Primeras impresiones de Resident Evil 6

Otra cosa no sé, pero desde luego Resident Evil 6 es un juego ambicioso. Capcom pretende demostrarlo con una demo generosa, por larga, variada y completa, que permite echar un vistazo a las tres tramas que darán forma a la historia. Leon, Chris y Jake, con sus respectivos acompañantes, representan tres estilos más o menos distintos y, en cierto modo, tres etapas de la franquicia; lo que fue hace tiempo, lo que es ahora y lo que le queda por explorar.

Es difícil encontrar un terreno común para eso, un sistema de control que le sirva igual a un medio-survival que a uno de acción, que sonría cuando le recuerdes que hoy todo tiene que ser como Uncharted. Se nota.

Ni bueno ni malo, ni mejor ni peor. Raro. Incómodo al principio, porque todo se mueve distinto; el desplazamiento por defecto es más rápido y ligeramente brusco, pues puedes correr o correr más —stick derecho + A— y porque la cámara, cuya posición no siempre es la que le exige el mayor dinamismo, también parece tener algo de prisa. Será porque el juego se siente más shooter, porque la mayoría de infectados tienen armas y eso exige un sistema de coberturas mucho menos tímido que el de Resident Evil 5. Incluso el apuntado es extraño; no es fácil explicarlo, y puede que todo sea producto de mi imaginación, pero tengo la sensación de que el puntero láser no es tan intuitivo como antes. A veces creo tener que levantar demasiado la pistola y poco después —con otro personaje y otra arma, que tiene el puntero en otro sitio— pasa justo lo contrario. Por defecto, de hecho, aparece una retícula suelta en lugar del clásico láser, pero eso no es Resi… Oh, wait…

Durante la primera partida, de hecho, me obsesioné tanto con eso que ni siquiera me fijé en la posibilidad de andar y apuntar al mismo tiempo; soy de los que lo prefieren, sin duda.

Es curioso que el resto de novedades, más bien anecdóticas por lo visto aquí, funcionen mejor que las bases. Lo de tirarse al suelo para esquivar, hacer la croqueta y arrastrarse de un modo algo ridículo —por su culpa no llevan falda las muchachas— es sorprendentemente divertido y los ataques cuerpo a cuerpo, contextuales —arrojar por un balcón, aplastar cabezas contra la pared— o no, interfieren poco con el resto de mecánicas; disparar primero a la pierna o a la cabeza para acercarse y ejecutar como Dios manda sigue siendo más satisfactorio y efectivo.

Está claro el camino que toma Resident Evil 6, pues, y por eso es absurdo que intente disimularlo, con restricciones forzadas y artificiales, en la parte de Leon y Helena: a ratos de obliga a ir caminando, pero abres una puerta y ale, a correr. No parece el mejor modo de generar tensión, uno que va en contra del ritmo y la coherencia. Y lo peor es que ni siquiera sirve eso para recordar a las primeras entregas de la franquicia; no sin poder interactuar con nada, sin poder acercarse a examinar esa mancha de sangre para decir un par de frases sobre lo que seguramente te espera en la siguiente esquina.

Con un poco de suerte, será cosa de la demo, de una sección demasiado introductoria y pasiva que cede protagonismo a la ambientación. Y sí, gusta la universidad que se ha vaciado de golpe, con poca luz para resaltar los relámpagos. Aunque a unas pocas texturas les falta iluminación y no todas las animaciones convencen, Capcom ha vuelto a hacer un trabajo excepcional a nivel gráfico. Una pena que el uso de MT Framework siga significando problemas de tearing durante las cinemáticas.

Si Leon quiere demostrar que el que tuvo, retuvo, Chris y el hijo de Wesker tienen otras preocupaciones. El viejo Redfield, borracho y amnésico en la secuencia que lo presenta, pasea por los tejados de Hong Kong vacilando de arsenal y descubriendo las nuevas transformaciones de los enemigos más básicos y Jake, emparejado con Sherry Birkin, está constantemente escapando de su particular Nemesis. El tal Ustanak, el típico armario ropero con montones de agujas y ganchos en un brazo mecánico casi tan temible como su flequillo, sirvió durante el E3 para presentarnos otro aspecto interesante del juego: el crossover. En algunos puntos concretos de la historia, los caminos de varios protagonistas se cruzarán para crear momentos de juego cooperativo a cuatro, con desconocidos o con amiguetes que haya avanzado lo mismo que tú. Parecía bien llevado ese enfrentamiento contra el jefe final, que incrementa las posibilidades de las bifurcaciones obligando incluso a cambiar de compañero por unos instantes.

Ahora más que nunca, estoy convencido de que Capcom está intentando meter demasiadas cosas en Resident Evil 6. Como Dragon’s Dogma, es un bicho con varias cabezas que vete tú a saber lo que hará cuando le pidas que vaya a tal sitio. Sin embargo, me estoy casi-acostumbrando al control lo bastante rápido como para poder pensar en la posibilidad de un final feliz; creo, como el gran Pablo Algaba, que la espiral de locura, lo contrario a la autocontención, puede darnos una alegría aquí. Una reinvención excesiva y una mirada hacia atrás incómoda, al mismo tiempo, que puede acabar siendo el no va más en variedad. Intentar contentar a todo el mundo es arriesgado, pero igual merece la pena.