Primeras impresiones de Mario Kart 8

Yo me fío de todo el mundo pero me fío menos de los que no respetan Mario Kart. Puede que mi Mario Kart favorito de los últimos años sea Sonic & All-Stars Racing Transformed, por cómo se desmelena de maneras que el fontanero y compañía no termina de contemplar en su hoja de ruta, siempre más conservadora; eso no quita que haya jugado más a Mario Kart 7, y que todavía hoy vuelva de vez en cuando al de 3DS, fenomenal y eterno como todos los de la serie. El otro día estuve jugando a Super Mario Kart; llevo desde enero repasando Double Dash; hace horas estuve dándole a Super Circuit. Mario Kart es un estándar: si no te gusta o consideras que no deberían seguir haciéndolos, no me fío.

Digo esto porque la tarea de Nintendo no es especialmente sencilla con los Mario Kart. Ir hacia delante parece más fácil de lo que es. Lo han hecho de varias maneras, y no es raro recibir cualquier cambio como una catástrofe aunque para la siguiente entrega lo veamos ya como una característica imprescindible; en Mario Kart 8, el último juego de la serie (sale el 30 de mayo, para Wii U), los tramos aéreos o subacuáticos entran como algo natural, como algo que ha estado siempre ahí, es algo que, de no estar, echaríamos de menos. Otros cambios son más marcianos; algunas novedades parecen innecesarias. Todo a su debido tiempo: de alguna manera, es casi imposible saber qué impacto tiene un Mario Kart hasta que sale el siguiente y empezamos a echar de menos (o de más) lo que había arrancado en el anterior.

Aquí tenemos una novedad clara: los cambios de gravedad. Activando ciertas bandas en el suelo, nuestro kart consigue el poder de correr por cualquier superficie, aunque esté ladeada o boca abajo; esto no modifica radicalmente la conducción, pero sí ofrece una herramienta más a los diseñadores de circuitos para subir un punto lo intrincado de los trazados: de una carretera relativamente normal podemos pasar a una horquilla que se alza en perpendicular con el resto del circuito, y de ahí a un túnel en el que podemos circular por las paredes, y de ahí a una rampa que nos activa el ala delta y tras la que acabamos en el fondo del mar, todo eso en cuestión de segundos.

Es un juego muy vistoso. No sólo porque los gráficos sean más next gen que la next gen (lo hemos dicho más de una vez por aquí: no tiene sentido lo apabullante que es en lo técnico), sino por cómo la espectacularidad adquiere un peso y una dimensión casi inéditas en la serie. Nintendo sabe esto; de ahí la opción de compartir los mejores momentos de las carreras en Miiverse, editando el vídeo de alguna manera que no pude ver en las horas de prueba que tuve. (No sólo porque esta información esté embargada y la versión que jugué no era definitiva, sino porque estaba demasiado ocupado divirtiéndome como un cenutrio como para ponerme a juguetear con vídeos.) Después de las carreras, el juego nos da la opción de editar los mejores momentos; eso se puede compartir en Mario Kart TV, canal ficticio dentro del juego y centro de vídeo para nosotros, donde, supongo, se podrán ver los fragmentos que compartan otros jugadores.

También hay cosas menos pintonas, pero quizá más importantes. Cambios que afectan al momento a momento del juego; por ejemplo, que cuando estamos usando una concha u otro objeto como escudo para bloquear disparos dirigidos o agradecer a los jugadores más físicos las embestidas traseras, no podamos coger un segundo objeto. Se nos pide elegir entre protección u ofensiva; no podemos tenerlo todo. También parece ligeramente distinto el porcentaje de aparición de los objetos, y la relación entre posición en la carrera y objetos conseguidos; mucha morralla en los últimos puestos, sorprendentemente, quizá relacionada con los ajustes que deben de estar haciendo para encontrar el punto ideal entre lo que nos dan los cubos de ítems y los doce corredores que hay en cada partida, cuatro más que de costumbre.

No sabría decir si la concha azul es más fácil de esquivar, pero yo lo hice en el ratito que jugué a la versión no definitiva; sí cambia la precisión de las rojas, bastante menos inflexibles. Los objetos son la salsa de un Mario Kart, y 8 tiene algunas novedades: una planta piraña, por ejemplo, que se zampa todo lo que se le cruza, monedas o enemigos por igual; y un bumerán que podemos lanzar y recuperar tres veces, tres intentos para encajarle un golpetazo a algún rival. No es una concha verde con otra forma: su velocidad y trayectoria son bien distintas. El momento de pulsar el acelerador al principio de la carrera para empezar con turbo es distinto. El derrape tiene otro peso, y controlarlo es ligeramente diferente; los movimientos necesarios para activar la segunda fase del turbo de derrape tampoco es igual. Hay un nuevo tipo de turbo, que se activa chocando con un oponente mientras compartes gravedad alterada; siguen ahí, por cierto, los de pulsar el botón de derrape en los saltos, por mínimos que sean.

Son cambios relativamente pequeños pero cruciales. No son cambios estructurales definitivos: Mario Kart no es ahora un Gran Turismo, y se siente y ve más Mario Kart que nunca (creo que ya lo he hablado, pero se siente y se ve como recordamos Mario Kart 64: Nintendo está aprovechando la alta definición para crear las versiones idealizadas por la memoria de sus juegos antiguos, a día de hoy bastante menos bonitos de lo que creíamos), pero se las han vuelto a apañar para cambiar lo suficiente como para que conseguir las ocho copas se note distinto.

Hablando de copas, sólo jugué cuatro (dos de ellas, las retro, a dos jugadores: se puede jugar a cuatro, por cierto, y por fin) pero vaya cuatro. Los nuevos circuitos son geniales: estructuras imposibles que saben sorprender a cada paso, y que saben lanzarnos el gancho desde el principio, dejando a la vista algunos atajos, haciéndonos pensar en el terreno de manera creativa para ganar espacio usando ítems y preparando todo para que el que lo ve se divierta tanto como el que lo juega: algunos fragmentos de circuitos concretos me dejaron impresionadísimo incluso en la tercera vuelta, cuando uno supone que ya la sorpresa está acabada, después de ya hacerlo y repetirlo. De pronto, Nintendo además ha decidido darle un sentido de la coherencia y el espacio increíbles: los negocios, los camiones y más elementos muestran logotipos y referencias a otros circuitos o juegos, y es bastante alucinante lo de que las marcas de los karts se queden marcadas durante toda la carrera; la tercera vez que pasamos por un sitio, ver las marcas en el asfalto aporta una rotundidad especial a la competición.

Volver hoy a los Mario Kart anteriores es un experimento bonito por cómo se las apañan para destacar individualmente, cada uno por algo. No sabría decir cuál será el elemento que más resaltará de Mario Kart 8 para cuando la hipotética novena parte salga dentro de unos años: la gravedad, tal o cual circuito nuevo, los hijos de Bowser como personaje (están todos, desde Lemmy hasta Ludwig), los nuevos objetos, los cambios en su política de uso de ítems. Quizá sea recordado como el Mario Kart de los vídeos compartidos en Miiverse. Puede que sea el que siente las bases del Mario Kart online del mañana. Para escribir esto pude jugar a pantalla partida, a dos jugadores (se podrá hasta cuatro, por cierto, aunque los frames por segundo bajan a 30 cuando subimos el número de jugadores), y cada bumerán que le tiraba a mi rival, cada llegada a meta con décimas de diferencia, cada adelantamiento, brillaban como sólo sabe brillar Mario Kart. Como brillan los juegos que nunca son clones de, que siempre son pioneros. Es una alegría.