El lunes, las dos últimas compañías propietarias del estudio de juegos casuales y de casino Big Fish Games fueron sentenciadas a pagar 155 millones de dólares para compensar a los usuarios norteamericanos de sus juegos «de casino social». Ayer, solo un día después de la sentencia, el estudio envió un comunicado a sus empleados anunciando los despidos de 250 de sus empleados, principalmente en el estudio de Seattle, algo menos de la mitad de su plantilla.
En el comunicado, Andrew Pedersen y Jason Willig, presidentes de Big Fish Games, explican que estos recortes se hacen «desde una posición de fortaleza económica» y que no tienen relación ni con previsiones de ahorro frente a la próxima crisis económica; el objetivo de los despidos es, explican, «fortalecer nuestra empresa y posicionar a Big Fish para el éxito a largo plazo».
Según el comunicado, la escala del estudio (fundado a principios de los 2000) ha «hecho que sea difícil liderar en móvil», un entorno que exige «gran agilidad y capacidades operativas y creativas diferentes». Despidiendo a 250 personas, los ejecutivos buscan «aumentar la flexibilidad para captar a los jugadores de manera más efectiva ahora e invertir más en el futuro».
En 2018, Big Fish Games ya redujo su plantilla en un 15%; aunque no se hicieron públicas las cifras exactas, se estimó que se perdieron entre 75 y 110 empleos.
La actual propietaria de Big Fish Games es Aristocrat Technologies, que compró el estudio en 2018 por casi mil millones de dólares. Cuatro años antes, en 2014, Churchill Downs (la compañía que organiza el famoso Derby de Kentucky) había comprado Big Fish por 885 millones. Son precisamente estas dos compañías las que se reparten la multa de 155 millones interpuesta por un juez que declaró, según la ley del estado de Washington, «juegos de azar ilegales» los de Big Fish.
La disputa legal comenzó en 2015, cuando varias personas demandaron a la compañía con el objetivo de recuperar el dinero que habían invertido en Big Fish Casino, uno de los productos estrella del estudio. Según los demandantes, este «casino social» freemium no se ajustaba a la ley de Washington porque las fichas a la venta son «algo de valor», consideración suficiente para considerarlos objeto de apuesta. 124 millones de multa los asumirá Churchill Downs, y los 31 restantes los tendrá que pagar Aristocrat.
Además de la multa económica, como parte de esta sentencia Big Fish establecerá una política de autoexclusión que permitirá a los jugadores bloquear el acceso al juego, ofrecerá «recursos relacionados con la adicción al videojuego» y modificará las mecánicas de sus juegos para que sea posible seguir jugando sin comprar fichas.
La sentencia es importante por las consecuencias que puede tener en los cada vez más videojuegos que recurren a las compras in-app para generar ingresos. Aunque los juegos de casino o slots son los que más directamente pueden verse afectados por la jurisprudencia que van creando estas sentencias, merece la pena recordar que en Francia se ha intentado calificar a FIFA como juego de azar, por las cartas del modo Ultimate Team; el rifirrafe aquí suele tener que ver con ese «algo de valor» que se menciona en la sentencia: tradicionalmente las compañías de videojuegos se han escudado en el hecho de que lo que se compra en estos juegos, sean cartas o sean fichas de casino, no tiene valor real, por lo que no se aplica la legislación y los impuestos de los juegos de azar. Este fue uno de los argumentos clave del Comité parlamentario británico que recomendó clasificar como juego de azar las cajas de loot, por poner un ejemplo reciente.
De la misma forma, la referencia a la adicción al videojuego y a la puesta en disposición de recursos para jugadores que puedan sentir que necesitan ayuda para gestionar su relación con el juego enmarca este tipo de «casinos sociales» de una forma que, de nuevo, va en contra de las defensas que las compañías de videojuegos han hecho tradicionalmente de sus prácticas. El mismo Comité británico subrayaba que «la reticencia a la hora de hablar sobre las métricas de engagement o de reconocer el impacto psicológico de los principios de diseño básicos que son evidentes sugiere que los diseñadores de alto nivel o no conocen los datos y estudios y estrategias psicológicas sobre los que se sostiene su industria o, más probablemente, no se sienten cómodos admitiéndolo en un foro público»; la sospecha de que este tipo de juegos pueden acercar las apuestas a públicos de riesgo (menores de edad, personas con problemas de adicción) saltándose las trabas que impone la legislación específica para los juegos de azar sigue siendo fuerte.
En otro orden de cosas, hace menos de dos meses hubo cambios en la junta directiva de Big Fish Games. El más vistoso quizá sea el cambio de presidencia: Pedersen y Willig ocuparon el hueco que dejó Jeff Karp, que entró en la presidencia de Big Fish en 2018 y que ahora es vicepresidente senior de juegos para móviles en Electronic Arts.
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Seattle, dia 1:
Menuda masacre.
@ferifo
Fina referencia.
¿Este no era el estudio del Tex Murphy?
@aitgud
Esos eran Big Finish!
¡Gas!
Siento 0 pena por la empresa. Esas prácticas ludópatas son un cáncer que ya copa las listas de más vendidos.