Recuerdo al menos otras tres entradas en los últimos tres años con un titular que incluyese «lo nuevo de Jason Rohrer«, así que el tipo no es de los que se quedan quietos precisamente. Rohrer es uno de los autores indie más innovadores que ha dado el movimiento, y el sandbox narrativo multijugador Sleep is Death que publicó en 2010 es —junto al conmovedor The Passage— posiblemente la más contundente muestra de su talento y sus ganas de hacer experimentos con los videojuegos. Ahora, dos años después de que hablásemos del loquísimo The Castle Doctrine (un MMO donde un jugador pone trampas al resto, que intentan invadir su casa), nos llega por fin información de su próximo proyecto gracias a Kotaku. Se titula Cordial Minuet y su mecánica vuelve a ser un auténtico ejercicio de imaginación desbocada y sólida mala leche. Dos jugadores se conectan online y hacen una apuesta con dinero real. A continuación a cada uno de ellos se les muestran una retícula de números que suman en cada columna y cada fila 111. La de cada jugador es distinta, pero siempre son seis columnas y seis filas: 666. En realidad ambas retículas son exactamente la misma, solo que una de ellas está de lado, ha rotado 90 grados hacia la derecha, de modo que tus columnas son las filas de tu rival y viceversa. Y empieza el asunto: debemos elegir una columna para nosotros y otra para el oponente. Él hará lo mismo con sus columnas, de modo que la que él ha elegido para mí interseccionará con la que yo he elegido para mí, y de esta intersección saldrá un número, una puntuación. Me interesa que mi número sea siempre alto y el suyo bajo, obviamente, pero lo perverso del asunto es que cuando el juego revela el número que nos ha salido en esa ronda, no nos informa en ningún momento de la puntuación que le ha salido al rival. Las rondas se suceden en el mismo tablero hasta que las columnas se consumen y emerge un ganador, el que ha acumulado un número más alto. Antes de cada ronda hay que decidir cuál es la apuesta, que se traduce siempre en un porcentaje del dinero que hemos introducido al principio de la partida. Si hemos apostado un euro, y en la segunda ronda nos jugamos 20, será el 20% del total inicial. En este caso 20 céntimos. El mínimo, eso sí, son 2 dólares. El número de arriba a la izquierda representa el porcentaje del dinero apostado que nos vamos a jugar en esa ronda, o mejor dicho, el que nos queda. El de abajo, en rojo, es la apuesta del rival. Si hay un 99 significa que solo nos hemos jugado un 1% del dinero. Si pone 0, nos jugamos todo el dinero a una sola partida. Las barras verde y roja de la derecha, debajo de nuestra puntuación, marcan la puntuación potencial que podemos alcanzar (verde) y la que puede conseguir el oponente (roja), de modo que al inicio de la partida las barras están completamente llenas y a medida que avanza el juego empiezan a desaparecer pedacitos. No sabemos nunca la puntuación del rival, pero sí las posibilidades que conserva. El ganador de la partida recibe al cabo de unos días un cheque físico por el valor del bote que ha ganado. De momento esto solo es posible para residente en Estados Unidos, claro, y no parece fácil que el mismo sistema de apuestas directas y cobros por talón sean posibles a este lado del Atlántico. En cualquier caso, lo interesante del asunto es cómo Rohrer ha logrado saltarse las leyes federales contra las apuestas por internet en juegos de azar. «Todas las leyes sobre juegos y apuestas, tanto locales como federales, giran entorno a si un juego depende del azar o la habilidad», explica Jason. «Las últimas reformas de la ley federal sobre juegos de apuestas en internet se aplican a ‘cualquier juego sujeto al azar’, de modo que colocan juegos como el backgammon o el póker en el mismo saco que la ruleta. Yo tengo que ir más allá para escapar de esta nueva ley federal: mi juego no puede tener ni un solo elemento de azar.» En principio dice Rohrer que el juego no se verá como en las capturas que ha publicado Kotaku, sino que tendrá un tono más relacionado con el ocultismo, con runas extrañas y cierta asociación con la lucha entre la vida y la muerte, más o menos como en el boceto a papel que le envió Jason a Stephen Totilo.
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Joder, vaya puta locura genial. Lo de jugar con pasta real le da una capa de mala hostia y malrollismo acojonante.
Menudo genio Rohrer. El hombre siempre sigue adelante sin sacrificar su arte.
Pues parece que al final tomó la autopista hacía la locura pagando peaje y todo.