Cuando volvió a París en 1923, después de pasar por Nueva York y Buenos Aires, corrían rumores de que Marcel Duchamp ya no se dedicaba al arte: el ajedrez, la pasión que le acompañó toda su vida, había pasado a ser su interés principal. «He llegado a la conclusión de que, aunque no todos los artistas son jugadores de ajedrez», dijo una vez, «todos los jugadores de ajedrez son artistas». Se dedicó a la competición hasta que en los años 30 se dio cuenta de que no podía progresar más: su nivel como jugador no era suficiente como para estar entre los mejores del mundo, pero su pasión por el ajedrez se mantuvo intacta. Para Duchamp, el arte y el ajedrez eran inseparables: el ajedrez tiene «tiene toda la belleza del arte y mucho más. No puede ser comercializado. El ajedrez es más puro que el arte en su posición social», dijo Duchamp.
En esta pasión del artista francés por el juego se basa Playing Duchamp, un programa de ajedrez en el que la inteligencia artificial está programada para actuar como lo habría hecho Duchamp, a partir de los registros de varias decenas de los torneos que jugó y de las conversaciones del autor, Scott Kildall, con Jennifer Shahade, especialista en, precisamente, Duchamp y el ajedrez.
A partir del código libre de otro programa de ajedrez, Kildall programó la inteligencia artificial para que actuara como el creador del ready made. Hubo ciertas dificultades. «Por ejemplo», explica Kildlall, «los ordenadores generalmente hacen búsquedas de todos los movimientos posibles. Incluso un jugador de ajedrez novato sabe que mover al rey al centro del tablero al principio del juego tiene como resultado una derrota asegurada. Pero los algoritmos de ajedrez típicamente evalúan este movimiento con tanto esfuerzo como las jugadas bien conocidas. No saben de historia. No ajustan sus jugadas a jugadores específicos y actúan ciegamente».
El reto fue, entonces, adaptar esa inteligencia artificial para que, a partir de las partidas conocidas y de los estudios que existen sobre Duchamp como jugador de ajedrez, se comportase de la manera más parecida posible al artista. A lo que se supone que haría el artista, claro: dando prioridad a ciertas estrategias sobre otras, calculando y adaptando el nivel de Duchamp según el sistema Elo (un estándar para determinar la habilidad relativa de los jugadores, que no fue adoptado oficialmente en todo el mundo hasta 1970; el de Duchamp, dice Kildall, sería 2100) y ajustando las aperturas.
«El ordenador juega como lo habría hecho Marcel Duchamp en base a los registros que existen», explica Kildall. «Captura la esencia, pero no la realidad de su juego. A partir de un archivo incompleto de otro tiempo, solo puedo aspirar a la aproximación y la reinterpretación. El ajedrez de Duchamp es inseparable de su arte, y su estilo de juego da sentido a su arte conceptual».
Podéis encontrar Playing Duchamp aquí.
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Creo que me he convertido en alguien mas listo que Duchamp. Lleva pensando mas de tres minutos y solo he movido dos veces.
EDITO: Todavia sigue el cabrón. Le va a salir humo de la cabeza.
Lo ideal habría sido jugar contra el Mii de Duchamp.
Jaque a esas mamellas!
@gegrmova
Quiero pedirte perdón porque te di negativo sin querer 🙁 en realidad deberías tener 2 positivos
Aquí es cuando reconozco que una de mis miserias propias es no haber sido nunca capaz de jugar al ajedrez con un mínimo de solvencia. Soy un puto inútil incapaz de ver más allá de 2 jugadas por delante, y eso me jode la vida pero bien. Ni con chessmasters y demás he sido capaz de aprender nada.
Vaya par de domingas, por cierto. Ay.
Si no es rollo Battle Chess para poder aplastar a Duchamp con mi torre, paso.
Yo con ese par delante no me concentro a jugar al ajedrez ni de coña.
PD: Gracias ChicoN por traernos cositas distintas como esta.
Maravilloso