Monográfico #13

Hace diez años, From Software lanzó uno de esos juegos que mejoran con el paso del tiempo, que ganan matices y fondo, de esos capaces de influir a una generación entera.

Para mucha gente fue Demon’s Souls; para otra, el primer Dark Souls. Quizá exista un tercer grupo, y quizá pueda decir que me incluyo en él, personalmente: los que no supimos sentir esa electricidad única hasta que llegó Bloodborne. Agazapado entre dos Dark Souls, proyecto único por lo que tiene de sidequest (con la firma de Hidetaka Miyazaki, que de paso tomó la decisión feliz de confiar la secuela de Dark Souls a otro equipo; nos llevamos, así, dos juegos únicos), el action RPG gótico de From condensa, resume y comprime todas las virtudes de la fórmula Souls, quizá como ningún otro juego del estudio lo ha hecho desde entonces.

Hoy, 24 de marzo de 2025, Bloodborne cumple diez años; tal día como hoy, en 2015, el juego se publicó en Estados Unidos. Para celebrar la efeméride, vamos a publicar cuatro artículos que exploran el juego desde cuatro puntos de vista distintos, todos personales, todos diferentes, todos en realidad con mucho en común. Se hablará de Bloodborne como juego de confort, casi como cozy game al que volver cuando necesitas sentirte en control de las cosas. Se hablará de Bloodborne como juego incomprensible, extrañamente reconfortante y cálido precisamente por su opacidad y su misterio. Se hablará de Bloodborne como juego infinito, al que es natural volver una y otra vez porque tiene lo infinito integrado en su propia naturaleza. Se hablará de Bloodborne como juego áspero, de trato difícil, y precisamente por eso más único y más especial.

Vamos a hablar sobre muchos temas, y esperamos que nos acompañéis durante esta semana y compartáis con nosotros lo que significa Bloodborne. Si un juego se presta a algo así, ese es Bloodborne, que es mejor en 2025 de lo que lo era en 2015; temblamos imaginando cómo será en 2035, o cuando cumpla cien años.

—Víctor Martínez