Puede que en The Last of Us: Remastered las imágenes por segundo no sean para tanto

Dejadme empezar diciendo que los 60 frames por segundo le sientan como un guante a The Last of Us: Remastered. (Es The Last of Us: Remasterizado, pero voy a mantener la remasterización en inglés, si no os importa.) Le he dado muchas vueltas a la cuestión. En la conferencia de Sony en el E3, fruncí el ceño, hay testigos, ante esa suavidad como de telefilme; hoy, con el mando en la mano y el juego delante, me he dado cuenta de que la prefiero.

Cuando terminó la presentación en la que Arne Meyer dijo lo del selector de imágenes por segundo, fui con cierta inquietud a ver cómo era aquello de los 60fps en The Last of Us. ¿Qué nos dice sobre la importancia de los frames por segundo el hecho de que desde Naughty Dog no se casen con nadie y dejen elegir, como si no fuera tan importante, como si no fuera para tanto? Jugué la primera escena, la de la hija de Joel; ya sabemos cómo va: el latigazo que te pegan cuando el control pasa de un personaje a otro, la extensión del clímax para tirarte como una losa el cartel de título del juego. El último de nosotros. Eso sigue ahí, claro; hizo hincapié varias veces Arne Meyer en la importancia de mantener todo tal y como estaba en PlayStation 3: nada de cambiar el diseño del juego, nada de quitar o poner. Se les ve confiados en eso. Es lo técnico lo que importa; cómo han usado el plus de potencia de la nueva generación para lavarle la cara al juego.

Es solo eso: un lavado de cara, nada que cambie la experiencia de ninguna forma significativa. Si me preguntáis a mí, tampoco es que le haga falta; dejó claro Meyer que lo de no cambiar nada ha sido «una decisión consciente, no por cuestión de limitaciones técnicas». Me sorprendió cómo parecía querer quitarle hierro a la remasterización, dejando claro que ha sido una forma de probar cómo se porta el motor del juego, creado de base con la nueva generación ya en mente, en un escenario real. «Nos ha ayudado para ver hasta dónde podemos llevar las cosas mucho antes» que si hubieran empezado de cero, saltando de plataforma sin red, encontrándose con los problemas y buscando las soluciones a medida que llegaba el momento, como hicieron, comentó, al pasar de PlayStation 2 a PlayStation 3.

No sé si la intención era calmar a cierta parte de los asistentes que, malpensados, nos preocupamos por cómo estos proyectos hasta cierto punto reciclados pueden afectar a la buena marcha de su nuevo Uncharted, pero además de todo eso que ya hemos leído más de una vez por ahí (lo de que empezaron a hacer la remasterización con cierta timidez y fueron ampliando el equipo al ver que la gente respondía bien) comentó que la mayor parte de los que trabajan en The Last of Us: Remastered tienen un perfil técnico: ingenieros, por meterlos a todos en un saco algo injusto, pero nadie que pueda afectar al avance creativo de otros juegos. La idea era aprovechar las pruebas con el motor para hacer algo tangible, para tener una prueba de lo que pueden hacer, aprovechando el trabajo que ya tenían de modelos y texturas de la versión para PS3 (muy por encima de lo que la consola puede mover, reconoció, y luego simplificado para que se adaptara a la máquina), un juego con el que entrar en la nueva generación.

Es curioso tener tan al lado la diapositiva en la que Meyer resumía las mejoras técnicas del juego y el resultado final, la remasterización en la que esas mejoras están aplicadas. Algunas están claras: a la resolución y al framerate no se les puede responder, porque es evidente que hay un avance visible y al que es difícil resistirse. Otras cosas parecen tener menos peso, pero cuentan: hemos sufrido mucho con el streaming de texturas como para no agradecer ahora que todo esté en alta resolución todo el rato, sin comerte la típica fachada Pokémon, que evoluciona desde un puré de colores hasta la pared de ladrillos, pasando por un estado intermedio en el que parece que sí, pero no. Menos claro me quedó lo de la distancia de dibujado: en la sección que jugó Meyer durante la presentación, justo la escena anterior a encontrar a Bill, no era tan fácil fijarse en eso, pero en la parte del primer capítulo en la que Tommy nos lleva en el coche todavía se veían algunos árboles apareciendo de la nada cuando nos fijábamos en la carretera.

Por lo general, aun así, la diferencia se nota muchísimo, especialmente en las distancias cortas: en las escenas en las que dos personajes hablan, cuando compartimos charleta con Ellie, cuando nos fijamos de cerca en los escenarios. Quizá os acordéis de la habitación de Joel en la primera parte del juego, cuando entramos con Sarah; el nivel de detalle ahí es muy alto, y en la tele, donde están dando un noticiario hablando de la jarana que se está empezando a armar, la imagen es increíblemente nítida. Curiosamente, se me quedó muy marcada la televisión: estamos muy acostumbrados a ver texturas de segunda en las teles, y ver un vídeo tan definido en una me impactó.

Ahora queréis que os diga si merece la pena jugarlo, ¿eh? No lo sé. Puede que no. Puede que las mejoras gráficas no sean suficientes: en PlayStation 3, The Last of Us era una cima; aquí es un primer paso, en ensayo para empezar a imaginar lo que pueden llegar a ser los juegos dentro de seis o siete años. Quizá para esto venga bien pensar en esa gente que no tuvo PlayStation 3 pero sí tiene la 4, aquellos que se pudieron perder el juego y tienen aquí una oportunidad inmejorable de acceder a él en las mejores condiciones posibles. Yo sé que voy a jugarlo otra vez, eso es algo que tengo claro. Por méritos del juego (me sigue pareciendo, por muchas cosas, uno de los mejores de los últimos años; no pude evitar pensar en Dragon Age: Inquisition al ver a Bill, por ejemplo) y también por lo que nos puede decir sobre la nueva generación. Por cómo sirve para pensar en las posibilidades del framerate como un elemento más con el que jugar, suspicacias técnicas y parloteos fofos aparte; por lo que nos dice sobre la importancia de lo visual en los videojuegos; por lo que podemos sacar en claro relacionando la segunda partida con la sequía de lanzamientos en la nueva generación.

Y por Left Behind, claro, que lo tengo pendiente todavía.