La Wii y yo

Bueno señores, hoy en el Salón del cómic de Madrid ha sido presentada oficialmente la Wii. Como representante de Anait hecho (cacho) carne en la Tierra, fué mi derecho divino probar la consola de marrás e informar de ello. Bueno, derecho adquirido gracias a los pases de prensa obtenidos por Pakito. ¡Gracias chacho! Así que bueno, estas han sido mis primeras impresiones. Para empezar, la consola es bonita. No, en serio, es muy, muy bonita y pequeña, me parece uno de los mejores diseños que ha hecho Nintendo en mucho tiempo. Y también es discreta, al igual que la barra de detección. Se integran perfectamente con cualquier diseño medianamente futurista (léase: un 90% de las televisiones nuevas), y no hacen nada de ruido. Un punto a su favor. Para continuar, el quid de la cuestión: el mando y su uso. El mando estaba un poco a la birulé debido a la falta de pilas (se ve que a medida que pierde batería, hace cosas más raras), y a veces cuando apuntabas para otro lado completamente distinto del de la barra sensora, pues se le iba la pinza. Funcionaba a ratos. Ahora bien, cuando funcionaba, vaya si lo hacía. Estuve jugando al Wiisports, tenis y boxeo. Me he quedado francamente impresionado, sobre todo al jugar al Wiitenis. El cómo es capaz de detectar distintas velocidades, giros, inclinaciones, efectos… el giróscopo que lleva incorporado no es ninguna tontería. Se nota que ha pasado por un efecto de testeo y refinamiento exhaustivo. Es sorprendente. El presionar botones a lo loco no se ha sustituído por menear el mando a lo loco: se ha cambiado por un método de control tremendamente intuitivo y enérgico, pero también capaz de ser sutil y complejo a poco que los desarrolladores (y los jugadores) le busquen las cosquillas. El juego se puede hacer tan profundo como desees. ¿quieres jugar al tenis dando raquetazos a diestro y siniestro preocupándote por el timing y ya está? Puedes. Ahora bien, prueba a buscar efectos de volea, a dar reveses y a picar la bola, y verás como es mucho más fácil encasquetar puntos al adversario. La Wii es como los tíos: no es simplón, es sencillo, que es algo bastante distinto. Y el Wiitennis viene a mostrarlo, que no en vano este es un juego supervisado por Miyamoto en persona. Por otro lado, tenemos el juego de boxeo. Este es un tanto más confuso, pero aún así bastante divertido (y movido). Para empezar, este juego sí que requiere de movimientos violentos (¡rápido, llamen a «Protégeles»!) y seguro que despues de varias partidas seguidas nos cansamos algo (por lo que se agradece tremendamente que el mando pese tan poco). En este juego el método de control es también bastante sencillo, pero resulta un poco lioso. Me explico. Se ha de golpear como en el boxeo real y como si tuvieramos al rival justo enfrente de nosotros, usando el mando y nuchako a modo de guantes. Mis instintos de jugador de toda la vida me dicen «mira al keko y dale desde la perspectiva de este». Error. Si haces eso, el Mii se moverá los puños a lo loco y el juego se hace un embrollo. No, no, así no: hay que bloquear, mantener a los puños en guardia, fintar (NOTA: fintar cogiendo mando y nuchako, forzandote a fintar de verdad con todo tu cuerpo es una de las cosas más awesome que haya visto) y golpear hacia delante. Delante, no según mire tu Mii, he dicho D-E-L-A-N-T-E. Espero haberlo dejado claro para generaciones venideras. El juego tiene cierta curva de dificultad (y manda webs, más aún para los jugadores tradicionales), pero una vez se coge el truco resulta uno de los controles más currados, debido a como movemos a todo el Mii sin tocar el analógico pero a su vez conservamos el control de cada puño. Interesante… …eso sí, había cosas que no resultaban ya tan interesantes. Empezando por el altavoz. Yo adoro la idea del altavoz. Pero tiene tan poca potencia que pasa desapercibido. Tienes que ponértelo al lado de la oreja para oír algo, y la calidad tampoco es que sea la repanocha. Es cierto que había ruido ambiental, pero aún así, creo que es algo tremendamente inmersivo que puede haberse quedado en una buena idea con mala ejecución por ahorrarse dos perras. Otro punto flojo eran, como no, los gráficos. Los veía y decía «vale, son gráficos de Gamecube pulida». No podía evitarlo. No, no, cuando estás en medio de una encarnizada batalla de Wiiboxeo, metiendo la cabeza entre los puños de tu adversario (que puedes hacerlo si adelantas lentamente mando y nuchako), no se te pasa por la cabeza empezar a contar polígonos. Pero para momentos más reflexivos y tal, pongamos, viendo jugar a otro o jugando al wiigolf, uno no puede dejar de pensar en el monstruo de consola que hubiera podido ser la Wii con un poquitín más de potencia gráfica, si bien todos los gráficos cumplen y con un poco de dirección de arte, podemos ver cosas bellas (como el Zelda Wii al que se viciaban al lado mía). Por útlimo, me gustaría llamar la atención sobre un tema: el efecto Wii. O esa fascinación que los controles mediante movimiento ejercen sobre el ser humano. No, en serio. En toda la feria, había tres núcleos de atracción de masas: el DDR, la Wii y mi increíble sex appeal. Uno de ellos puede que no fuera tan «de masas», pero pilláis la idea. Resulta fascinante ver las reacciones que causa sobre la gente. Me refiero a gente humana, no frikis. Los guardias jurados se acercaban a mirar y hacían preguntas. Unos chavalines que no levantaban ni medio palmo del suelo y que estaban de excursión (a mi de pequeño el colegio me llevaba a la Pedriza, pero nunca al salón del comic ¬¬), sabían lo que era la Wii, y se echó unas partidas Carlos Latre. En persona O_o. «Oye, esto es genial eh. Genial.» Se echó unas partidas de motu propio al wiibaseball, no estaba preparado ni nada, y la wiichica (azafata) estaba exática. Todavía estoy intentando asimilar que he visto jugar a la Wii a Carlos Latre. Me parece que no se puede ser más casual que eso. Y me parece también que diremos «wow», pero por motivos bien distintos a los que nos imaginábamos en un principio. Por lo pronto, esta es la primera consola que estoy genuinamente deseando presentar «en sociedad». Ya os contaremos qué tal.