E3 2016: La importancia de llamarse Zelda

Mientras navegaba por internet como cada mañana (nota: esto lleva escrito unos cuantos días), me he cruzado con un nuevo artwork de The Legend of Zelda para Wii U. En él se ve a Link montado en Epona, con una capa azul y una espada; quizá con el pelo algo más largo y los ojos, puede que por el tipo de dibujo, de un azul más intenso. Es un dibujo poderoso y que transmite lo contrario que supuestamente quiere ser el juego: si la idea es hacer un gran mundo abierto lleno de posibilidades, una suerte de Skyrim hyliano, el artwork se centra en el héroe o la heroína, en su presencia unitaria, en el minúsculo círculo de terreno que ocupan las patas traseras de Epona.

Estos días me he dado a pensar bastante en Zelda. Porque he jugado algunos ratos a varios de ellos (A Link to the Past, Ocarina of Time, Twilight Princess; también el original de NES) y porque el E3 está a la vuelta de la esquina, y como sabemos la presencia de Nintendo en la feria se limitará casi exclusivamente a la nueva entrega de la serie: sí emitirán algo de Pokémon y otros juegos en su Treehouse Live, pero la mayor parte del tiempo debería ocuparla Zelda, y el stand de Nintendo está pensado para jugar única y exclusivamente a Zelda, según se dice durante un espacio de hora y media.

El artwork del que hablaba es este, por cierto:

Majestuoso. Me da por escribir esto un poco porque tengo miedo; para dejar por escrito lo que pienso ahora y poder contrastarlo con lo que piense dentro de unos días, cuando esté viendo el Treehouse Live.

Supongo que Nintendo tiene sus motivos para querer presentar este nuevo Zelda a través de una serie de partidas en directo. Aquí no quiero repasar los motivos comerciales que pueden interesarle a Nintendo, sino algunas ideas que me han venido a la cabeza mientras intentaba pensar si me parecía una buena o una mala forma de presentar el tipo de juego que creo que es The Legend of Zelda.

Del primer Legend of Zelda se suele recordar su elevada dificultad y su valentía, que en realidad es inconsciencia, por presentar un mundo tan abierto como permitía una NES sin darle al jugador más ayudas que la posibilidad de guardar la partida, apagar la consola y continuar en otro momento; en ese momento fue una novedad importante en una consola de sobremesa, por cierto, y creo que uno de los motivos que posibilitaron la escala y la ausencia de guías dentro del juego: poder guardar ya era una herramienta suficientemente poderosa como para necesitar nada más. El primer Zelda era sorprendente porque, como se suele decir, antes todo aquello era campo: sabíamos que las llaves abrían puertas, pero no necesariamente que las bombas también abrían nuevos caminos, y la manera en que se reaprovechaban escenarios animándonos a leerlos de otra forma gracias a las nuevas posibilidades que ofrecen los distintos ítems que se encuentran a medida que se avanza.

Hoy, esta fórmula no resulta nueva: la vemos, en sus versiones más básicas, en multitud de metroidvanias y juegos de aventuras que trabajan a partir de la herencia de Zelda, todavía poderosa. Los propios Zelda han mantenido con dignidad (aunque sé que esta no es la opinión de todo el mundo) el interés en su existencia: incluso en las entregas más flojas se nota, aunque sea de forma irregular, una manera de diseñar las mazmorras y plantear la navegación por el mundo que parece inimitable. Por Link, quizá: porque la bomba y el gancho y el arco tienen un significado concreto cuando los usa el Héroe del Tiempo, imagino.

Mostrar este nuevo Zelda durante cinco, seis o siete horas en el Treehouse Live me produce sensaciones encontradas porque sé que no va a ser un streaming silencioso, sino que la gente de Nintendo of America y otros nombres propios de la compañía (Miyamoto, Aonuma) estará presente hablando sobre el juego. Es su trabajo: no pasa nada. Pero son muchas horas: hay que decir muchas cosas para llenarlas. Imaginad una avioneta en la que solo viaja el piloto. Si la avioneta se estrella en medio de la selva y el piloto tiene que afrontar los peligros de lo desconocido para volver a la civilización, es una aventura; si la avioneta aterriza en su sitio y el piloto se va de paseo por un terreno que conoce de antemano, es turismo. Entiendo la frustración de los primeros vistazos al nuevo Zelda, cuando se suponía que iba a salir en 2015 y cuando se suponía que iba a salir en 2016; sin embargo, mirad este vídeo:

Los primeros quince segundos son la mejor forma de presentar un The Legend of Zelda (no este The Legend of Zelda, sino cualquiera) que se me ocurre. En su día vi el vídeo de arriba un buen montón de veces. A día de hoy no sé demasiado sobre nada de lo que se ve en él, y eso está bien: que el juego me comunique qué es la criatura que aparece de pronto, cómo será viajar hasta las montañas del fondo, qué es ese arco con el que termina el vídeo; que el juego me comunique todo eso, decía, es parte de lo que personalmente me resulta interesante de Zelda. Sé que nunca más voy a ver repetida la sensación de descubrir que una bomba abre un hueco en la pared (más bien, al ver la grieta anticiparé la bomba: hay una diferencia importante), pero lo mejor de un Zelda son los pequeños descubrimientos, las microrrevelaciones que surgen de descubrir una nueva manera de interactuar con el mundo de una manera significativa. (Skyward Sword hizo esto muy bien.) Por eso le encontré ese parecido a The Witness: allí no hay un gancho o un bumerán, pero sí se nos abren constantemente nuevos caminos y nuevas posibilidades a medida que entendemos lo que el juego nos intenta comunicar. De una manera más abstracta, las ideas que descubrimos son herramientas que nos abren el acceso a nuevos sitios, que a su vez representan ideas nuevas.

Y sin embargo, voy a ver el Treehouse Live religiosamente: quiero saber cómo es el nuevo Zelda. Supongo que por eso tenemos esa tendencia, sobre todo de niños, a rebuscar en los armarios para encontrar antes de tiempo los regalos de Navidad: no podemos evitar meter las narices y destrozar la sorpresa, el clímax del regalo. Quise saber cómo era Skyward Sword antes de su lanzamiento, y posiblemente quiera saber cómo será el siguiente, si Nintendo para entonces sigue haciendo juegos y no se ha convertido definitivamente en un estudio de diseño que hace apps para el móvil. Tengo la sensación de que no enseñarán todas sus cartas; confío en que se dejen lo mejor para el final, el final de verdad: para cuando el juego esté en las casas y sea un videojuego y no una campaña de promoción. 

Supongo que este año, yo qué sé, siento que este Zelda tiene un peso especial: a falta de ver NX (mencionada en la conferencia de Ubisoft, por cierto: se dijo que el nuevo Just Dance saldrá ahí) y lo que puedan depararnos los próximos meses, este The Legend of Zelda parece el último gran lanzamiento de Wii U, y acaso el juego que haga que Nintendo destaque de nuevo, si es que algún día ha dejado de hacerlo. Entiendo que no todos somos igual de fans de ciertas cosas: a mí Captain Toad me parece uno de los mejores juegos que han pasado por mi casa en los últimos años, pero comprendo y respeto al que no piense igual. Quizá por eso le doy más importancia de la que tiene, pero no puedo evitar tener la sensación de que hay bastante en juego; y quizá por eso no sé si esta es la mejor manera de resolver la partida.

Ahora, si me lo permitís, me voy a ir preparando para ver el Treehouse Live.