La decadencia de Telltale: la dirección «tóxica» del estudio propicia la fuga desarrolladores

La influencia de Telltale es innegable. La compañía no solo se ha definido por crear juegos exitosos sino por hacerlo con un sello muy personal que, de la mano de la narrativa clásica y basándose siempre en reconocidas franquicias, renovaban el concepto «elige tu propia aventura» para convertirlo en un «juego estilo Telltale». La impresión de que el jugador podía realmente influir en la historia, buenos guiones y una dirección de arte llamativa, llevaron al estudio, fundado en el 2004, a encadenar premios entre el 2012 y el 2014, fechas en las que conocíamos los episódicos The Walking Dead y The Wolf Among Us. Pero no duró mucho. El pasado noviembre Telltale anunció la marcha de más de 90 desarrolladores —un cuarto de su plantilla— para conseguir, en palabras de su CEO Peter Hawley, hacer «menos y mejores juegos». La semana pasada muchos de estos antiguos empleados hablaron con The Verge sobre esta decisión y las condiciones de trabajo dentro de la empresa. La verdad es que Telltale no sale bien parada.

Al trabajar bajo una dirección que definen como «tóxica», los desarrolladores de Telltale sumaban jornadas de entre 12 y 18 horas, bajos salarios, inseguridad laboral y agotadoras sesiones de crunch que se repetían en ciclos cada vez más rápidos. Estos problemas, que muchas veces (por desgracia) son de lo más común en los estudios, se agravaban tras el éxito de The Walking Dead. Con la entrada de nuevos trabajadores vino un anunciado cambio de paradigma: ahora eran un gran estudio y, como tal, tenían previsiones e inversores a los que contentar. El descenso de calidad de los sucesivos títulos puede explicarse analizando el sistema de trabajo de la empresa que ahora rotaba a sus desarrolladores entre títulos para evitar el temido burnout. Según palabras de uno de sus trabajadores «el foco cambió de la calidad a la mentalidad de hacer tantos juegos como se pueda».

En la entrevista con The Verge los ex-trabajadores explican perfectamente los daños que genera la cultura del crunch, no sólo en lo personal, sino a nivel empresarial. Uno de ellos señala que los más afectados por el burnout eran precisamente los jóvenes que más empeño ponían en el trabajo y los perfeccionistas que se preocupaban de forma especial de que todo saliera bien. «Quemando» precisamente a estos empleados Telltale tiraba por la borda su mejor asset. El único que podía conseguir la vuelta de las buenas reseñas. El año pasado, precediendo los despidos, varios veteranos abandonaban la compañía. Señalaban como culpables al co-fundador Kevin Bruner y a su ego. Aunque este lo niega, los trabajadores lo acusan de entrometerse en todos los procesos creativos, así como de llevarse constantemente el crédito. Su apodo entre los trabajadores era «el ojo de Sauron».

La resistencia a aceptar nuevas ideas también ha sido un problema para muchos creativos que sienten que el éxito de The Walking Dead ha constreñido a Telltale. Según ellos, la directiva no comprende bien por qué el juego funciona y, por tanto, exige que todos los demás se desarrollen dentro del mismo molde. La salida de Bruner de la compañía —precisamente cuando las pérdidas se acumulaban— aliviaba a muchos, sin embargo, la primera decisión de la nueva directiva fue una ronda masiva de despidos. Los trabajadores restantes parecen creer que están ante una nueva era, más positiva y creativa, en la que el estudio volverá a encontrar sus raíces. Echando una mirada a la historia de los videojuegos no hay motivo para ser optimistas. La industria, que no cuida a sus trabajadores y que en ocasiones se levanta en las espaldas de cuestionables «genios», no parece tener intención de reinventarse. No mientras siga siendo rentable. Al lado del dinero, la creatividad, la salud y la felicidad no parecen valer nada.