Este vídeo nos da las claves de GamerGate

Encuentro en Vox (vía @maserna) este vídeo de la serie Folding Ideas en el que se trata El Tema, ese asunto que trae de cabeza a una parte importante de la comunidad videojuerguista mundial: GamerGate, ese fenómeno barra escándalo barra descalabro que, en función de a quién preguntes, es un movimiento a favor de la ética periodística o un ataque brutal y fascista dirigido a un grupo específico de desarrolladores y periodistas, principalmente mujeres. Son veinte minutos muy interesantes y muy didácticos, tanto si has seguido la actualidad como si no terminas de saber de dónde sale todo esto.

Está en perfecto inglés, eso sí; cualquiera con un nivel de inglés medio debería poder entenderlo todo, pero por si acaso vamos a resumir un poco de qué va el tema. Dan Olson (el creador de Folding Ideas) comienza explicando el concepto de base assumptions, el marco de creencias en el que basamos nuestra realidad. Son «las cosas que tú, yo y todo el mundo da por supuestas sobre el mundo; aquello que es estándar para ti hasta que se demuestre lo contrario. Es aquello que es así porque “así son las cosas”. De hecho, es aquello en lo que ni siquiera creemos activamente, porque somos totalmente inconscientes de ellas. Son invisibles, indiscutibles, parte del fondo».

«Creer es activo», explica: a partir de nuestra experiencia, nos formamos una idea de cómo funcionan las cosas. El marco de creencias, sin embargo, es «habitualmente pasivo: está ahí, sin más, son las reglas sobre lo que se construye todo lo demás», y en base a esas reglas establecemos lo que consideramos normal.

Aquí, resumiendo un poco (y de manera injusta: recomiendo ver el vídeo si os es posible), es donde entra en escena GamerGate. Explica Olson que no es un fenómeno surgido este año, sino un nuevo nombre para cierto sector que ya se oponía desde hace tiempo a la creciente visibilidad de las minorías en los medios; a raíz de diversos vídeos, artículos y mensajes en foros surgidos a raíz de GamerGate, Olson resume en tres puntos el marco de creencias que establecen lo normal para el movimiento: 

1. La inclusión y la representación en los videojuegos no son un problema real.

2. Cualquier problema que exista no importa porque tiene que ver con la economía del mercado, que busca atraer a la mayoría de jugadores.

3. El status quo es un estado natural, por lo que cualquier alteración del mismo es inherentemente artificial.

Es por ello que figuras como Anita Sarkeesian o Zoe Quinn son vistas como «invasoras», a lo que GamerGate responde con imaginería militar, tácticas de acoso y una organización anónima y masiva que les permite echar abajo las acusaciones que se les dirigen, quitándose de en medio la responsabilidad de cosas tan graves como las amenazas que hicieron que Anita Sarkeesian cancelara una conferencia en Utah.

A partir del marco de creencias que establece, Olson explica por qué ciertos críticos son vistos como enemigos o «invasores» por GamerGate, y de dónde sale todo el ruido sobre la ética periodística que se suele usar como espejo para desviar las acusaciones de misoginia: «la cultura del videojuego es una cultura de la propiedad, y los sacerdotes de esa cultura son los críticos que les dicen qué comprar». En su construcción de la realidad, una dominada por el culto al libre mercado, los críticos que buscan mirar más allá y las minorías son vistos como amenazas porque, de no serlo, de no ser considerados invasores de su normalidad, serían solo otros consumidores, como ellos: compradores con los mismos derechos que ellos; la apertura de los videojuegos a esas minorías es una amenaza porque, de no serlo, sería solo que el mercado se está abriendo a otro tipo de consumidores: una alteración artificial de lo que ellos ven como normal, una solución a un problema que para ellos no existe. Una amenaza a su marco de creencias: «cualquiera fuera de su normalidad», dice Olson, «no tiene un interés real en los videojuegos».

Me interesa este vídeo especialmente por esta parte, ya en el último tercio. Reconoce que la rabia y el dolor que se desprende del GamerGate es real, aunque no sea legítima; la sensación de estar siendo desplazados e invadidos está ahí, y es lo que justifica los abusos (los delitos, en más de una ocasión) como medio para conseguir su fin, la recuperación de esa normalidad que sostiene su marco de creencias. En esa normalidad está el problema: como ya se ha apuntado en alguna ocasión, la comunidad de aficionados a los videojuegos (los gamers, un neologismo que ahora mismo es de dudoso gusto y que necesitaría un buen repaso ante de ser usada sin consecuencias) no es una comunidad social, sino una que gira alrededor del consumo.

Cualquier discurso crítico que trate a los videojuegos como algo más que bienes de consumo está fuera de lugar. Somos lo que consumimos: el mercado nos dice lo que somos a través de sus productos. El gamer es una cáscara vacía que se define por lo que compra; los ataques a lo que compramos atentan contra nuestra identidad y los análisis o reseñas han de ser guías que perpetúen nuestro status quo, en lugar de desafiarlo. De ahí que las críticas negativas de juegos que hemos comprado y nos gustan suelan recibirse con tanta hostilidad: son críticas negativas hacia nosotros, que somos nuestra compra. Tal y como estamos ahora mismo, los videojuegos tienen más cabida en la revista de la OCU que en una universidad. Si los videojuegos son reconocidos como cultura (como producto cultural) en España, por cierto, no es porque se les quiera equiparar al cine o a la música como creaciones artísticas, sino para poder optar a las mismas subvenciones económicas.

La Entertainment Software Association, la mayor asociación de profesionales de la industria del videojuego, se pronunció hace unos días en contra de las amenazas y el acoso organizado bajo la bandera de GamerGate (a pesar de que las declaraciones son más o menos neutras, la periodista que las consiguió fue específica al hacer las preguntas). Es una colleja bastante importante: cuando los organizadores del E3, la feria más grande del planeta y el lugar en el que más activos son los engranajes de ese mercado que «busca atraer a la mayoría de jugadores», te dicen que lo que estás haciendo es malo, quizá es hora de replantearse las cosas.

Los videojuegos nacieron en una época y en un sistema económico concretos, y su crecimiento, su evolución y su propia condición están muy ligados a esos dos factores. Es importante tenerlo en cuenta. También es importante entender que las miradas críticas son esenciales para que el videojuego avance; no consigo comprender cómo cualquier persona de más de dieciocho años se puede oponer activamente al estudio del medio desde cualquier posición que no sea la suya. Voy a citar a un jugador de fútbol americano para terminar: sobre GamerGate ha escrito Chris Kluwe, conocido por jugar en los Vikings, que «cuando veo un artículo titulado «Los gamers han muerto«, referido a la muerte del popular estereotipo del chaval pálido en una habitación mal iluminada, me llena de alegría, porque significa que HEMOS GANADO, JODER». En unos años podremos recordar todo esto mientras cenamos y reírnos de lo estúpidos que éramos.