El Papa quiere prohibir Skyrim, pero cuando se lo pase

Otro videojuego en el punto de mira del Vaticano. En Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede se colgó ayer un escueto comunicado con el que el Papa Benedicto XVI pide «que se deje de comercializar The Elder Scrolls V: Skyrim y se tomen las medidas necesarias para que nadie pueda jugarlo a partir del próximo 27 de enero». En su escrito, el Pontífice lamenta de nuevo que «la violencia y la sangre se hayan convertido en uno de los ingredientes de mayor reclamo en los videojuegos», pero se centra en el título de Bethesta, el mejor del año según varios medios especializados, por aspectos concretos relacionados con los conflictos religiosos en Tamriel. «La prohibición del culto a Talos por parte del Imperio es una temeridad, un acto irresponsable e inadmisible en estos tiempos de fuerte secularismo.» Por otra parte, Ratzinger habla de «provocación» al señalar los «evidentes paralelismos entre el llamado Sangre de Dragón y Jesucristo». Lo más sorprendente del asunto, sin embargo, es el porqué tras la sugerencia de esperar un mes para empezar con la censura. Según aclaró el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, en rueda de prensa, el Papa Benedicto XVI está ahora mismo jugando a Skyrim «para documentarse» y calcula que tardará unos treinta días más en completarlo, así que «sería absurdo que se lo prohibiera a él mismo». Respondiendo a las posteriores preguntas, el padre Lombardi aseguró que «Su Santidad juega solo, pero en nivel fácil», que optó por la versión para 360 «por los logros» y que «empezó queriendo ser mago, aunque acabo decantándose por las armas pesadas porque le decepcionó el Colegio de Hibernalia». A pesar del tono distendido —«El Papa solía ser un aventurero como tú, hasta que…», llegó a bromear su portavoz—, la rueda de prensa terminó de una forma incómoda cuando Lombardi reconoció que él no juega, «pero sí me gusta mirar».