Primeras impresiones del multijugador de Homefront

La semana pasada quedó bastante claro que Kim Jong-un será el sucesor del Líder Supremo coreano; primera predicción acertada por Homefront ((Juanfran para los amigos; de hecho, no se distinguen los nombres si uno habla con la boca llena.)). No era una apuesta arriesgada, también es verdad, teniendo en cuenta que el hijo mayor es un poco tonto y el del medio, sarasa. O eso dicen, vaya. Pero por suerte o por desgracia, el nuevo juego de Kaos Studios no es un Sims protagonizado por Kim Jong-il y familia, sino un FPS con un multijugador más o menos convencional. Más o menos. La predilección de esta gente por las batallas tirando a grandes viene de lejos. Como Trauma Studios son recordados por Desert Combat, el mod de Battlefield 1942, y ya en THQ, con Frontlines: Fuel of War metieron a 50 jugadores en 360 y a 64 en PC. Homefront no llega a tanto, pero con 32 y unos cuantos vehículos hay de sobras, creo yo. Los controles son idénticos a los de la mayoría de congéneres y los enfrentamientos son, vistos desde fuera, muy parecidos a los de títulos con una escala similar. Sin embargo, el desarrollo de las partidas es bastante peculiar por la introducción de los llamados Battle Points y todo lo que permiten «comprar». Aunque también subimos de nivel —sinceramente, no sé muy bien para qué; las clases y las armas seguían igual después de subir de rango dos o tres veces—, estos puntos no se mantienen, se cambian durante la partida por todo tipo de accesorios, equipo de apoyo y vehículos. Con un par de headshots podremos usar el bazooka conseguir más cargadores, pero necesitaremos unas cuantas muertes más y algún que otro territorio conquistado para poder pilotar un helicóptero. Aunque se consiguen también realizando tareas de equipo, estos puntos son individuales. Son un premio a los que están jugando mejor, pero no un castigo para los últimos de la lista; el sistema es la base del juego, tiene mucha más presencia que las rachas de Modern Warfare, por ejemplo, y por lo tanto los precios son razonables. Las opciones que esto permite se amoldan bien a las particularidades de cada mapa. En el primero que probé, un barrio relativamente pequeño en ruinas, los drones eran el producto estrella: mini-helicopteros que disparan mini-misiles, otros de reconocimiento para señalar la ubicación de los enemigos en los radares del equipo, coches teledirigidos más peligrosos que ese que escondía una serpiente escupe-agua… No es lo mismo, porque cualquiera nos los puede destrozar con un par de ráfagas, pero suponen una forma bastante efectiva de no renunciar a vehículos —el control de grandes y pequeños, siempre con vista exterior, es aceptable— en entornos más o menos cerrados. En la enorme granja, se veían menos juguetes: la gente prefería campear un rato ((A los obsesionados con disparar desde la parte de arriba del puente: se os ve un montón, joder. Me forré a vuestra costa.)) y ahorrar para poder meterse dentro de un tanque. El objetivo en ambos entornos —con un diseño muy cumplidor— era el mismo: tomar conjuntos de tres territorios que iban cambiando de sitio. Por los movimientos migratorios cuando esto sucede, las partidas suelen ser igualadas y emocionantes hasta el último momento. No le dediqué a Homefront tiempo suficiente como para sacar conclusiones sobre el equilibrio entre clases —cada una con un equipo predefinido—, pero no vi nada alarmante más allá de una molesta carencia de escopetas. O ni eso, porque igual las había y no las vi. A falta saber hasta qué punto los elementos más interesantes de la campaña, como el argumento y el hecho de formar parte de una resistencia con nula experiencia militar, podrán estar presentes en el online y a la espera de que lo que en Londres era pre-alpha vaya adquiriendo aspecto de juego terminado, se podría decir que… que… pues lo mismo que digo en Eurogamer, porque esto de escribir dos veces sobre lo mismo es complicado:

Homefront parece el típico que no le quitará el sueño a Kotick, pero que con suerte nos hará dormir un poco menos a nosotros. Aunque sea para variar un poco.