla a pie, con lo que podemos esperar más un extra curioso que una característica importante. Need for Speed: The Run parece, pues, la confirmación de que EA ha conseguido reconducir su franquicia de carreras hasta hacer que su nombre sea sinónimo, más que de continuismo, de velocidad, y que alrededor de ella podemos esperar diferentes experiencias basadas en la conducción. Si siguen eligiendo bien los estudios que se encargan de la marca, posiblemente Need for Speed vuelva a ser, como ya parece que va siéndolo, la mejor franquicia de juegos de coches, y con The Run parece parece que Black Box han hecho un trabajo digno de elogio.