Primeras impresiones de Grand Slam Tennis 2

Después de pasar por Wii sin plantarle demasiada cara a su competencia, formada esencialmente por el fantástico Top Spin de 2K, EA ha decidido que Grand Slam Tennis 2 deje el peloteo y se dedique al fin a jugar en Roland Garros, con los mayores. Sus cartas para salir bien parado del trámite se ven fácilmente: el remozado visual intenso y la introducción de un nuevo sistema de control que nos deja usar el stick derecho para tener una precisión con la raqueta hasta ahora, teóricamente, inaudita. Además tienen a McEnroe de su lado; poco puede salir mal, parece.

En un modo esto es verdad: nada les puede salir especialmente mal, porque el juego, ya en el estado en que lo he podido jugar (en las oficinas de EA Canada, con el mundo helándose tras el cristal, apenas a un metro de mí), puede plantarle cara a Top Spin en todo lo que se proponga: tiene los gráficos, las licencias y el estilo en el gameplay suficientes como para no tener que avergonzarse de nada.

Cualquiera que esté un poco acostumbrado a FIFA verá que el estilo visual de los menús se ha homogeneizado para ajustarse a lo que uno espera encontrar en un juego de EA Sports; más allá de ellos también se ha tratado de ofrecer el nivel gráfico que la gente espera, y así los modelados de la cara tienen un nivel muy alto y, más imporante, las animaciones se ven orgánicas y fluidas, amén de estar influidas por el estilo de juego de cada tenista. Desde las Williams hasta Federer y desde Sharapova hasta Nadal, tenemos a un par de decenas de caras conocidas con las que contar, con sus estilos de juego diferenciados, sus dejes y manías y sus voces características; clásicos como Bjorn Borg o John McEnroe también hacen acto de presencia, con sus esadísticas, según nos explicaron, basadas en los momentos álgidos de sus carreras. McEnroe, además, es comentarista durante los partidos, algo que está más que bien, en mi opinión.

El estilo de juego de cada tenista también influye en cómo debemos o deberíamos jugar. No es lo mismo elegir a alguien muy defensivo que a alguien cuyo fuerte es jugar desde la red, y nos irá bien tener esto en cuenta para adaptar nuesto estilo al de nuestro tenista y aprovechar así sus puntos fuertes. Lo mismo cuando nos creamos un tenista vía editor de personajes: sus inclinaciones hacia el juego de fondo, la agresividad o lo defensivo son casi tan importantes como nuestra habilidad con el mando, y hay que tenerlas localizadas y saber aprovecharlas.

A la hora de coger la raqueta, el punto diferencial lo pone el sistema de control de precisión que aprovecha el stick derecho para mejorar la precisión de los tiros. Basado en otros juegos de EA como el fabuloso Fight Night, resulta tan intuitivo como uno podría esperar: golpe de stick hacia delante para golpear la pelota, mantener hacia atrás y golpe hacia delante para cargar el tiro y dos modificadores, R2 y L2, para modificar las voleas y las dejadas. Tan sencillo como suena, y también bastante bueno: parece permitir un poco más de precisión no sólo en la dirección (cuando nos acostumbramos: al principio es todo lo contrario, pero nada que no solucionen dos o tres partidos) sino también en el timing con que golpeamos la bola.

Tiene también sus problemas. Uno de ellos lo localicé apenas unos segundos después de que nos explicaran cómo se jugaba: tiene que ver con jugar con otra persona en la misma pantalla. Cuando ocupamos la zona inferior es muy sencillo e intuitivo comprender y utilizar el sistema de control analógico, pero no es tan así cuando dejamos de dar la espalda a la pantalla y nos enfrentamos a ella; tanto invirtiendo la orientación como intentando usar el stick de la misma forma que cuando estamos en la mitad inferior la situación tiene tendencia a irse de las manos y volverse prácticamente injugable. En esas ocasiones mejor confiar en nuestros viejos amigos los botones.

Para los de la vieja escuela también es posible jugar con botones, y funciona justo como uno esperaría: ninguna sorpresa en este aspecto. Donde sí que hay algún que otro ajuste que puede extrañar a los asiduos de Top Spin es en los pequeños detalles: es evidente que EA quiere hacer otro juego, pero resulta raro perder pelotas que no deberían haber costado demasiado por calcular mal nuestra posición. En ese aspecto, Grand Slam Tennis 2 parece menos permisivo que su competencia: hemos de afinar bastante tanto nuestro lugar en la pista como el momento en que golpeamos la pelota si queremos vencer a una inteligencia artificial bastante, bastante decente y que en el segundo nivel de dificultad (de los cuatro que hay) ya supone un reto muy considerable. Puede que esto suene bien al ponerlo por escrito, pero al final serán este tipo de cambios y diferencias los que harán que el jugador de Top Spin le dé una oportunidad seria a Gran Slam Tennis 2 o prefieran seguir abrazándose a una familiaridad que tampoco está mal.

En los demás aspectos, el trabajo de EA para tener todas las licencias posibles e intentar hacer el juego de tenis más realista posible se puede apreciar a primera vista. Un detalle fantástico y que da cierto dinamismo a los partidos es la presencia de McEnroe como comentarista: resulta casi inexplicable que nadie hubiera tenido la santa idea de hacer que los partidos en los juegos de tenis estuvieran comentados, pero aquí está EA para salvar la situación y, efectivamente, las voces de fondo se agradecen; no sólo por el realismo que aportan, sino porque parecen influir un poco en la percepción del ritmo del juego que tenemos mientras estamos a los mandos.

Grand Slam Tennis 2 funciona como respuesta a Top Spin (se nota que EA quiere evitar que 2K gane otra batalla como la del basket) pero es suficentemente distinto como para no parecer un producto aprovechado o demasiado subordinado a unas circunstancias concretas. Todavía falta un tiempo para que salga, pero las principales preocupaciones que podían surgir ya se han disipado: no, no sigue de ningún modo el estilo del primero, y sí, parece que EA esta vez se clasifica y pasa a la siguiente ronda. The more the merrier: nunca está mal que haya nuevos competidores fuertes en un género tan férreamente monopolizado como el tenis.