Pancake Bob, el mejor personaje de Los Sims 4

Pancake Bob es uno de los personajes recurrentes de la franquicia Los Sims, un sim que pasó de ser una inside joke entre los desarrolladores de la saga a convertirse en uno de los referentes cómicos más queridos para el núcleo duro de jugadores y jugadoras hardcore de Los Sims. Sus fotos nunca decepcionan: casi siempre ataviado con un albornoz y a punto de comerse unos pancakes, su cara refleja una mezcla de hastío, aburrimiento y miseria personal, con la mirada fija en la cámara, buscando complicidad con el espectador mientras otro sim parece estar gritándoles o hablándole muy excitado de algo que a Pancake Bob le importa muy poco. Bob es un poco todos nosotros en algún momento de la vida, cuando nos toca aguantar un sermón paternalista un domingo de resaca a las once de la mañana; cuando en Nochebuena el cuñao de turno nos explica su genialidad táctica de cuando estuvo alojado en un hotel de Disneyland París y condujo 200 kilómetros para comprar gasolina en Lille, que es más barato; cuando vuestro jefe os explica orgulloso cuántas veces le ha puesto los cuernos a su mujer, con más detalles de lo saludable; cuando un taxista os expone su opinión no solicitada sobre el estado de la nación; cuando un vecino te pide con un guiño que le dejes la contraseña de tu wifi. Pancake Bob se quiere morir como todos nosotros, en ciertos momentos de la vida (o de la semana), queremos morirnos también. En un mundo de blancura sin manchas, sexo con amor y pancakes para todos como es Los Sims, Bob es quizá el único representante del lado más deprimente de la rutina, el último reducto de humanidad auténtica en la saga, el tipo con el que uno es capaz de sentir empatía: se le ve tan alienado y fuera de lugar en una fiesta donde todos brincan y bailotean despreocupados que casi dan ganas de abrazarlo y llevarlo a su casa. «Nunca toma más de dos cafés al día», dicen en el tráiler de Los Sims 4 dedicado a él, y tiene todo el sentido: Pancake Bob se refugia en las calorías de las tortitas y se anestesia el cerebro bebiendo poco café para escapar a esa realidad devastadoramente feliz, hiperactiva y colorida. Su mejor amigo es el televisor. En El Show de Truman, Jim Carrey pasaba de la felicidad a la rutina y de la rutina a la sospecha que le llevaba a descubrir que, en efecto, algo no iba bien. Bob no tiene tanta suerte: vive atrapado en el estado intermedio, en una telaraña de felicidad obligatoria y actividades de ocio, en un mundo que funciona a otro ritmo y por otros principios ajenos a su metabolismo mental. Es un inadaptado de tendencias depresivas en el equivalente digital a La tribu de los Brady. Los Sims 4 llegan el próximo 4 de septiembre con personajes como Bob o la que podría ser su némesis, la desacomplejada, voluntariosa y risueña Amber, y la promesa de mezclar los rasgos personales y las emociones para provocar comportamientos más naturales que nunca. Veremos si cumplen con lo que sugieren, si de verdad los sims se sienten más vivos y reales, o si todo es cháchara y márketing y cuando comprobemos que el juego es lo de siempre tengamos que mirar a cámara con los ojos muertos y la cara flácida, como hace Bob.