Primeras impresiones de Star Wars Battlefront

Siempre me ha costado bastante responder a la pregunta de si me gusta Star Wars. No me sale lo de asentir, sin más, cuando pienso en esos disfraces, en esas estanterías hasta arriba de merchandising carísimo o en esas cabezas ocupadas por miles de detalles pequeñitos sobre el universo expandido. Pero sí, claro, he visto varias veces la trilogía original, tengo por ahí algún libro y algún sable láser de plástico, siento un poco de ese noséqué cuando suena la banda sonora de John Williams. Más que suficiente, según pude comprobar durante una presentación en Estocolmo, para que el efecto hipnótico de Star Wars Battlefront funcione conmigo.

No hace falta ser muy fan —tampoco muy espabilado— para ver qué pretenden los de DICE. La recreación de esa galaxia muy, muy lejana, de sus batallas, sus naves, sus personajes y sus armas es la prioridad aquí. Es una decisión que se entiende y que incluso se agradece, porque tampoco supone descuidar todo lo demás; el diseño de Battlefront parece tenerlo todo más o menos en su sitio, pero lo que destaca de inicio son los característicos barridos en las transiciones —en el respawn—, la animación clavada hasta lo absurdo del AT ST que asoma por ahí. Cuando hay una explosión, las tropas imperiales afectadas por la onda expansiva recuerdan más a actores saltando que a un motor de físicas. Las piedras parece traídas de Tatooine y las chispas, vaya que sí, son las únicas e inconfundibles. Porque los gráficos importan, lo mismo que los efectos especiales en el cine, y en este juego sorprenden de una forma genuina. Casi había olvidado lo mucho que me gusta quedarme embobado con una textura.

Lo que pude probar, en un PC con muchos teraflops y miriclodianos, es la misma beta que estará disponible para todos el próximo 8 de octubre. Está el modo Supervivencia por oleadas, para uno o dos jugadores en cooperativo, ese mapa enorme en Hoth para cuarenta y se estrena Drop Zone, en Sullust, con dos equipos de ocho disputándose el control de las balizas que van cayendo del cielo, una a una.

Sea por herencia, por exigencias del guion o por la voluntad de no frustrar a los novatos, las decisiones que toma Star Wars Battlefront parecen coherentes y dibujan cierta personalidad. Lo que menos me convence, por ahora, son una especie de hologramas que aparecen de forma aleatoria en distintos puntos del mapa y que son la única forma de invocar naves o héroes. Sin bonificaciones por rachas de bajas, cualquiera puede palmar y reaparecer, mira tú que bien, justo delante de la chapita que te permite controlar a Darth Vader o Luke Skywalker durante un rato. Los Sith y los Jedi tienen una cuenta atrás —que baja más deprisa si reciben daño—, pero lo normal es que en ese tiempo te lleves por delante a cinco o seis, a espadazo limpio, estrangulando a distancia o con una onda de fuerza.

Con una progresión bastante limitada en la beta, que permite llegar solo a nivel cinco y desbloquear cuatro armas, siguen las dudas sobre la extensión del juego en todas las direcciones. Sin mecánicas especialmente complejas, el interés a medio y largo plazo habrá que buscarlo en la cantidad y la variedad, tanto en mapas como en modos de juego. Lo cierto es que hay bastantes partes inaccesibles en los menús. Mientras me muevo por esos cuadraditos sombreados, pienso en cómo será el Entranemiento, en cuántos planetas habrá que resistir ante oleadas de enemigos o qué tipo de experiencia buscarán potenciar las modalidades que todavía no conocemos. Tampoco puedo evitar fijarme en el Tie Fighter fotorrealista que gira lentamente en la parte derecha de la pantalla. Quiero acercarme, para saber si el Imperio usa tornillos Allen o de estrella, y pulsar todos los botones en la cabina. Hacen falta extras y galerías, el fanservice más explícito que uno pueda imaginar. «Algo de eso habrá, pero tendréis que esperar un poco más», me dice el director de diseño Niklas Fegraeus. Nada de eso tendrá relación o será compatible con dispositivos de realidad virtual, por ahora; en DICE no quieren comentar nada sobre esa demostración con Oculus que sí están preparando otros en el laboratorio de Industrial Light and Magic.