Tribuna

¿Quién teme al backlogeddon?

Durante un par de días, entre el 21 y el 23 de mayo, en redes sociales se usó la palabra «backlogeddon» para referirse a un fenómeno que Jay Baylis, director de Cassette Beasts, describió como el momento en el que «hay tantos juegos buenos de los últimos diez años que cada vez va a haber menos incentivos para comprar ningún juego nuevo, tanto para jugadores nuevos como veteranos». Es un palabro que no llegó a enraizar; un invento quizá no muy distinto a eso del «indiepocalypse» (una variante, un sabor, un spin-off) pero que no logró encontrar el público que la popularizara como sí pasó con aquella.

Si el indiepocalypse era el momento en el que la viabilidad comercial de la escena independiente se replegaba sobre sí misma (por una serie de catastróficas desdichas que creaban un círculo vicioso de ponzoña: salen tantos juegos que ninguno vende como se esperaba, y las tiendas digitales se vuelven innavegables, y la única solución es crear una escena triple I que inevitablemente acabará consumida por las mismas dinámicas violentas y autodestructivas del triple A), el backlogeddon parece ser algo similar pero desde el otro lado del espejo. Llevamos diez, quince años comprando Steam, por ejemplo, a un ritmo que ha hecho que los memes sobre la cantidad desproporcionada de juegos que esperan su turno en el backlog, sin saber que en realidad no los vamos a jugar nunca, hayan dejado de ser divertidos y empiecen a resultar preocupantes. Si llevas un par de generaciones jugando en PlayStation, puedes usar en la 5 todo lo que tuvieras en la 4; si juegas en Xbox y tienes suerte, igual puedas hasta recuperar tus discos de 360 y unos cuantos juegos de Xbox Live Arcade (personalmente te recomendaría probar Hexic HD, pero eso lo dejamos para otro momento). La cuestión no es solo que tengamos suficientes juegos como para no necesitar comprar nada para estrenar nuevo hardware, sino que cada vez se nos hace menos pronunciada la distancia técnica con los juegos «antiguos»: sale mucho a colación últimamente Batman: Arkham Knight, por ejemplo, por lo impresionante que es que un juego de 2015 se ve así, mejor —te dirá alguien— que la mayoría de los que salen hoy en día.

Más allá de elucubraciones y apreciaciones personales, es un hecho que un porcentaje elevado (un 27%) del tiempo de juego total de 2023 se lo dedicamos a juegos como servicio que ya casi peinan canas; algunas secuelas recientes de juegos muy populares, como Cities Skylines II o PayDay 3, se han visto en la incómoda situación de competir directamente con sus anteriores entregas, mucho más pulidas y completas después de años de parches y actualizaciones. (En el momento de escribir esto, hay unas 2.200 personas jugando a PayDay 3 y 16.000 a PayDay 2.) Cuanto más invertimos en unos juegos, más nos cuesta movernos a otros. Más allá de los juegos multijugador o como servicio, de un tiempo a esta parte no faltan oportunidades para engordar el backlog: lo que empezó con un Humble Bundle de tanto en cuanto se ha convertido en algo parecido a un bufé libre en el que semanalmente, a diario incluso, recibimos juegos gratis en PC, en Xbox, en PlayStation.

Las compañías retiran sus juegos de las tiendas para evitar que se conviertan en backlog, para poco después volvértelos a vender, listos para engrosar las filas de tu biblioteca de partidas futuribles. Hay tiendas que están peligrosamente cerca de interesar más por lo que regalan que por lo que venden. Antes había que currárselo para labrarse un backlog; ahora hay que esforzarse seriamente para no morir aplastado por él sin darte cuenta.

Foto: Gzzz

Pero, ¿cuántos juegos son demasiados juegos? Es una pregunta que llevo un tiempo haciéndome; quizá por eso lo del backlogeddon se me quedó marcado, aunque pasara desapercibido para el resto del mundo.

Es una pregunta que me he hecho muchas veces mientras, como Luke Plunkett en Aftermath, me sorprendía teniendo la revelación de «nadie tiene tiempo para jugar a todos estos fantásticos videojuegos»; así se titulaba el artículo que citaba el tuit del que saqué el palabro «backlogeddon». Es una buena pieza, impactante, sensible y bien razonada, en la que se explora una de las ansiedades relacionadas con el flujo constante de juegazos, a falta de un término más técnico, con el que nos ha sorprendido, y la clave está en la sorpresa, 2024. El artículo empieza así: «Mis últimas semanas han sido probablemente parecidas a las tuyas: una sucesión de gente preguntándome «hey, has jugado a [juego], ¡es un candidato sorpresa a GOTY!», a lo que yo tengo que responder «no, lo siento, estaba demasiado ocupado jugando a [otro juego], que también ha salido de la nada y es un potencial GOTY»». Después lista unos cuantos juegos, algunos más conocidos (Hades 2) y otros menos (1000xRESIST, Crow Country) y concluye: «Todos esos juegos son increíbles, todos salieron en unas pocas semanas y si soy sincero ni siquiera había oído hablar de la mitad antes de que salieran, no digamos ya emocionarme lo suficiente con ellos como para esperar su lanzamiento».

Es esta última parte la que más me hizo pensar. El artículo de Aftermath se comentó o criticó bastante en redes por verlo como una pataleta consumista de alguien que no puede (parece que se dedujo del titular, erróneamente) tener todos los juguetes que se le antojan; visto así, el backlogeddon es una tontería, por supuesto. Desde el otro lado de la barrera la cosa cambia. ¿Cómo conseguir, desde los estudios de desarrollo o las editoras, vender juegos a gente que ya tiene todos los que podría necesitar, desear o incluso jugar en una vida entera, y que para colmo casi semanalmente se tiene que enfrentar a la realidad de que se publican dos, tres, cinco, diez juegos que, si les diera una oportunidad, le podrían interesar?

Antes había que currárselo para labrarse un backlog; ahora hay que esforzarse seriamente para no morir aplastado por él sin darte cuenta.

Es uno de los motivos por los que se popularizó una newsletter como GameDiscoverCo, centrada en cómo hacer que tu juego sea más «descubrible» en unas plataformas de distribución cada vez más y más saturados, pero en los que cada vez hay también más herramientas para destacar entre la multitud (de maneras legítimas o, evidentemente, manipulando el sistema a tu favor). Hasta ahora no nos habíamos parado a pensar mucho en el que hecho de que nunca va a haber menos juegos, y no solo eso sino que siempre va a haber más; y cuando hemos tenido la oportunidad de pensar en ello el contexto no ha sido el mejor para tomárselo en serio, como cuando Sega retiró unos cuantos juegos de Sonic simplemente porque había demasiados y competían entre sí. Ahora es imposible, porque todas las semanas se publican decenas de juegos, no pensar en ello: por si no fuera suficientemente difícil competir con los juegos buenos que salen constantemente (videojuegos hechos con corazón y cabeza, con algo que decir, con las mejores intenciones; videojuegos grandes y pequeños, formidables, que habrían sido imposibles hace solo unos pocos años y que hoy son fundamentales para solidificar la idea de que el videojuego es una forma de expresión artística y personal tan legítima y poderosa como cualquier otra, y en ocasiones más interesante por estar menos explorada), hay que competir también con la broza, con el ruido, con los juegos hentai y la avalancha de idle games que actualmente arrasa en Steam, un descorazonador fenómeno que parece demostrar que tu público potencial es víctima irremediable de la pandemia de brainrot que asola el mundo.

Con esto en mente, ¿cómo no temer al backlogeddon? ¿En qué momento la gente va a decidir refugiarse en masa en los cientos de juegos que esperan pacientes en el banquillo de sus bibliotecas de Steam, en vez de someterse a esa parálisis por análisis que parece inevitable en estas nuevas tiendas, más cuanto más abiertas son? Una posible solución, un poco retorcida: no buscar el primer plano, no pretender que se te preste atención en exclusiva, sino hacerte atractivo para la pesca de arrastre y entrar sigilosamente en tantos backlogs como puedas, para estar ahí cuando llegue el backlogeddon.

Mientras escribía esto, he parado un momento para echar un ojo a mi Steam Deck; ya he comprado varios juegos en las rebajas de verano, pero aun así me paso por la tienda por si acaso. Por si acaso, ¿qué? ¿Por si han cambiado los juegos? ¿Por si se me escapó algo? ¿Por si se ha activado alguna oferta por sorpresa? Pienso en esas noches insomnes en las que te apetece picar algo pero no hay nada que te apetezca en el frigorífico, y aun así lo abres cada veinte o treinta minutos como si en ese rato que llevas sin mirar se hubiera materializado algo nuevo dentro, por arte de magia.

Hace un par de días leía en Eurogamer un titular que me llamó la atención: «Entre todos, hemos gastado 14.000 millones de libras en juegos de Steam que nunca hemos jugado». A medida que evoluciona, el mundo (hay que lo llama «industria», hay quien le dice «mundillo»; yo me quedo con «mundo») del videojuego crece en complejidad, como es natural, y una de las consecuencias de este crecimiento está en la complejización de la propia figura de la persona que juega, del consumidor, otrora seguramente más fácil de definir que hoy. «El gamer» es una especie felizmente en extinción, como demuestran los últimos estertores violentos y confusos que todavía —y me incluyo ahí— damos de vez en cuando; esa figura monolítica que juega «a lo que hay que jugar» ha dejado paso a los numerosos grupúsculos o nichos que poco a poco, como digo de manera natural, acabarán conviviendo sin mayor problema, apareciendo, desapareciendo y mutando de forma orgánica a medida que las corrientes de diseño o sus necesidades como jugadores vayan evolucionando. La idea de jugar «a lo que todo el mundo juega» cada vez es más insoportable; las métricas que se usan para intentar determinar qué es eso que consigue capturar la curiosidad y la pasión de la mayoría son una trampa mortal, habitualmente y por desgracia la forma más fácil de sucumbir al mal gusto.

Por eso, ¿cómo no fantasear alguna vez con dejarlo todo y provocar uno mismo su backlogeddon personal, incluso sabiendo que nunca vas a hacerlo realmente? Como siempre, cuestión de perspectiva. No sabría decir a cuántos de los mil y pico juegos de mi biblioteca de Steam he jugado, pero seguramente sean menos de los que yo mismo creo; muchos de los juegos que tengo no los conozco ni de oídas, ni he visto jamás una captura de pantalla, ni podría decir de qué van o cómo se juegan. Pero podemos pensar en esto como una antibiblioteca, que debería estar compuesta no por lo que sabes sino por lo que no sabes; no por lo que has jugado sino por lo que no has jugado, que tiene (siguiendo la idea de la antibiblioteca de Nassim Nicholas Taleb, que considera —pensando en la biblioteca personal de Umberto Eco, compuesta por 30.000 libros, muchos de ellos felizmente no leídos— que «los libros leídos son mucho menos valiosos que los no leídos») un potencial infinitamente mayor que el terreno seguro de lo que has jugado y conoces bien.

Por eso, ¿quién teme realmente al backlogeddon? ¿Quién tiene que temerlo? No quisiera dar falsas esperanzas y sugerir que tengo nada parecido a una respuesta. Pero sí creo que es algo sobre lo que merece la pena pensar: si no porque es un tema nuclear para comprender qué son realmente los juegos (¿son solo productos?, ¿son algo más?), sí por el problema mucho más inmediato que puede suponer para toda la gente que crea juegos, a menudo invirtiendo su dinero, su tiempo y todo su esfuerzo (su vida, al final) y arriesgándolo todo para darse de bruces con una realidad en la que a veces parece existir una descompensación grave entre oferta y demanda, o entre la realidad del mercado y la realidad real, que son dos cosas distintas. Ahora, con vuestro permiso, me vuelvo a la Steam Deck, que he dejado el Bayonetta en pausa.

  1. tono253

    A mí me gusta verlo de la siguiente forma: Si un señor en California del Sur ha dejado su trabajo de programador de hojas de cálculo agrícolas para hacer el juego perfecto de ordenar cojines y hace un juegazo ¿quién soy yo para no darle 20 euros y una palmadita en la espalda? Si lo voy a jugar o no es lo de menos. Juego para disfrutar, y me gusta medir ese disfrute, pero es muy fácil caer en fijarse más en los logros y los juegos terminados que en algo tan simple y tan bonito como lo bien que lo estás pasando.

    Y se pasa bien comprando juegos, no solo jugándolos: Tengo un problema con comprar libros, y es saber que el autor consigue el 10% del precio de portada. Si me gasto 20 euros en un libro es como cruzarme al autor por la calle y darle una moneda. Cuando gasto 20€ en un juego de Steam 14€ van para el autor (para el indie sin distribuidora, claro, luego cada cual los acuerdos comerciales que tenga), y hay otras plataformas que dan más porcentaje al autor, incluso otras, como el citado Humble Bundle, en las que dar dinero a causas benéficas.

    Dicho esto 1680 juegos en mi Steam y «solo» he probado 851 en 15 años y medio que tiene la cuenta. Y de esos 851 me he pasado 426.

    Es decir, que tengo tanto backlog como el que más, simplemente aprendí a lo de stop worrying and love the bomb.

    ¿No va así la vida y todo eso?

  2. MrHanekoma

    Todos los veranos, cuando el trabajo me lo permite, intento despejar un poco la lista de Pendientes de Steam, pero acabo jugando a lo mismo y no avanzando mucho
    Se que tengo melocotonazos ahí esperándome (Life is Strange 2, The Walking Dead Collection, Red Dead Redemption 2, Final Fantasy 16, Ratchet y Clank de Ps4 y Ps5)…. ¿pero quién le va a decir que no a un intento más a esa base que falla por poco en el Oxygen not Included? ¿Quien va a evitar probar una vez más a conseguir los dos logros del primer Hades que me faltan? ¿Cómo resistirse a darle un tiento más a Darkest Dungeon 2, aunque acabe enfadado con el juego en cada partida?

    1. NahuelViedma

      @mrhanekoma
      Acá otro que está empecinado en dejarse la vida en el primer Hades 🙋

  3. orwellKILL

    ayer me di cuenta que por primera vez en años llevo mas de un mes sin comprar un juego… que con mucha suerte empezaria para no volver nunca más…
    me alegra lo bueno que, para mi, hay detrás de lo que expones
    y me entristece las consecuencias que pudiera suponer para l@s hero@s que viven su pasión jugándose su estabilidad material y emocional.

    Gratz Victor

    Editado por última vez 2 julio 2024 | 14:32
  4. samarkanda

    No hay que filosofar tanto, esto es consumismo, ni más más, ni más menos.

    Es lo mismo que la gente que compra ropa y complementos que no se va a poner nunca.

    Si a esto le sumas unos canales de distribución que, a excepción de Nintendo, devalúan sin control su producto y eliminas los problemas de stock, pues ya tienes la tormenta perfecta.

  5. molekiller

    Gran texto. Mi backlog es mi pensión de jubilación gamer. Espero llegar a disfrutarla y si no le dejaré a mi hijo las credenciales de Steam en mi testamento.

  6. pau-pinguli

    muy buen artículo, pero una puntualización: el propio Umberto Eco se enorgullecía de su biblioteca precisamente porque contenía muchísimos libros que no había leído y que no podría leer ni en varias vidas, y eso era para él la definición de buena biblioteca (se hubiera llevado las manos a la cabeza de que alguien la tildara de antibiblioteca por la absurda contraposición entre lo leído/sabido vs lo no leído/desconocido). igual que hay muchas formas de leer (leer de cabo a rabo de forma lineal, por ráfagas, de forma desordenada, picoteando aquí y allá, consultando una sola página o varias, estudiando a fondo una parte y obviando el resto del libro, no todo se puede reducir a la dicotomía leído o no leído), quizás se podría entender del mismo modo «gris» y complejo la madurez cultural de lo que es hoy jugar a videojuegos. el potencial infinito acumulado por jugar o leer es más fascinante que el mero recuento de obras ya «consumidas» (no me gusta el término, porque reduce la cultura a mero entretenimiento, pero sirve para entendernos). no creo que se trate sólo de una cuestión de cantidad, que también, sino de la libertad que debiera tener el jugador como parte activa respecto al juego. ¿de verdad jugar «bien» a un juego consiste en completarlo al 100%?
    por otra parte, es razonable señalar la ansiedad que sienten muchos jugadores al ver crecer tantísimo su lista de juegos pendientes, pero eso ha pasado siempre con los libros, cine, música, etc., por lo menos desde que son más accesibles, y sólo es una señal de la buena salud del medio y de la curiosidad de su público. hominem unius libri timeo!

    1. Víctor Martínez

      @pau_pinguli
      Lo de antibiblioteca es en el sentido más elogioso, Taleb pone como ejemplo a Eco precisamente por el orgullo y la alegría con el que hablaba de todos sus libros sin leer 🙂

  7. Gordobellavista

    Yo, en los últimos años, he ganado bastante autocontrol apoyándome en dos ideas pilares: 1 – Si quiero un juego pero tengo otro en el backlog del mismo género, no me permito comprar el nuevo sin haberme pasado el anterior. 2 – Las ofertas son recurrentes y no rebotan de precio. Si un juego está muy barato, volverá a estarlo en un par de meses. Así que me digo, voy a jugarlo, vale, ¿pero voy a jugarlo ahora?
    Por supuesto no siempre me funciona (Hace unos meses pillé a 10€ el Disco Elysium con idea de jugarlo este verano y resulta que ahora mismo está a 4), pero son dos ideas que me han ayudado BASTANTE.

    Y estoy de acuerdo con @samarkanda, es puro consumismo. Es comprar porque estás aburrido durante dos minutos. O porque con ello pareces acceder a una vida que en realidad no tienes. Como cuando compramos juegos retro aspirando a tener de nuevo aquellos días de nuestra infancia, o cuando compramos un cooperativo con un amigo pero luego no vas a poder cuadrar tardes con él, o cuando te pillas un juego de estrategia muy espeso para cuando tengas tiempo como para zambullirte en él a fondo pero nunca llega ese tiempo.

    En lo que no estoy de acuerdo es en lo de la devaluación. Steam lleva quince años vendiendo juegos a precios de derribo y sigue vendiendo novedades a 70 pavos. Es importante que tengamos siempre en mente lo que es un juego. Es código. Puedes replicarlo infinidad de veces sin apenas coste. Todo este rollo del backlog viene de la distribución digital. Con las cajas, el porcentaje de lo no jugado seguiría dentro de los márgenes normales, los que tenemos con los libros, por ejemplo. Aquí no es como cuando las empresas se tienen que deshacer del stock porque no lo ha vendido, donde se puede llegar a caer por debajo del coste de fabricación. Aquí pueden venderte un AAA a 1 euro y aún hay margen de beneficio.

    (Buen artículo, por cierto).

    Editado por última vez 3 julio 2024 | 12:04
    1. Víctor Martínez

      @gordobellavista

      Con las cajas, el porcentaje de lo no jugado seguiría dentro de los márgenes normales, los que tenemos con los libros, por ejemplo.

      Precisamente menciono en el artículo el caso de Umberto Eco porque con los libros está muy, muy, muy extendida y aceptada la idea de acumular (no solo comprando: hay muchas formas de conseguir libros) mucho más de lo que lees.

      Sí me parece interesante pensar en que los juegos se copian sin mucho coste, pero en el otro lado de la balanza está el hecho de que para hacerlos hace falta muchísima más gente que para hacer un libro, por ejemplo, o incluso que una película, en no pocos casos. De ahí salen la mayoría de problemas que estamos viendo ahora mismo en la industria del videojuego.

      1. Gordobellavista

        @chiconuclear
        Sí, pero yo a lo que me refiero es a que, a la hora de venderlos, hay que tener en cuenta de que no tienen un coste por unidad.
        Si, por ejemplo, vendes coches, aparte de los costes de desarrollo, del marketing, etc., cada coche que produzcas te cuesta dinero y eso hay que meterlo al coste final. Fabricar un millón de coches tiene un coste, pero fabricar diez millones tiene un coste que, no es diez veces más, pero se acercará. Un videojuego, una vez sacado al mercado, sus costes de producción no subirán demasiado.

        En ese sentido, vender un juego lo veo más como vender entradas para un concierto: se lo cobras más caro a los que se ponen delante, menos a los de detrás y, cuando ya ves que no vas a vender más entradas, pues las vas rebajando. Y puedes bajarlas hasta rascar al máximo porque no tienes que tener cuidado de caer por debajo del coste de producción unitaria, lo que importa es el total recaudado entre todas las modalidades. Creo que me explico.

      2. Víctor Martínez

        @gordobellavista
        ¡Te explicas!

  8. Oiolosse

    Son todo juegazos como la comida que comían los padres de chihiro eran comidazas, ¿Quién puede resistirse? Para mí particularmente jugar lo nuevo o lo que juegue todo el mundo me importa 0. Tengo 250 juegos en backlog y me importa 0. Porque hay una vida aparte de un atracón de juegazos. Y menos me los como cuando la gente se los come. Ese modo de vida de jugar cuando lo hace todo el mundo, comprar cuando todo el mundo, ver lo que todo el mundo, es decir, ser participe del consumismo alineador que nos convierte en masas compradoras de producto (lo realmente importante, ¿no?) no lo entiendo ni lo comparto, aunque lo respeto. Si mañana, un poner, me pongo con Batman Arkham Knight que me regaló la Epìc… no va a pasar nada. ¿Si lo hiciera todo el mundo? ¿Se hundiría la industria? pues que se lo haga mirar la industria. Yo juego lo que quiero cuando y como quiero, e incluso diría al precio que quiero, lo demás es puritito Marketing

  9. worm91

    Este es un tema que al parecer, a diferencia de la mayoría de gente que está tan dentro en este mundillo, me era muy ajeno hasta hace nada.
    Llevo 25 años jugando videojuegos y como creo que la mayoría, de niño, jugaba a los poquitos que me podían comprar mis padres y las recreativas. Jugar una novedad era una rareza, algo que ocurría en Navidad y gracias.

    El «backlog» era parte de mi experiencia con los videojuegos. Para cuando había ahorrado para comprarme un Final Fantasy ya casi estaban por sacar el siguiente (exageración). Mi lista de juegos pendientes siempre fue infinita, y creo que para muchos así era también hace 20 años, la diferencia es que la gente ahora los tiene pendientes y ya comprados.

    Cada uno tiene su forma de enfocar las cosas y no hay una correcta y 50 erróneas, pero yo nunca había tenido una biblioteca amplia con juegos pendientes hasta que hace año y medio me compré una Xbox S con Gamepass. Yo compraba y jugaba lo que me apetecía, y acababa jugando muchas veces a mis viejas confiables compradas hace mínimo 10 años: Shogun 2, Nuclear Throne, AoE… ahora tengo una biblioteca con muchísimos juegos que probar, constantemente recomendados por estar metido en este mundillo, muchos juegos day 1 y la ansiedad de que si no los juego rápido los pueden sacar del catálogo.

    Honestamente, no creo que mi forma de consumir original sea la que permita crecer más a la industria, pero me parecía más saludable. Sin Gamepass seguramente no hubiera jugado juegazos como Chained Echoes, Pentiment o Slay the Spire, pero creo que sería igual de feliz o más si me hubiera comprado Disco Elysium y hubiera jugado con la pachorra de antes en vez de mirar en How long to beat cuánto dura un juego que Xbox ha anunciado va a sacar de Gamepass y jugarlo con prisas.

  10. Leto

    No conocía lo de antibiblioteca, y me ha encantado, sobre todo porque yo voy formando la mía poco a poco y todavía tengo dos terceras partes de libros sin leer. Pero me encanta pasearme y ojear los libros, pensando en lo que voy a disfrutar cuando me ponga con aquel o el de más allá. Una biblioteca con todos los libros leídos me parece una biblioteca muerta.

    Parecido con los videojuegos. Me encanta pasearme de forma virtual por la biblioteca de ps5, ver todo lo que me queda por jugar, y frotarme las manos. No tengo esa necesidad imperiosa de jugar las novedades salvo ciertas excepciones (Astro, Horizon, GoW, TLoU…) ya que me muevo por sentimientos y apetencias. Ahora estoy alternando «Mark of The ninja» con «Zelda: Breath of The wild», y muy feliz. Al mismo tiempo, este junio jugón he gastado bastante en las rebajas, engrosando mi antibiblioteca jugona. Más leña al fuego, pero qué disfrute observar las llamas oscilar.

  11. NahuelViedma

    Es muy loco pero en el fondo vivimos en una eterna contradicción de creernos inmortales, ser concientes de nuestra propia muerte y desearla muy fuerte. En el medio uno intenta, a los tumbos, dando pasitos hacia delante y hacia atrás, ser feliz; a veces lo conseguimos sin darnos cuenta, a veces fracasamos estrepitosamente, lo que nunca hacemos es dejar de intentarlo.

    90 pretendientes en mi backlog que me gustaría pasarme en algún momento según la app que utilizo para darle orden a este caos videojuerguil. ¿Cuáles de ellos seguirán ahí cuando estire la pata?

  12. Zoa_125

    Que buen texto! Veía esto de estar comprando juegos que después ni instalaba. Si te dedicas a esto no pasa nada, pero yo decidí dejar de comprar por un tiempo

  13. KokeKodoro

    ¿Por qué tendemos a negativizar el concepto del backlog?
    Llevo casi 10 años con la idea del backlog en mi cabeza. Tras unos años de compras compulsivas y coleccionismo, me veo en la situación de poseer 1700 juegos (digitales y físicos), esperando, unos 1300 de ellos, a ser jugados.
    No obstante, mientras que durante unos años me veia a mi luchando contra el backlog como algo a lo que eliminar, ahora lo veo como una aventura compuesta de aventuras: algo excitante, algo desconocido, algo divertido, finalmente. El backlog, para mí, es BUENO. Tienes juegos que te interesan, no tienes que pagar por jugarlos porque ya lo hizo una versión pasada tuya. ¿Dónde está la pega? Juegos gratis!
    Si el problema es querer jugar cosas actuales, la solucion está clara: aprender a priorizar. A mí personalmente me interesa un juego de PS2 que nunca toqué, que forma parte de la historia, y del que he oido hablar mucho, que cualquier juego actual de turno. Pero lo que digo, intereses, gustos, y priorizar.

  14. Vikutoru

    Recuerdo que mi madre (y después mi pareja) siempre me regañaba cuando llegaba a casa con pilas de juegos conseguidos en ofertas locas con un “¿No tienes ya suficiente juegos?” A lo que yo siempre respondía “Jamásssss” mientras los colocaba sin abrir en la estantería.

    El formato físico dio paso al digital y, como ahí no había testigos, las compras “deseadas” eran más indiscriminadas y así he llegado al backlog de más de 3.000 juegos entre todos los sistemas, sin tocar y agonizando por ser iniciados ni que sea una vez.

    Al final, uno es consciente de la realidad, de que cada vez dispone de menos tiempo y lo que antaño era un orgullo, ahora es una carga y malgasto de dinero pues, la mayoría de títulos, llegan gratis (o a precio irrisorio) de una forma u otra.

    Entonces llega ese momento en el que, en una habitación sin apenas luz, te miras al espejo y le dices a tu reflejo con mirada triste “¿No tienes ya suficientes videojuegos?”