¿Qué pasa con Annapurna?

Annapurna Interactive ha supuesto un soplo de aire fresco dentro del caos que envuelve la vertiente independiente de los videojuegos. La empresa matriz, Annapurna, fue fundada en 2011 por Megan Ellison, una veterana productora ejecutiva cinematográfica que durante su carrera se ha especializado en trabajar con directores con clara intención autoral. A Ellison le debemos algunas de las películas más extrañas de los Coen o Paul Thomas Anderson, al igual que la mayoría de las cintas de David O. Russell o rarezas dentro del campo del cine documental. Al fundar su propia compañía, Ellison pretendía seguir produciendo, financiando y distribuyendo films pequeños y personales que en su conjunto crearan una imagen de marca reconocible. En definitiva, que el público confiara en que si venía de Annapurna tenía que ser de calidad.

Durante los primeros años, y exclusivamente en el ámbito del cine, Annapurna se concentró en la co producción de películas pequeñas de la mano de grandes compañías. Le interesaba de manera especial las que parecían tener oportunidades de cara a los grandes premios y que pudieran resonar en el ámbito cultural. Entre su filmografía destacan The Master, Zero Dark Thirty, Her o American Hustle, cintas que funcionaron mejor entre la crítica de lo que después rindieron de cara a la taquilla. Con estos estrenos, dejando a un lado el ámbito económico, los propósitos de Ellison se cimentaban, marcando un camino que a posteriori seguirían otras productoras como A24 o la distribuidora NEON 

El salto a los videojuegos se producía a la vez que la expansión masiva (y hasta ahora definitiva) de la compañía. A la vez que abría su negocio a la televisión y a la distribución a escala global, Ellison se lanzaba a la publicación de videojuegos con el que hasta ahora ha supuesto uno de sus mayores éxitos, el imprescindible What Remains of Edith Finch. Como en todo lo que rodea a Annapurna, en la creación de su división de videojuego se percibe de forma natural no solo el cariño a la hora de hacer las cosas sino la intención de hacerlas muy bien. Para dirigir Annapurna Interactive, Ellison escogió a dos veteranos productores para encargarse de la parte económica y los rodeó de desarrolladores experimentados —antiguos trabajadores de Sony Interactive y Warner Bros. Interactive— para tener una visión global del nuevo mercado al que se enfrentaban. Entre los profesionales que han aconsejado a la compañía sobre cómo escoger títulos «originales, personales y emotivos» se encuentran Jenova Chen y Ken Wong, que posteriormente confiaría en ellos para la distribución de su multipremiado Florence.

Y ya sea por la influencia de Wong o Chen, lo cierto es que los juegos seleccionados por Annapurna tienen un «algo» distintivo que, más allá de la temática o el género, los hace muy especiales. Además de Florence y What Remains of Edith Finch en el catálogo de Annapurna Interactive encontramos el divertido Donut County, el sensible Gone Home y el emocionante Outter Wilds. Y de cara al futuro todo pinta aún mejor. Con Telling Lies, el nuevo proyecto de Sam Barlow previsto para finales de este mismo año y 12 Minutes, uno de los juegos independientes más llamativos del E3, programado para el 2020 nadie diría que Annapurna Interactive pueda ser una de esas empresas que pasa por apuros económicos. Pero ese parece ser exactamente el caso. Y la culpa, si es que la hay, es de la división de cine. 

Según han publicado este fin de semana medios como Variety o The Hollywood Reporter, el descalabro en cines de películas como The Sisters Brothers, Destroyer o Detroit ha hecho una mella tan grande en las cuentas de la productora que ha acabado por afectar a la matriz. Y de acuerdo a los artículos, Ellison se encuentra en este momento renegociando con los bancos formas de asumir la deuda que les permita evitar la bancarrota. Una de las mayores preocupaciones de cara al futuro es que Annapurna Pictures cuenta con el 50% de los derechos de distribución de la próxima película de Bond, una cinta con un rodaje plagado de incidentes y retrasos —el más llamativo es la lesión de tobillo sufrida por Daniel Craig— que no parece que vaya a ser capaz tampoco de devolver la millonaria inversión de Ellison.

Ya sea una estrategia de marketing para calmar los ánimos o una simple aclaración de cara a la rapidez de los medios a la hora de especular, Annapurna ha compartido un comunicado buscando tranquilizar tanto a sus seguidores como a sus más de 80 empleados. «La restructuración de deudas y préstamos con los bancos es una actividad muy común que normalmente se produce fuera de los focos», escriben desde la matriz. «A pesar de lo que se ha publicado en varios medios seguimos en camino de conseguir muchos éxitos. Entendemos que la especulación es parte del negocio en el que trabajamos». Pero no solo la empresa principal se ha preocupado de dar explicaciones. Mediante el uso de las redes sociales Annapurna Interactive ha tranquilizado a sus fans asegurando que «no se van a ninguna parte». Que muchos y buenos juegos están aun por llegar.

Lo cierto es que, deuda millonaria o no, es difícil pensar que una compañía como Annapurna pueda efectivamente declararse en bancarrota. Más allá del valor como marca creado mediante el trabajo duro de los último ocho años (somos muchos los que prestamos especial atención a los lanzamientos que cuentan con su sello de calidad), cabe recordar que Megan Ellison cuenta con una abundante fortuna familiar —su padre Larry, co fundador de Oracle, es el séptimo hombre más rico del planeta— y Annapurna es el único proyecto al que se dedica con pasión en solitario. 

Annapurna toma su nombre de uno de los picos más importantes del Himalaya que fue bautizado a su vez como la diosa hinduista de la comida y la abundancia. Una montaña resistente que con sus más de 1800 metros de altura sobresale en el centro de uno de los sistemas más importantes de la cordillera situada entre la India, China, Bután y Sudán. Ellison escogió el nombre para que reflejara el riesgo y la aventura que pensaba buscar en sus propuestas pero también para transmitir una absoluta fortaleza y sensación de inmovilidad. Es difícil saber qué pasa de verdad en los libros de cuentas de Annapurna. Conocer con certeza si los bancos van a cancelar el flujo de préstamos y si los próximos años tendrán que limitar el número de proyectos en los que se van a implicar. Pero moverse no parece una opción. Si queremos buenos juegos, en Annapurna es una de las compañías en las que podemos confiar.