Definir el último título de Hideo Kojima como «esperado» es quedarse muy corto. Durante los años previos a ese 8 de noviembre de 2019, el creador japonés consiguió dominar el arte de crear expectación sin compartir absolutamente nada de lo que estaba por llegar. Más de un año después de poder experimentar Death Stranding en su totalidad, la intencionalidad del autor y las posibles lecturas del juego se entremezclan, se enfrentan y se sobreponen, demostrando que lo importante no es que el juego nos haya gustado (o no) sino que estemos en un momento en la industria en la que la espectacularidad pueda bailar perfectamente con una clara intención experimental.
Más de un año después del lanzamiento es dificil encontrar qué es lo que ha quedado por decir. Death Stranding ha sido llamado walking simulator tanto con admiración como con el más absoluto de los desprecios, y considerado como un juego acción en donde lo importante se concentra en su carácter contemplativo. Los textos, los ensayos y los análisis sobre lo último de Kojima han tratado la figura del autor en una industria de superproducciones, debatido sobre su calidad narrativa y diseccionado las múltiples ideas filosóficas en las que el creador japonés parece haberse inspirado. Nuestra intención con estos textos no es zanjar ninguna controversia, ni encadenar verdades absolutas sino profundizar un poco más en los elementos que componen esta obra única.
¿Cómo puede un hombre solitario como Sam ser el encargado de reconectar el país? ¿De qué forma se experimenta Death Stranding desde el aislamiento de una pandemia? ¿Estamos realmente ante un juego humanista? y, quizás lo más importante de todo, ¿qué nos ha quedado de ese viaje por Norteamérica?
Aviso:En todos los artículos hay spoilers tanto de la trama como de la jugabilidad de Death Stranding