El lanzamiento de Dragon Ball Sparking! Zero fue recibido con un entusiasmo que estuvo muy por encima de las ocho mil unidades por parte de esa amplia zona central de un diagrama de Venn en la que coinciden quienes disfrutan de los videojuegos y aquellas personas que tienen cierto cariño hacia la obra más famosa de Akira Toriyama. La tarea no era sencilla: rellenar un hueco en el que es imposible encajar del todo ya que cualquier nueva adaptación de Dragon Ball debe estar a la altura del manganime, pero también superar el altísimo muro de la nostalgia que erigió hace dos décadas la saga Budokai Tenkaichi.
No lo tenía nada fácil Spike Chunsoft, ya que además de intentar estar a la altura del siempre magnificado recuerdo de cuando éramos jóvenes, un par de zapatos muy difícil de llenar por muy bien que se hicieran las cosas, el otro baremo con el que se iba a comparar para dirimir si era un juego bueno o no también tiene a Goku en la portada. Hablamos, cómo no, de Dragon Ball FighterZ, el mejor juego de lucha con un manganime como base, pero también el culpable de que muchas adaptaciones de otros shonen a lo largo del último lustro nos hayan sabido a poco.
Incurrir en ciertas comparaciones nos puede llevar a un callejón sin salida, uno feo, oscuro y, desde luego, carente de interés. Es muy humano buscar similitudes, encontrar el parecido con, en este caso, otros juegos, pero Dragon Ball Sparking! Zero debía volar en solitario; ni podía ser mejor juego de lucha que el de Arc System Works, ni lo pretendía; jamás podrá sustituir al imbatible recuerdo que supone la generación PlayStation 2 para miles de personas, ni busca hacerlo. Lo que sí ha logrado Spike Chunsoft es desarrollar un videojuego de Dragon Ball capaz de entusiasmarnos de nuevo. Y lo logra desde que iniciamos el juego.
La cinemática inicial de Dragon Ball Sparking! Zero es un reflejo ideal de la fiesta a la que hemos sido invitados. Ya sabíamos por el material promocional que sería una fiesta repleta de caras conocidas, pero ver cómo se cruzan amigos y enemigos de distintas épocas siempre genera un cosquilleo especial. Incluso antes de empezar a jugar cuesta no sonreír al ver el cuidado de los menús con la interacción de los personajes en pantalla —no será Goku comiendo fideos o Gohan sacando la espada, pero cumple.
Los primeros días reunieron a decenas de miles de jugadores empujados por la emoción de ponerse de nuevo en la piel de esos personajes que les han acompañado desde la más tierna infancia. Precisamente por eso Dragon Ball Sparking! Zero cayó de pie, porque el apartado gráfico y el tipo de combates que ofrece consiguen generar la sensación de estar dentro de un episodio del anime, algo que ni el mejor sistema de lucha consigue transmitir si está enmarcado en un entorno bidimensional.
Facilita la inmersión la variedad de ataques finales y la espectacularidad de los mismos. También que en ese claro mimo para ofrecer la experiencia dragonballesca ideal se hayan tenido en cuenta detalles que, si bien no son estrictamente necesarios, logran que asintamos cuando los vemos. Por ejemplo, antes de un combate cada personaje podría tener sus tres o cuatro frases predeterminadas y ya, no pasaría nada, pero cuánto mejora la experiencia que ante encuentros no vistos en la serie los personajes dialoguen como cabe esperar que sucedería —difícil no emocionarse con algunos de los casos de Gohan del futuro, una vez más Gohan siendo el corazón de Dragon Ball.
Perfeccionar nuestras técnicas de combate y probar suerte en el modo multijugador es una opción más que lógica, pero volver a vivir los puntos clave de la historia de Akira Toriyama es el plato principal de este juego —la jerarquía que impone el orden de los modos en el menú es garante de ello—. En Dragon Ball Sparking! Zero podemos recorrer la senda de varios protagonistas a lo largo de las distintas épocas de la serie, una forma ideal de rememorar los momentos más épicos, pero también de acabar de convencer a quienes nos mostramos reacios a continuar tras el verdadero final de la historia —habrá quien sitúe ese punto al final de Dragon Ball Z, habrá quien optara por plantarse en Dragon Ball GT. Sin ser lo más innovador del mundo, la combinación de cinemática con combate clave sirve para resumir de forma ágil todos los arcos que abarca la serie.
En este juego encontramos como novedad la opción de cambiar la cámara para presenciar la escena en primera persona —algo trambólico en ocasiones— y cierta toma de decisiones que afectará al enfrentamiento posterior. De lo que elijamos dependerá el futuro de nuestra ruta: podemos seguir el camino conocido o desbloquear, cumpliendo una serie de condiciones, un futuro alternativo. La inclusión de estos escenarios what if?, esos «¿qué hubiera pasado si…?» supone un aire fresco al habitual modo historia por dos razones: la novedad y el reto.
El reto está en la dificultad para desbloquear estas nuevas rutas, ya que para ello no podemos bajar la dificultad y debemos superar ciertos combates, convenientemente indicados, con unas condiciones determinadas bastante exigentes. La novedad radica en poder disfrutar de una serie de historias originales en las que veremos a Goku alcanzando cierta transformación antes de tiempo o a una versión oscura de unos de nuestros héroes.
Esta línea de historias alternativas es el broche ideal para un juego que cumple con todo lo que podíamos pedirle a un juego de Dragon Ball. Un evidente ejercicio de fanservice bien hecho, ya que este concepto tiende a ser demonizado y para nada debe ser algo malo. Cuando se utiliza de forma torticera y efectista, salta a la vista. No obstante, se puede utilizar dicho fanservice con un sentido creativo detrás, ofrecer una serie de momentos que vuelvan locos a los fans y no por ello ser pobres añadidos que pretendan parchear una obra floja. En Dragon Ball Sparking! Zero es todo lo contrario, se trata de un añadido cuidado, que además se sostiene sobre una base sólida.
Dragon Ball Sparking! Zero ha conseguido dar en las teclas necesarias para contentar a quienes llevan años a la espera de un juego de Goku que esté a la altura. A una altura imposible de alcanzar, ya que lo que sentimos hace dos décadas está enmarcado en un contexto irrepetible, uno que ahora le toca vivir a las nuevas generaciones.
Resulta catártico asumir que lo que fuimos ya no volverá y convertir el fantasma del pasado en una suerte de abrazo de la nostalgia. Igual el secreto siempre estuvo en disfrutar de lo que había y no de lo que faltaba. Igual merece la pena ver Dragon Ball Super y compartir nuevas aventuras con Goku y sus amigos, por mucho que no sea lo mismo.
Igual Dragon Ball Sparking! Zero es justo lo que necesitábamos quienes crecimos inmersos en los Budokai y los Tenkaichi. Una fiesta de golpes, una celebración del mundo de Toriyama, una oportunidad de seguir volando, volando, siempre arriba.
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Amén!