Primeras impresiones de XCOM

Cuando se habla de los nuevos jugadores, de los novatos que descubren una saga cuando ya se ha apartado demasiado de sus orígenes, es conveniente tener en mente que podemos ser uno de ellos. Efectivamente, la estrategia en PC no es mi fuerte, y lo era menos todavía allá por 1994, cuando Julian Gollop y sus colegas de Mythos Games se metieron el mundo en el bolsillo. Esto tampoco es del todo malo: podré disfrutar del nuevo XCOM —ahora un FPS— sin pensar en el sacrilegio que seguramente es, y siempre estoy a tiempo de recuperar los clásicos. Eso sí, cuando el material que te dispones a reinventar es tan apreciado, sólo hay una aproximación posible: la de la documentación y el respeto. Los productores de 2K Marin parecen tenerlo claro, a juzgar por lo mucho que insisten en que son «fans absolutos de la saga». El acento y el cuerpo de uno de ellos intimidan demasiado como para cuestionarle, así que me dispongo a ver la presentación con buenos ojos. La verdad es que me lo pone fácil, con unos gráficos bastante sólidos y una dirección de arte, con partes iguales de realismo y cómic, más que adecuada para representar una versión alternativa de la América de los años 50. La jornada laboral del agente especial del FBI William Carter empieza con un paseo por las típicas instalaciones secretas, comprobando que se siguen rastreando e interviniendo comunicaciones de todo tipo en busca de indicios de actividad alienígena. Por lo visto, como con los terremotos, los animales tienen un sexto sentido para estas cosas: la llamada de una señora nerviosa por el extraño comportamiento de sus mascotas se acaba de convertir en nuestra próxima misión. Podría haber sido cualquier otro de los tres iconos sobre el mapa gigante de los Estados Unidos que hay en la pared y puede, de hecho, que después sea tarde para intentar dedicarnos a eso. En la selección de los objetivos estará el componente estratégico —nada que vaya a contentar a los nostálgicos— del juego; cumpliendo unos ganaremos dinero, otros permitirán transformar el conocimiento sobre el enemigo en nuevas armas… Imagino que a eso se dedicó el protagonista en la última misión, porque en el laboratorio le enseñan una Ray Gun y las nuevas granadas incendiarias hechas con un líquido negruzco que bien podría ser de otro planeta. Ahora ya sí, nos metemos en el coche con nuestros dos ayudantes para empezar la misión. Los animales tenían razón: algo va jodidamente mal en ese barrio residencial. El sueño americano convertido en pesadilla por culpa de una cosa viscosa y negra, cuyo rastro nos muestra el camino hasta varios cadáveres impregnados. No hace falta el mapa, aunque nos lo muestran para que veamos que se parece al de Far Cry 2: es como un objeto más del inventario, que sacamos y consultamos en tiempo real, sin que se detenga la acción. Mientras lo hacemos, también vemos los objetivos apuntados en la libretita que sujetamos en la mano derecha. Buen detalle, pero no podemos entretenernos: los gritos en una de las casas nos hacen pensar que tenemos poco tiempo y dejan todavía más claro dónde hay que ir para que comience la acción. Las masas amorfas de Blandiblup oscuro rompen ventanas, asoman por las tuberías… Podemos sacar fotos que luego analizarán los investigadores, pero si estamos apurados lo mejor es hacer eso que siempre funciona: sacar la shotgun y liarse a tiros. Ni entonces aparece HUD alguno en pantalla. Intuyo unos controles muy parecidos a los de Bioshock, pero también unos combates muy distintos con unos enemigos que nada tienen que ver con Splicers o Big Daddies. Por mucho amor que le tenga uno a la escopeta, las mencionadas granadas incendiarias y el cacharro que dispara rayos parecen la opción más sensata cuando la habitación se llena de estos mocos negros. Con todos, incluído el que estaba a punto de cargarse a la pobre señora chillona, nuestro trabajo parece haber terminado. Los cojones… Todo empieza a temblar, la luz se vuelve loca y uno de los ayudantes desaparece, literalmente, al ser alcanzado por un rayo. El culpable, una especie de monolito flotante de nombre Titan, que adopta varias formas geométricas antes de quedarse la de anillo, que parece ser la más cómoda para arrasar con todo. William empieza a correr hacia el coche y… se acaba al demo, para variar. Aun sin el mando en las manos, la cosa promete. Está claro que con XCOM 2K no pretende contentar a los fans primigenios de la franquicia, pero me creo que como mínimo no va a hacerles la putada de usar su nombre en vano. O en un shooter genérico.