Es de noche. Los neones iluminan tu cara mientras andas tranquilamente camino al karaoke en el que has quedado con tu mejor amiga. Pero algo no huele bien. Al girar la esquina tres maleantes se aproximan lentamente hacia ti golpeándose suavemente la palma de la mano con sus bates de beisbol. Tienes que reaccionar: rápidamente miras a tu alrededor, coges una bicicleta que estaba apoyada en un poste de la luz y se la lanzas con fiereza. Terminas de rematarlos con un cono de tráfico. Has salido airoso. Ahora tienes que descargar algo de esta adrenalina y para ello decides entrar en el Club Sega de Kamurocho a echar unas partidas de Space Harrier.
La saga Yakuza ha ayudado a popularizar en occidente las conocidas salas de arcade de Sega que se pueden encontrar por todo Japón. Una de las más populares es la Sega Ikebukuro Gigo, que cuenta nada menos que con nueve plantas, convirtiéndola así en una de las más grandes del mundo. Esperamos que no entrase en vuestros planes ir a visitarla próximamente, porque, tras más de 28 años de servicio a la diversión, el próximo 20 de septiembre cerrará sus puertas definitivamente.
Con la prohibición del turismo debido a la pandemia, las grandes salas de juegos han sufrido un enorme descenso de visitantes. Es tentador pensar que el cierre de esta mítica sala significa un clavo más en el ataúd de los salones de arcade en Japón, probablemente el país del mundo que conserva más de estos templos al ocio electrónico. Y quizá haya algo de eso, pero con matices. Desde el punto de vista de la conservación de la historia del videojuego, este acontecimiento no resulta tan grave como puede parecer.
Azoteas
Después de la II Guerra Mundial, Japón atravesó un periodo de industrialización masiva. La población en las grandes ciudades creció de manera desproporcionada y esto unido al crecimiento económico derivó en el aumento de la demanda de ocio urbano. Los rápidos avances en innovaciones tecnológicas y una gran apreciación cultural por la novedad hicieron el resto: desde los años 50 los centros de las ciudades siempre han albergado formas de entretenimiento electrónico.
En 1955 Nakamura Manufacturing Corporation (quizá os suene más como Namco) entró en el negocio del entretenimiento construyendo una atracción con caballos de madera en la azotea de un centro comercial de Yokohama. El éxito hizo que estas atracciones continuasen extendiéndose dándose lugar a los okujou yuuenchi, «parques de atracciones de azotea».
Fue entonces cuando otras empresas, como Sega, comenzaron a fabricar juegos mecánicos para el entretenimiento de los visitantes de los centros comerciales y que supusieron el germen de las salas de recreativos modernas.
En los años 80, con la irrupción masiva de las consolas de videojuegos, en occidente comenzó la decadencia de los salones de arcade. Se empezó a verlos innecesarios al disponer de videojuegos en tu propia casa. Sin embargo, en Japón se entendió que los sistemas domésticos eran buenos para un tipo de juegos y las recreativas lo eran para otros. Echar una partida en solitario mientras esperas el Shinkansen siempre ha resultado un acto bastante natural en la cultura japonesa a diferencia del uso más social que tenían en occidente los salones recreativos.
En 1993 Sega Ikebukuro Gigo abrió sus puertas. En aquel momento existían unas 22.000 salas en todo Japón.
UFO Catcher y Purikura
Desde la década del 2000 los grandes centros de recreativas japoneses son propiedad de dos marcas: Sega y Taito (Square Enix) En este tiempo, las máquinas dedicadas puramente a videojuegos han reducido su espacio dejando paso a otros tipos de entretenimiento.
Visité el Sega Ikebukuro Gigo en diciembre de 2019; resumiré brevemente lo que encontré allí. El primer contacto, la planta a pie de calle y las plantas inmediatamente inferior y superior están completamente dedicadas a máquinas UFO catcher. Si estás dispuesto a invertir unos cuantos yenes y tiempo es posible que consigas algún peluche de Disney o el anime de moda. Si, como yo, no sientes demasiada atracción por ellas, continuarás hasta el tercer piso, donde se encuentran los juegos de ritmo, uno de las grandes estrellas de estos centros. La habilidad de los japoneses en juegos como Mai Mai es de sobra conocida y es muy probable que evites probarlos por miedo a quedar en ridículo ante semejante espectáculo. El cuarto piso está dominado por simuladores de conducción o disparos y máquinas con cabinets muy complejos, como timones de barco, teclados de ordenador o superficies sobre las que desplegar cartas. Es posible encontrar juegos de lucha y alguna pequeña muestra de retro. El resto de las plantas superiores están ocupadas por una cafetería y cabinas de Purikura: máquinas que realizan fotos retocadas y en las que dispones de disfraces para realizar cosplay.
Eché mucho en falta más presencia de videojuego puramente arcade. La sensación es que hay demasiado de trampa para turistas. Y es por eso por lo que no considero que la desaparición de estos grandes centros supongan algo traumático para la conservación de la historia de este medio. Actualmente los veo más como carne de episodio de Callejeros Viajeros en Tokio, justo después de mencionar por enésima vez el Restaurante Robot de Kabukicho.
Vuelta a las pequeñas salas
Es en salas más modestas y escondidas es donde podemos disfrutar de ese circuito de recreativas modernas y dificílmente accesibles en occidente: máquinas de Luigi’s Mansion, Mario Kart o un battle royale de JoJo’s Bizarre Adventure, por ejemplo. Además manteniendo vivo el espíritu de los arcades de los 90 que hemos conocido a través de ficciones como High Score Girl.
Arcades como Mikado Game Center o la planta superior de la tienda de retro Super Potato en Akihabara muestran un tremendo cuidado en la selección de sus máquinas.
En 2019 ya solo quedaban 4.000 salones recreativos en Japón y en diciembre de 2020 Sega vendió una participación del 85% de la subsidiaria que opera sus salas de juegos a Genda, una empresa tokiota de alquiler de máquinas arcade. Esto, que a priori parece una huida hacia adelante intentando evitar grandes pérdidas debido a la pandemia, en verdad ha supuesto un soplo de aire fresco para sus salas más pequeñas. Muchas de las máquinas que quedaban relegadas a un rincón grandes edificios como el que ahora cierra han sido reubicadas en Sega Clubs más pequeños, ganando un mayor peso y el valor que se merecen.
Aunque los grandes centros de ocio desaparezcan, el espíritu del arcade sigue estando muy vivo en Japón, solo hay que buscarlo un poco más.
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Muy interesante y entretenido, gratz!:):)
Qué pena! estuve trabajando en Japón varios años y me alegro de haber podido disfrutar esos grandes salones arcade. Un poco mitificados por un lado, pero con un encanto indudable para los amantes de los videojuegos. Probablemente el que más me gustó por la ambientación loca (inspirado en la ciudad amurallada de Kowloon) fue el Anata no warehouse en Kawasaki Os recomiendo buscar algún video por ahi.
Pues lo cerraron hará un año. Tuve la oportunidad de visitarlo y no me arrepentí para nada@franky
@darkbob
Si, la verdad ese estaba brutal. Una pena que lo hayan cerrado también, en este caso creo que ya estaba planificado antes del covid 🙁
Tremendo artículo, mi enhorabuena Javi!!!
Un texto muy chulo.
En el comunicado especial comentan que cierran porque expira el alquiler del edificio y aprovecharán para restaurarlo:
https://twitter.com/SEGA_ikebukuro/status/1422076296624934915
Quien sabe, quizás hay suerte y tras restaurar el edificio vuelven a alguilarlo y siguen.
Gracias por la clase de historia ❤️
Un dia de luto para los pederastas de tokyo. Ahora tendran que dirigirse a otros establecimientos para encontrar maquinas que den de premio figuritas de crias de 12 años con poca ropa.
Videojuegos muchos no habian y los que habian estaban dirigidos a coleccionar cartas. Cartas que casualmente contenian niñas de 12 años con poca ropa.
@yoshinawa
Mira que me han incomodado siempre esos malditos sobres (nunca los he comprado, pero me los enviaban a pares a modo de obsequio cuando importaba desde Japón), y mira que me he ido alejando de lo nipón con los años precisamente por temas como este, pero tampoco se me ocurriría acusar de forma genérica como pederastas a todos los que consuman esos productos.
Que lejos de nuestra moralidad occidental es legal y socialmente normal para ellos. No tenemos por qué compartirlo, ni aplaudirlo, ni considerarlo positivo, pero de ahí a considerar a todo el que lo consuma un pederasta… igual es un desfase.
Que soy el primero al que le da asquete social casi todo lo Japonés, pero deberíamos medir el uso de palabras tan potentes como pederastia, pedofilia o similares, o justificarlas de inmediato con una exposición coherente que las apoye (empieza a dar miedo que tanta gente lance al vuelo términos como este o como «Fascista» o «Nazi», por ejemplo)
Acusar de algo tan grave debería requerir de un esfuerzo mayor que el de simplemente vocearlo, incluso en el caso de que estuvieras en lo cierto.
@metalman
La correccion politica, como por ejemplo:
No poder decir que e alguien es pederasta porque le gusta machacarsela con figuritas de crias de 12 años hipersexualizadas sin ropa.
Es un producto de las clases acomodadas de occidente, a los japos se la suda lo que digamos. Asi que no problem
@yoshinawa
Pues te pido disculpas si lo has interpretado como una corrección política, porque nada más lejos de mi intención, ya que era una observación personal (y por lo tanto una opinión propia) y me considero apolítico total.
No disto en exceso de lo que comentas, solo digo que existen tantos matices a tener en cuenta (como el de que social y legalmente puedan ejercer esa práctica) que categorizarlo de esa forma tan tajante me parece arriesgado. Es más, finalizo el texto aludiendo a que habría que detallar al máximo el uso de ese tipo de acusaciones, que no censurando o proponiendo el silencio.
Pelártela con una figurita, por muy sexualizada e infantilizada que parezca, no es ser pederasta, y menos aún si lo que te inculcan es que ese es el canon sexual por antonomasia en tu cultura y te permiten ejercer esa práctica.
En fin, que me parece mucho más complejo y no me parece sensato, pero te pido disculpas de nuevo, que no te estoy censurando en absoluto (no tengo ese poder, ni lo quiero).
Saludos!
@metalman
Igual, mas allá del uso indebido de la palabra pederasta, entiendo que cada uno opina desde el lugar que le corresponde ¿no? Es decir, nuestros juicios estan influidos por los valores de nuestra sociedad, así como ellos sus acciones. Que en Japón no esta mal visto, pues vale, pero desde nuestra moral sí y no veo motivo para no decirlo. Otra cosa sería si digo que soy mejor que cualquier nipón por no sentirme a gusto con esas cartas, cuando está clarísimo que si hubiera nacido en Tokyo a lo mejor lo haría. En fín, que yo nunca tengo claro que opinar ante estas cosas, o siento que tiro de etnocentrismo o termino siendo indulgente.
También te digo que con Japón se suele hacer la vista gorda porque todo lo japonés es un conjunto de representaciones exóticas puestas a vender a nuestros ojos, por eso de la fuerte influencia norteamericana posguerra supongo. Muchos matices y muchas consideraciones en contraoposición a países sudamericanos o africanos donde los juicios son mas tajantes y la reprimenda mucho mayor. No digo que sea tu caso vaya, hablo en general. Saludos