Primeras impresiones de Forza Horizon

En genética, se habla de codominancia cuando la información de ambos alelos para un determinado carácter se expresa y se manifiesta de forma independiente. El ejemplo clásico es el de una flor con un gen para el color rojo y otro para el blanco; en lugar de mostrar uno u otro —la expresión del dominante es lo habitual— o de mezclarlos para dar rosa —eso, si queréis ir a por nota, se llama herencia intermedia—, sus pétalos tienen manchas de ambos tonos. Forza Horizon no puede renunciar a la simulación, le viene de familia por parte de Turn 10. Pero su otro progenitor se llama Playground Games y por sus venas corre arcade puro; en el equipo hay gente de Bizarre Creations y Black Rock Studios, que deberíais recordar por joyas como Project Gotham Racing o Split/Second. ¿Y qué pasa cuando se juntan? Pues en este caso, ya digo, parece que hay codominancia. Creo que, en lugar de apostar por la amalgama incómoda, se han querido ofrecer dos experiencias distintas y complementarias, separadas por las ayudas configurables: cambia más de lo normal la conducción en función de si activamos o no cosas como el ABS o el control de tracción. Quise llevar al límite esta suerte de dos por uno, intentando encontrar algo positivo en la brevedad de la demo. Por respeto a los caídos, jugué la primera carrera alejado del realismo y con la vista exterior: un control cómodo, familiar hasta cierto punto y un coche bien pegado al suelo, eso me encontré. Nada exagerado, nada lo bastante alocado como para hablar de sucesor espiritual de la saga con Kudos, pero sí podía despreocuparme hasta cierto punto del trazado para dar prioridad a los puntos o créditos —ganan en importancia y gamberrismo: te los dan por rozar el tráfico que viene en dirección contraria, por llevarte algunas vallas por delante…— y a los derrapes. Muy bien, sí señor. Y quedé primero. Repito, desactivando todas las ayudas, pasando el cambio a manual y colocando la cámara en el interior de la cabina del Viper rojo. El recorrido y el objetivo no cambian: hay que darse mucha prisa para llegar al lugar donde se celebra ese Horizon Festival que sirve para ambientar el juego. Esto es un Forza, no hay duda, y ahora noto más la transición de tierra a asfalto, ahora tengo que esforzarme mucho más para controlar el maldito sobreviraje. Puede que haya tenido suerte, puede que sí sea un poco menos exigente, después de todo, pero para nada me esperaba ese más que digno segundo puesto. Rebobinando, eso sí, una vez. Me fui de cabeza a la ducha y froté fuerte. De nuevo, en cualquier caso, sensaciones muy positivas. Es una pena que no se pudiese probar nada más que eso, que me dejaran con las ganas de ver cómo se conectan las distintas pruebas en un mundo abierto precioso y cuidado. Forza Horizon es espectacular visualmente, va fino Filipino y con su inteligente presentación sabe, intuyo, cómo aprovechar ese rollito sobre estilo de vida y carpe diem para ganar en personalidad: genial la avioneta con una pancarta del festival que hace vibrar la pantalla y el mando al sobrevolarnos. Falta ver también qué tal andamos de variedad, contenido y multijugador. Sigo con dudas relacionadas con la libertad para salirse uno de la carretera y explorar con cierta libertad. No veo motivos para no esperar lo mejor también ahí; absolutamente nada aquí tiene pinta desegundo plato y añadiendo cosas que se le habían resistido a Turn 10, como el paso del tiempo dinámico y las consecuentes carreras nocturnas, Playground Games nos dice que esto no es un encargo sin más, que ellos saben demasiado de esto. Y si todo lo demás falla, qué cojones, posiblemente me sobre con lo de conducir a toda leche por Colorado mientras escucho a Willy Moon.