Dos trabajadoras demandan a Riot Games por acoso sexual y discriminación por razón de género

Parecía que ya se habían calmado las aguas tras la investigación y posterior exposé de Kotaku sobre el ambiente de sexismo que presuntamente se vivía en las oficinas de Riot Games, el estudio californiano propiedad de Tencent que desarrolla League of Legends, e incluso habían ejercido control de daños admitiendo en un comunicado público que no habían estado «a la altura» de sus «valores» y que estaban tomado medidas para mejorar en este sentido, para facilitar la integración de minorías y corregir ciertas conductas inapropiadas. De hecho en septiembre anunciaron que habían contratado a la ex-jefa de estrategia de Uber, Frances Frei, para que ayudase a «acelerar iniciativas de diversidad e inclusión». Ahora el incendio, que parecía estar apagándose, se acaba de reavivar y de qué manera: el pasado lunes día 5 la actual empleada del estudio Melanie McCracken y la exempleada Jessica Negron interpusieron una demanda contra Riot Games en un juzgado de California en la que acusan a la compañía de hasta ocho cargos entre los que se encuentran distintas violaciones de la ley estatal de sueldo igualitario y las leyes de relaciones de trabajo justas. La demanda habla de «acoso sexual continuado, mala conducta en el trabajo y sesgo de género» predominante en un «entorno de trabajo sexualmente hostil».

Ambas demandantes afirman que, «como a muchas otras empleadas de Riot Games», se les ha «denegado la igualdad en el salario» y «sus carreras se han visto reprimidas por ser mujeres». La demanda busca, además de una compensación económica por daños y por los salarios perdidos, los siguientes objetivos: «que Riot deje de pagar menos a mujeres que a hombres en cargos similares», «que deje de asignar a mujeres empleos que no compensa a la misma altura que los empleos ocupados por hombres», «que deje de ascender más a hombres con situaciones y cualificación similares que a mujeres igualmente cualificadas o incluso mejor cualificadas», «que deje de descender a mujeres con la misma cualificación que hombres a puestos de menor compensación salarial» y «que deje de crear, promover y mantener un entorno laboral que expone a empleadas a discriminación, acoso y represalias en base al género o el sexo». La demanda incluye como pruebas y alegaciones algunos de los detalles que ya apuntaba Kotaku en su investigación, como el uso de la palabra «dick» con una frecuencia obsesiva o la afirmación abierta y sin tapujos por parte de un supervisor que dijo que «la diversidad no debería ser un punto importante en el diseño de los productos de Riot Games porque la cultura del videojuego es el último refugio que les queda a los varones adolescentes blancos». Negron, la exempleada, relata cómo se hizo cargo de varias tareas de un supervisor que dejó la compañia y nunca fue compensada económicamente por ese trabajo ni ascendida al puesto que en la práctica estaba ejerciendo, mientras que Riot realizaba contrataciones de hombres para esa posición. Asegura que sus quejas fueron ignoradas y posteriormente incluso se le volvió a ordenar que llevase a cabo ese rol sin la compensación de salario asociada al puesto. Afirma que dejó la empresa poco después, y que en el momento de irse aún cobraba menos de la mitad del sueldo asociado al rol de supervisión que estaba ocupando. McCracken, que actualmente sigue siendo trabajadora de Riot, afirma que le han sido denegados ascensos de forma repetida y que su supervisor usó un lenguaje que sugería que él solo ve a las mujeres adecuadas para puestos de «asistente». Su posterior queja al departamento de recursos humanos no conservó la confidencialidad y eso desembocó en un enfrentamiento directo con su supervisor, así que la compañía la reasignada a otra región. Un año después su antiguo supervisor fue destinado de nuevo a sus oficinas y nada más llegar le dijo que se pidiera una nueva reasignación o la despediría, y entonces McCracken aceptó otro cargo ejecutivo en la compañía donde recibió «vídeos inapropiados» de sus compañeros de trabajo, y cuando se quejó la castigaron cancelando su proyecto y vetándola de acudir a las reuniones. McCracken volvió a interponer quejas y, después de que investigarlas, Riot decidió separarla de su equipo y destinarla a otro edificio.