Suda51: «Con América siempre pienso en animadoras y motosierras»

Nos recibe en sala de prensa con un blazer oscuro, una camiseta promocional de Let it Die, unos vaqueros y unas destelleantes zapatillas plateadas. «Muy bonitas», señalamos a sus pies. «¡Oh, muchas gracias!», reacciona como un niño al que alguien ha agasajado con una piruleta, hay ilusión genuina en sus ojos. Cada gesto de Goichi Suda, su forma de estrechar la mano con esa ligera reverencia tan de los japoneses, su manera de asentir cuando la intérprete (una encantadora sexagenaria con un español de poco acento, suave y reposado) le traduce las preguntas transmite sinceridad, honestidad en la manera de comunicarse.

Hay poco tiempo, así que empezamos fuerte. Pep le propone la misma cuestión que unas horas antes le trasladó a Shinji Mikami, uno de sus mentores en el diseño de videojuegos: hace diez años que se publicó Killer7 y desde entonces ha brotado cierta fiebre por la experimentación y la innovación en el medio, ¿sería más difícil o más fácil lanzar un juego como Killer7 en comparación a una década atrás?

El ceño de Suda se va frunciendo a medida que la traductora le desvela la pregunta, luego se gira y nos mira a los dos varias veces, con los ojos muy abiertos, sorprendido. Sonríe y se frota el mentón: «Bueno, bueno, empezamos con una pregunta difícil», apunta. Se toma unos segundos para reflexionar. «La impresión que tengo es de que Killer7 nació en un momento y en un ambiente muy concretos, que fue fruto de una conjunción de varios factores y circunstancias. Allí estaba un espléndido creador como Mikami, con tantas grandes obras a sus espaldas, haciendo de productor y yo de director, algo que combinado con el ambiente en la época de aquel entonces nos empujó por ese camino con un debut colaborativo a esa escala. Mikami me apoyó mucho en todo el proceso y me arropó para que yo pudiera hacer mi propio juego.»

Poco antes, esa misma mañana, Goichi había hablado en su conferencia para el Gamelab sobre su relación profesional con Mikami: «Shinji me dejó crear con mucha libertad. Tengo muy buenos recuerdos de mis colaboraciones con él. Ya le conocía de antes y siempre me ha apoyado mucho. Hace muchas bromas mientras trabaja, siempre hace chistes; puede decirte una docena de cosas divertidas en cuestión de minutos, estábamos siempre riéndonos.»

Con una media sonrisa, Pep le desvela una parte de la respuesta que ha dado Mikami a la misma pregunta: «Mikami-san nos ha dicho que le gustaría que tú hicieses una secuela del primer Killer7 y que se vendiese un poco mejor». Suda y sus acompañantes ríen a carcajadas. Quizá sea lo más bonito de una entrevista como esta, hacer reír de verdad a cuatro tíos que no entienden ni una palabra de lo que estás diciendo. Cuando se recupera del sofoco nos mira, se encoge de hombros y bromea: «Ay, ay ay… ¡Productores!». «Sí, Mikami como productor era responsable de las ventas y a él le llegaban las quejas por las malas ventas. Así que tendremos que tomarnos una revancha.»

El debut oficial de Goichi Suda en el mundo del videojuego no es tan conocido como sus últimos juegos: Super Fire Pro Wrestling Special es un juego de lucha libre extremadamente dramático y oscuro. La pareja de combate del protagonista es asesinado en mitad del ring por el vigente campeón, que también ha matado a su entrenador. Su mejor amigo muere accidentalmente por su culpa y su novia le abandona a pocos días del combate final. Cuando todo termina, el protagonista gana el torneo, se proclama campeón y se pregunta si realmente ha valido la pena tanto sacrificio para lograr su sueño. Tres días después se pega un tiro en la cabeza. El juego salió en Super Nintendo, poca broma, el día de los santos inocentes de 1993.

Probablemente este fue el momento exacto en que Suda51 ganó la notoriedad que le ayudaría a prosperar más adelante: «A veces cuando haces un juego sabes que hay un final más conveniente y otros que no lo son tanto, pero yo creo que cada personaje debe tener su propio destino y su buena o mala fortuna. Al fin y al cabo la vida es así, ¿no? En ese caso creo que hice una buena elección con el final, porque ha terminado por marcar mucho mi trayectoria».

Y es que la muerte siempre parece estar muy presente en la mayoría de juegos de Goichi Suda. Se sabe que antes de que Human Entertainment aceptase por fin su solicitud de empleo estuvo trabajando como enterrador, algo que podría haber tenido algún efecto en su forma de concebir sus propios relatos: «Sí, es cierto que trabajé durante diez meses como empleado temporal en el sector funerario. Todos los días acudía a un funeral distinto y todos los días me enfrentaba con una muerte. Percibía el dolor (o la ausencia de este) que producía esa muerte en cada familia, y era una experiencia única para mí. Me lo tomaba muy en serio y me daba miedo acabar dedicándome a aquello el resto de mi vida, pero por suerte encontré mi sitio en el mundo del videojuego.»

Dibuja cosas en el aire y en la mesa con los dedos mientras habla, gestualiza y nos mira directamente a los ojos. Sabe que la barrera idiomática es altísima pero se le nota un esfuerzo por comunicar, un entusiasmo por hacernos llegar la perspectiva que él tiene de su propia obra y de la influencia que tiene en ella su pasado. «Aquellos diez meses me sirvieron mucho para reflexionar sobre cómo tratar la muerte y cuando alguien muere en mis juegos trato de reflejarlo con mucho cuidado y esmero. Hay varios tipos de muerte: el que se despide y tiene un desenlace rápido y el que arrastra todo el rencor de su vida pasada. Trato de tomármelo en serio pero sin renunciar al sentido del humor.»

El tono profundo de nuestra entrevista a solas contrasta con las reflexiones que Goichi hizo en la entrevista con público que conformó su conferencia, muchos más centrada en ese matiz de humor negro que tanto disfruta aplicando. Se le preguntó qué experiencia extrajo de colaborar con James Gunn (otro encantador chalado, muy amigo del humor más negro y violento) en Lollipop Chainsaw y si pensaba trabajar con otros cineastas. Suda sabía exactamente cómo marcar su estilo personal en la conversación: «Cuando planeamos Lollipop Chainsaw había muchísimos juegos de zombis, pero pocos tenían sentido del humor. Quería hacer un juego de zombis que no se tomara en serio, que te pudieras reír hasta con los zombis en sí mismos. Me encanta la comedia escolar y quería hacer algo que se desarrollase en el instituto de un pueblo pequeño, que fuese todo muy americano. Cuando pienso en América lo primera cosa que se me viene a la cabeza son las cheerleaders, y la segunda cosa son las motosierras, así que junté cheerleaders y motosierras y salió Lollipop Chainsaw. Luego fuimos a Kadokawa Games con un tráiler en el que se veía a un zombi metiendo en una canasta de baloncesto su propia cabeza cortada, y todos en la sala empezaron a reírse. Ahí fue cuando pensé que íbamos por buen camino.

«De modo que cuando Kadokawa Games aceptó la propuesta y se asoció con Warner, se les ocurrió la idea de traer al proyecto alguien de los suyos, y James Gunn ya había hecho películas de zombis [NdT: Gunn escribió el guion de Amanecer de los muertos, 2004], así que fue recomendado y a mí me hizo ilusión trabajar con él. Al principio creía que al tratarse de un director de cine no se involucraría demasiado, pero enseguida se puso a escribir escenas y a proponer ideas y se comprometió muy fuertemente en el proyecto. Durante mucho tiempo no pudimos vernos cara a cara, pero el contacto por teléfono, por email o videoconferencia era continuo y permanente. Por fin pudimos vernos en persona durante la GDC en San Francisco, y aunque yo pensaba que un cineasta de Hollywood sería un snob y un pedante, James resultó ser un tipo muy amistoso y muy honesto. De modo que sí, me gustaría mucho colaborar con gente del cine siempre y cuando se tomen en serio el proyecto, que lo tomen como algo propio y no una cosa en la que poner el nombre sin más, que sean creativos.»

La forma en que Goichi está abierto a relacionarse con colaboradores occidentales deja claro un rasgo evidente: Suda51 no es un desarrollador japonés al uso ni mucho menos se siente como tal. Incluso cuando le proponen la broma de que él es último héroe, el último gran auteur japonés de videojuegos en una industria con No More Heroes, sin más héroes, él mismo trata de desmarcarse: «En realidad no creo que yo sea muy representativo del desarrollador japonés, ni creo que mi trabajo en juegos como No More Heroes o Killer7 reflejen de ningún modo el estilo japonés de hacer videojuegos. Tengo muchos seguidores en mi país pero también fuera de él, y me apoyan mucho. Sucede que nací en Japón y hago juegos desde allí, pero no creo que eso defina mucho mi obra.»

Con una charla que llevaba por título “Cómo saltar del punk a los negocios”, la cuestión más evidente era qué diferencia hay entre trabajar en un pequeño estudio del todo independiente y su situación actual, al frente de estudio de desarrollo como Grasshopper Manufacture que ahora es propiedad del grupo GungHo, y todo esto sin haber perdido ni un ápice de su libertad creativa o quizá incluso haberla aumentado: «Creo que todo es una cuestión de tiempo. Antes necesitaba hacer juegos a la vez que debía cuidar de mi empresa, tenía menos tiempo para dedicar al desarrollo, y ahora GungHo se ocupa de todo el tema de números y me apoyan en todas mis decisiones. Esto me ha dado mucho más tiempo libre que puedo invertir en hacer juegos y pensar ideas para nuevos proyectos.»

Al despedirnos en la entrevista concertada, nos damos la manos, Suda51 se fija en la camiseta de pinjed y le devuelve el cumplido de los zapatos. «¿Qué son esos dibujos?», nos pregunta. Se trata de una ilustración que recopila varios objetos famosos de películas de terror. Señalamos el dibujo de la máquina de escribir y decimos a qué película pertenece, «esto es de El Resplandor». «¡Claro!», responde con un de esos gritos sordos tan teatrales que suelen hacer los personajes de anime. «Y esta mano cortada es de El hombre de mimbre», Goichi se echa las manos a las mejillas, «¡Oh, claro!», y exclama más alto. Vuelve a ser el niño expresivo del inicio de la entrevista, un tipo observador que siempre está dispuesto a maravillarse con la cosa más banal e insignificante. Quizá esa vitola de “enfant terrible” de la industria japonesa tenga algo de razón: no sabemos si es muy “terrible”, pero sí que Goichi Suda ve la realidad a través la mirada de un niño. Y si se trata de ser creativos y aportar ideas frescas, no puede haber mejor virtud.