Xbox, de One a Series X

La experiencia de usuario de Xbox Series X

La idea del ecosistema Xbox se refuerza con el traslado a Series X de los menús y funcionalidades que ya conocíamos, mejor implementados que nunca pero peligrosamente continuistas.

La primera vez que exploré los menús de Series X, lo reconozco, no pude evitar que algo parecido a la decepción me sobrevolase un poco, aunque por motivos que me cuesta mantener después de un par de semanas usándola a diario. Husmeando en el menú de inicio, aún intacto, fui bajando hasta llegar (después de dejar atrás las pestañas de Game Pass y la Store) a algunas de las secciones que tengo destacadas en Xbox One: la de Forza Horizon 4, la de Dark Souls, la de Bayonetta.

No es habitual que la primera toma de contacto con una nueva consola recuerde tanto a la generación anterior. La experiencia de usuario de Xbox ha cambiado mucho desde el polémico lanzamiento de One, pero en los últimos años se ha perfilado y pulido lo suficiente como para resultar mucho más ágil y clara; con la última actualización, la que iguala los menús de todo el «ecosistema Xbox» desde One hasta Series X, a veces me daba la sensación de que la agilidad a la que aspiraba el diseño chocaba con el techo que le imponía la propia consola, y la navegación nunca es todo lo fluida que podría ser.

En ese sentido, moverse por los menús de Xbox Series X mezcla la familiaridad de una interfaz bien conocida con las buenas sensaciones de verla por fin funcionando a pleno rendimiento. Los menús flotantes se despliegan rápido, cambiar de pestaña y moverse por la biblioteca de juegos o por la configuración de la consola es ágil, gestionar el contenido de los discos duros o explorar la tienda o Game Pass tiene menos fricciones que nunca. Como comentaba en la introducción, si vienes de Xbox One tienes la oportunidad de hacer que las preferencias se copien directamente en Series X, dejando todo justo como lo tenías y haciendo que el cambio de generación sea inusualmente suave… y continuista, una palabra aterradora cuando el acontecimiento que tenemos entre manos es un cambio de generación de consolas.

Es precisamente sobre esta experiencia de usuario sobre la que se apoya una parte importante del mensaje y la filosofía con que Microsoft está enfrentándose a esta nueva generación: la máquina puede ser distinta, pero el ecosistema (la comunidad, los servicios, la biblioteca de juegos) es el mismo, y se extiende más allá de Xbox, hasta los ordenadores con Windows 10 o incluso los dispositivos móviles compatibles con xCloud. Esto es Xbox, parece decirnos la consola: las tripas son distintas, pero la experiencia es la misma, igual que usar un ordenador con Windows es lo mismo independientemente de quién sea el fabricante del hardware. Me parece una estrategia arriesgada por lo que tiene de inusual en el mundo de las consolas, y desde luego no creo que sea el tipo de transición de euforia contagiosa que sí han conseguido hasta ahora los cambios de generación, pero más allá de la toma de contacto lo cierto es que todo en Xbox Series X está pensado para el uso ágil y eficiente, para beneficiar la sencillez y para ser comprensible ante todo, y la familiaridad de su interfaz tiene mucho que aportar para conseguir esos objetivos.

No ha sido un camino fácil (la sencillez y la eficiencia no siempre fueron sus puntos fuertes, y no ha sido hasta hace poco que consiguieron, a base de tijeretazo, dar con la tecla), pero la mayor velocidad de Series X gracias al SSD termina de ponerle el lacito a toda una serie de ideas de diseño con las que Microsoft ensayó durante toda la generación anterior. Insisto mucho pero es por un buen motivo: aunque por lo general es muy sencillo acceder a toda la información sobre juegos y aplicaciones (desde descripciones o vídeos hasta fechas de lanzamiento o, importante, tamaño en el disco duro), de primeras se pone por delante lo visual, con carátulas y banners como guía por la tienda o Game Pass. Es fácil gestionar el contenido (tanto eliminar como mover o copiar son procesos sencillos y rápidos), pero idealmente da la sensación de que la biblioteca de juegos está pensada para ser tan pulcra y simple como sea posible. Es un diseño, en realidad, que se mueve muy en paralelo a los avances del sistema operativo Windows, cada vez más orientado a un tipo de usuario que no tiene tanto interés en cómo funciona un ordenador y que puede aceptar la idea de perder algo de control sobre el sistema operativo a cambio de una mayor facilidad de uso.

En consolas siempre ha primado la facilidad de uso, por supuesto, y en ese sentido Xbox Series X no tiene tacha. Crear grupos o accesos directos, interactuar con la comunidad o compartir contenido se hace con mucho naturalidad; personalmente echo de menos alguna innovación inesperada o alguna idea más rompedora, pero con el tiempo le he cogido el gusto a utilizar Xbox precisamente por el encaje tan preciso de algunos conceptos no tan «de consola». El énfasis en la sencillez tiene un lado un poco más problemático: se puede ordenar la biblioteca para que se muestren primero los juegos «Optimizados para Xbox Series X|S» (los que, en principio, más partido sacan a la nueva consola, al final, aunque no sean todos de nueva generación), pero no es fácil saber cuáles usan otras de las funciones estrella de la consola, como Quick Resume, o qué juegos o «ventanas», como el menú de configuración o la Store, hay abiertas. Según nos comunica Microsoft, un bug de última hora ha hecho que en este tiempo de review no todos los juegos hayan podido explotar el Quick Resume. Es una lástima, porque con los que lo aprovechan sí he podido ver una idea realmente interesante y rompedora: volver a Gears Tactics o al Crackdown de Xbox 360, por poner dos ejemplos, y que te deje justo en el punto en el que estabas cuando los dejaste es una gozada. (Doy las gracias al autosave por evitarme un descalabro mayor cuando quise probar si Yakuza: Like a Dragon tenía Quick Resume y me olvidé de guardar antes.)

Es evidente que la velocidad es uno de los grandes temas de esta generación, y Xbox Series X desde luego parece bien equipada en ese sentido: no solo por sus tripas, que sin duda tienen mucho que decir a este respecto (los tiempos de carga, aunque diferentes entre juego y juego, son otro de los temas de esta generación; ya hablaremos de eso cuando toque), sino también por el diseño de sus interfaces y su experiencia de usuario y por la dirección en la que apuntan algunas de sus funciones estrella, como Quick Resume. De nuevo, la centralidad del usuario sobre la consola y la nueva filosofía de Microsoft, en la que todo el mundo es bienvenido y las generaciones tienen menos importancia, tiene una gran presencia en Series X, y aunque por un lado consigue hacer encajar la mayoría de las piezas para ensamblar su mensaje (entiendo que habrá quien no lo encuentre atractivo, pero a mí me gusta «heredar» todo lo que tenía en One, juegos de 360 incluidos, y verlo convivir con lo de Series X de una forma tan simple y directa: ahí están Dirt 5 y Metal Slug 3, Gears Tactics y Ninja Gaiden II) creo que el mensaje mismo tiene algo irremediablemente difícil de interiorizar: que Gears 5 sea a la vez un juego de Xbox One y uno «Optimizado para Xbox Series X|S» o que Sekiro: Shadows Die Twice de pronto parezca un juego nuevo, aun sin optimizar, mientras otros no presentan mejoras respecto a One X, y que nada de esto se destaque o señale explícitamente en la consola, hace que el cambio generacional de Microsoft sea poco convencional; prometedora, pero poco convencional.

XBOX SERIES X:
LA REVIEW

1. El hardware
2. La experiencia de usuario
3. El mando
4. La retrocompatibilidad
5. El veredicto