No me apetece jugar. Así de sencillo. Estoy pasando por una de las varias épocas en las que coger un mando supone más un acto de obligación que de disfrute. Es centrar mi atención en una consola, una pantalla o un listado de videojuegos y de repente desaparecen todas mis energías. Me da bastante pereza pensar en los videojuegos que recientemente han salido al mercado, y mejor no hablar de que jugarlos me produce un cierto aburrimiento. Como si toda mi atención tuviese otros lugares en los que perderse, o la saturación se hubiese convertido en desaliento. Mi cerebro está pidiendo un poco de clemencia y yo, por una vez desde hace mucho tiempo (tanto que ni me acuerdo), se la he concedido. Pero esa no ha sido mi primera reacción.
Normalmente en lo que pienso cuando entro en una temporada tan apagada en relación a uno o varios pasatiempos es pausarlos, no buscar más cantidad de lo mismo. Ya sea porque me canso, porque no tengo el ánimo adecuado o porque quiero experimentar otros entretenimiento, no siento la culpabilidad de cuando me alejo un poco de los videojuegos. Es más, por muchas decenas de razones que pueda haber detrás de tomar esa decisión, la única que para mí es primordial en cuanto a no querer ocupar mi tiempo con un entretenimiento u otro es, precisamente, no querer hacerlo. A fin de cuentas, esos ratos que araño de mi día a día son privados y sagrados y, como tal, soy yo quien decide a qué o quién los dedico. Pero, por desgracia, no pienso así cuando se trata de videojuegos.
Por eso las dos últimas semanas las he pasado escudriñando entre los lanzamientos un título que reavivase la sensación de que el medio es una de mis pasiones, de que no ha sido un capricho voluble que con el tiempo se ha esfumado. Me aterra pensar en lo que pasaría si así fuese, como si tuviese una deuda impagable con los videojuegos. Como si diciendo «ahora no» estuviese traicionando lo que a veces se me antoja unas alas y otras unos grilletes, elementos forjados con las luces y sombras del medio. De ahí que aunque a temporadas no encuentre el título que me haga despertar de la desidia y recuperar las ganas de pulsar botones, lo busco con, incluso, desesperación. Si lo hago de una forma tan contundente es por esa culpabilidad, esa responsabilidad para con el ecosistema que se estructura alrededor del medio, desde les lectores y la actualidad, hasta mi trabajo y mi visibilidad.
Antes era capaz de desconectar con mayor facilidad de los videojuegos y ceder un hueco a otros pasatiempos que me llenaban. En el presente, no encuentro el valor de decir que, como cualquier persona, hay temporadas que las paso inmersa en mis libros o manualidades, porque verbalizarlo ha acabado más de una vez con miradas de regañina o reproche. Pero es que quizás la clave sea, precisamente, que es uno de mis varios pasatiempos y, como tal, soy yo quien debe escoger si darle una posición principal o no. Hacer listas, estar al día, jugar, opinar, elaborar ideas, redactar… Lo que ahora es una constante en mi vida, con tanto peso en ella, no era así antes, lo que ha ido desdibujando las líneas entre tiempo libre y mi horario laboral. Detrás de tantas palabras hay una persona con necesidades más allá de las que pueden proporcionarme los videojuegos. Había olvidado algo tan básico como que en mi tiempo mando yo. Usarlo lejos del medio no es ni holgazanear, ni ser una mala jugadora, ni haber perdido el gusto por ello.
Al contrario. Debería de ser natural optar por, en períodos como el descrito unas líneas antes, en que los videojuegos no son nuestra elección en el tiempo de descanso, aparcar un tiempo la distracción que nos haga sentir infelices. Airearse. Descansar. Cambiarlo por otro tipo de ocio. Lo que sea con tal de no forzarse por una especie de cupo mensual de horas, que en la comunidad parece que son otra cartilla de validación. Sin embargo, el medio y la industria tienden a estimular la premisa de que si no estás bien, si no quieres seguir jugando, es porque no has escogido bien el título, no porque quieras dejarlo durante un tiempo. Esto resulta en que la respuesta directa sea zambullirse en los catálogos y extraer otra obra que llame un poco la atención, descartando mientras tanto uno, dos, tres o cuantos juegos sean necesarios hasta dar con aquel que nos mantenga un poco más junto a él. Lo justo para recrearnos en que la solución es forzarnos a, en vez de descansar de.
Al final vivimos continuamente insatisfechos. La imagen idílica del jugador devorando títulos es otro de los estereotipos que rondan las comunidades, a cumplir para ser un «verdadere jugadore». No dudo que haya personas que juegan cada día por placer y jamás han tenido necesidad de aparcar los videojuegos una temporada, pero esa no es la única realidad. Otras personas no tienen tiempo, ganas, dinero o salud, por mencionar algunas posibilidades que también he tratado en anteriores textos, para hacerlo. Y no pasa nada. Que te guste algo no significa que debas cumplir una cuota o presionarte para lograrla, sino que te diviertes cuando lo haces. Como dice Jorge en su artículo Cultura de obligado cumplimiento, «Cada libro que leamos, cada película que veamos o cada videojuego que juguemos ha ser una fuente de placer y disfrute, directo e indirecto, ocioso e intelectual, pero nunca una imposición dañina y absurda».
De ser así, construirán muros que acaban por aislarnos de nosotres mismes, los cuales se alimentan a menudo por las valoraciones externas, creciendo y creciendo sin control. En ese punto, es común ver a muchas personas odiar o abandonar sus aficiones, totalmente devastadas. No era lo que quería, por lo que preferí darme el espacio que parecía pedirme mi mente. Admito que lo hice algo a regañadientes y un poco decepcionada de mí misma, dado que es arduo salir de ciertos círculos viciosos en los que llevas tiempo inmerse. El miedo, la aprobación y la rutina eran mis grandes retos, aquellos que debía deliberar conmigo misma y darles una respuesta para descansar sin culpa. Pero cada cual tiene los suyos. Y si estos son demasiados, la inapetencia es general, va acompañada de otros síntomas o no parece tener fin, siempre podemos pedir ayuda a les profesionales.
Resultó que una vez tranquila y sin imposición alguna, un día me vi jugando a uno de mis títulos confort, esos a los que volvemos a lo largo de los años. Daba igual si conseguía uno o varios objetivos, si pasaba el nivel con nota o si lo hacía desde una dificultad fácil. Aquello que me aportaba era placer, seguridad y comodidad. Estaba jugando a Taiko No Tatsujin: Drum Session! porque quería, sin más. Así que unas partidas después empecé a recuperar el interés por los nuevos lanzamientos, descubriendo Tiny Lands, un videojuego independiente de Hyper Three Studio. Aunque ese pequeño y reciente título me ha ilusionado en relación a mi infancia, fue el aceptar que no siempre estoy dispuesta lo que me llevó a escucharme y cuidarme. De esa manera recordé que imponerme a mí misma jugar me afectaba y me alejaba de mi pasión. Era mi propia enemiga.
La meta que persigo con este texto es que la frase con la que lo he empezado sea algo sin mayor relevancia que la que quiera darle la persona que la pronuncia. Es decir, una elección o una disposición. No quiero forzarme si mi estado emocional, mi salud física o mi apetencia me dicen que no es el momento, puesto que de esa manera sabré que no lo voy a aborrecer ni tampoco será una carga con la que lidiar a costa de haberme exigido. Si tienen que haber más oportunidades de jugar, las habrá, no me cabe duda. Más videojuegos, más ratos y más ánimos para jugarlos. Si no los hay, seguro que encuentro otras rutas que se ajusten a lo que busco en mi persona, porque eso también forma parte de avanzar. Mientras tanto leeré, pasearé, escucharé música, dibujaré o escribiré, pero no buscaré a la fuerza esa forma de regresar a los mandos o al teclado. Simplemente dejaré que mis ganas, de haberlas, puedan volver a su ritmo, porque jugar también consiste en divertirse.
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Es tanta mi perplejidad que hasta me angustia…
Buen texto, creo que casi todo el mundo pasa por fases de estas. Yo hace 10 años jugaba cada noche hasta la 1, 2 o 3 de la mañana y al día siguiente a currar. Hoy en día me voy a dormir a las 11 leyendo un libro en la cama y juego casi exclusivamente los fines de semana, exceptuando algún día si el crío quiere jugar a algún coop un ratito antes de cenar. El año pasado leí una barbaridad y creo que sólo me pasé un par de juegos, este año de momento fifty fifty. La cosa es hacer en cada momento lo que te apetezca, y un buen consejo es no comprar un juego hasta que vayas a ponerte a jugarlo, da igual el «pero es que ahora está de oferta y algún día lo jugaré», a la larga ahorrarás pasta.
Este artículo lo podría haber escrito yo mismo, en el caso de que supiese escribir, claro (bueno, salvo de lo de «verdadere jugadore», eso ha sido monstruoso).
Estoy exactamente en tu misma situación. Escribí mis sensaciones en el foro en este post https://www.anaitgames.com/foros/hilo/bajonazo-videojueguero-es-grave-doctor y desde entonces es aún peor.
En un año creo que he probado el Cyberpunk, he visto que es mediocre a morir, y poco más. Probablemente no vuelva a coger un mando hasta que salga algo realmente innovador, emocionante o revolucionario. Al final, sustituimos nuestros hobbies por otros, pues ahora dedico mi tiempo a actividades que tenia abandonadas hace tiempo (juegos de rol, juegos de mesa) que no dejan de seguir siendo juegos aunque lejos de una patalla.
Me ha encantado el artículo, enhorabuena.
@freddy_hardest
Yo lo único innovador que he probado en los dos últimos años es la VR, igual por ahí encuentras algo nuevo que te sorprenda, con la ventaja de que al menos no es estar con el culo pegado en el asiento. Por lo demás yo, igual que comentas en tu post, desde mediados de 2019 recuperé la afición por la lectura a lo bestia y es cuando me di cuenta que prácticamente ningún juego merece la pena jugarse por la historia, porque todas palidecen al lado de un buen libro. Por eso me río cuando veo alabanzas a la historia del Cyberpunk…
@freddy_hardest
«…hasta que salga algo realmente innovador, emocionante o revolucionario.»
Hombre, con ese criterio se jugaría a algo cada 10 o 15 años xD
Yo cuando era joven escuchaba un 99% de música rock, hoy con suerte si escucho a Hendrix.
Me fui por otros derroteros musicales.
No pasa nada si deja de gustar un género musical o los videojuegos todos.
Y la verdad que envejeció mucho mejor el Tetris que los Sex Pistols.
En un mundo donde las únicas 2 certezas son el capitalismo y la muerte no vale la pena angustiarse por nimiedades.
Esto no lo digo tanto por tu comentario como por el artículo xD
No me apetece jugar: The Movie. Extended cut. Now with the drama you never asked for.
@carrington
Así habría quedado mejor la presentación del artículo:
Deborah López reflexiona en primera persona sobre lo difícil que es admitir que no nos apetece jugar por el momento y que necesitamos una pausa de nuestra aflicción.
@telvanni
Ya que todo esto parece una película, voy a aprovechar y a tirar del recurso de la quinta enmienda.
@carrington
Y haces bien.
A fuerza de baneos, el sarcasmo jovial, la fina ironía o, digámoslo, el troleo amistoso, solo pueden permitírselo los espíritus audaces o los energúmenos mas obtusos xD
Entonces queda una plaza libre para echar el curriculum?
@aldaso
Bien traída.
Ojalá disponer de más tiempo libre para estar más todavía hastiado de mis hobbies. Send abrazos
@majinantonio
Eso mismo había pensado yo. Ojala tener más de media hora al día para echarla en esto de jugar. Por eso dejé la Play .Que de sus exclusivos tenía que ver las cinemáticas desayunando y guardar los ratos de «gameplay» para mi tiempo dedicado a los videojuegos.
Últimamente todo parece girar alrededor del yo, mi, me, conmigo.
@naramate
Sobretodo en tus comentarios
@molekiller
Vaya, gracias.
Interesante reflexión, en mi caso no puedo dejar de pensar en el tiempo del que disponía cuando era niño o adolescente versus mi yo actual de 35 años con pareja, trabajo y un bebé.
La verdad es que no juego para volver a ser niño ni me interesan ese tipo de aspectos nostálgicos, pero me interesa el cambio en la percepción del tiempo, no en relación a que como adulto obviamente tienes menos tiempo y mas preocupaciones, sino que en relación a la saturación. Esa imagen que esta en el artículo con las ofertas de steam me ha impactado y me pregunto cuántas veces esa pérdida de ganas, o parálisis del juego se produce por un acceso a juegos que no tiene precedentes en épocas anteriores. Ahora todos cargamos con uno o dos dispositivos que sin ser consolas pueden ejecutar con holgura un catalogo bestial de videojuegos (dos o tres emuladores con todo el catalogo de nes, snes, master system si pensamos en equipos de gama baja) antes tenias una consola con dos o tres juegos y tirabas del intercambio, y te estrujabas hasta las juegos mas mierdas y muchas veces encontrabas momentos valiosos en juegos de los que ahora nadie habla (recuerdo siempre la sensación de velocidad que me dejo el Silent Bomber y algunos beat em ups en japonés que jamás supe como se llamaban, todo para la psone.)
Algunos tenéis una necesidad extraña de comportaros como verdaderos idiotas en los comentarios de los artículos de Deborah. Yo reflexionaría un pelín sobre ello.
@emedepan
Algunes*
Mientras tanto leeré, pasearé, escucharé música, dibujaré o escribiré, pero no buscaré a la fuerza esa forma de regresar a los mandos o al teclado. Simplemente dejaré que mis ganas, de haberlas, puedan volver a su ritmo, porque jugar también consiste en divertirse.
Puesssss… ¿vale?
Creo que todos hemos pasado por alguna etapa así, pero sigo sin ver el punto del artículo. Quiero decir, no eran necesarias tantas líneas y rodeos para decir algo tan simple, la verdad. La cantidad de veces que se dice «soy yo quien decide si jugar o no» con distintas palabras es agotadora, estilo trabajo insulso de carrera que buscas rellenar tirándote un pisto brutal.
Algunos parece que lo de «opinión» no lo tienen muy claro. En este artículo la autora, quien por cierto escribe maravillosamente, nos habla de su experiencia personal con un tema de su elección que, por la media de edad de gente que leemos esta bendita página, considero bastante adecuado e interesante de exponer aquí. Además este asunto muchas veces ha sido tratado como semi-tabú o directamente se ha tachado a la gente que sufre estos dilemas como no «true-gamers».
Dicho esto poco más que añadir al artículo. A mi también me ha costado muchas veces no sentirme culpable por no tener ganas de jugar o no estar emocionado con ciertos títulos o noticias del sector, y al final te das cuenta que no dejan de ser rachas, etapas y que, como amantes de los videojuegos que somos, siempre acabas encontrando el tiempo y el título adecuado que te vuelve a hacer sentir ese cosquilleo y te hace olvidar los problemas del día a día, aunque sea por un rato.
@pepetrucci
Habría que ver dónde os metéis o con quién os juntáis para comprender que no querer jugar sea un tema «tabú» y encontrar esto mínimamente interesante.
A mí me ha gustado el articulo. Está bien saber que hay gente que también se siente como tú. Lo que no me ha gustado es comprobar que en los comentarios de anait también hay gente «así»… En fin.