Por qué Zelda: Skyward Sword es el mejor juego de los últimos diez años

He podido jugar a The Legend of Zelda: Skyward Sword durante un par de decenas de horas. Es quizá el juego que más esperaba del año (quizá de la generación, como lo fue en su momento Twilight Princess y, antes, Wind Waker) y, aunque es fácil entusiasmarse con cosas que no esperas y de pronto te dan todo lo que pueden y más, como es el caso de Fight Night Champion (la única nota en la que no he dudado ni un segundo), con un Zelda es distinto. Sí, la confianza en Nintendo es plena, y si me pidieran que nombrara una compañía que se las apaña una y otra vez para hacer juegos justo como yo creo que han de hacerse, punto por punto, posiblemente dijera Nintendo, y probablemente lo dijera alto, gritando y al borde de las lágrimas. Pero bueno: he podido jugar a The Legend of Zelda: Skyward Sword durante un par de decenas de horas, y aunque todavía no puedo escribir nada más concluyente sobre él, sí que puedo comentaros las conclusiones que he sacado de la sesión intensiva de Link y familia que me he pegado. Son unos pocos puntos que expondré a continuación y que tienen como resumen, y sé que suena atrevido y casi irresponsable, la afirmación de que Skyward Sword es el mejor juego que ha salido en los últimos diez años. 1. Es un juego de aniversario. Skyward Sword es las bodas de plata de la franquicia Zelda. En los 25 años que Link lleva viviendo aventuras le ha dado tiempo a acumular un montón de historias, personajes y situaciones que los fans de Zelda estamos orgullosos de poder acumular y recordar; Skyward Sword nos va presentando constantemente elementos, desde lugares hasta enemigos, desde situaciones hasta ítems, que hacen referencia a esos otros que reconocemos de A Link to the Past, de Link’s Awakening, de Ocarina of Time, de Majora’s Mask, de Wind Waker. Es imposible, habiendo jugado a todos estos, no sentir algo especial a medida que avanzamos en Skyward Sword: su efecto es similar al de aquellos olores que nos retrotraen a momentos especiales de la niñez y la juventud, y os prometo que su efecto es bastante potente. No hace falta haber jugado a ningún otro Zelda para disfrutarlo, obviamente, pero la intención de convertir Skyward Sword en una celebración de la serie de juegos más icónica de la historia está clara: que una de las primeras cosas que veamos cuando empezamos a jugar sea el logotipo del aniversario es significativo. Pero atención: no es un jueguecillo menor compuesto por guiños a la serie, sino un juego enorme que demuestra una maestría ejemplar cuando se pone referencial. 2. Es un juego donde siempre se juega. Puede sonar raro señalar esto, pero es una de las cosas que más sorprenden del juego. La estructura del juego nos hace movernos constantemente de un sitio a otro, y si algo no puede permitirse un juego pensado de ese modo es no ofrecernos retos, mecánicas y situaciones en todo momento. La muerte de este Zelda habría sido hacernos pasar cinco minutos sin hacer algo. Y sin embargo esto no pasa. En todo momento el juego consigue sorprendernos y apañárselas para hacer que un viaje de un punto A a un punto B no sólo no sea molesta sino que lo acometamos con ganas: ganas de jugar y ganas de ver cómo dan un nuevo giro a las mecánicas que nos han ido presentando. Y lo consiguen: durante las veinte horas que pasé con Zelda, no hubo ningún momento en el que no me salieran al paso cosas nuevas que hacer, que aporta una profundidad jugable absolutamente extrema y que tiene que ver con los dos siguientes puntos que voy a tratar. 3. Es diseño de videojuegos sublimado. En este sentido Nintendo, básicamente, se saca la chorra y propone tantas mecánicas de juego interesantes, mazmorras buenas y jefes finales fantásticos que consigue resultar abrumador al principio. Igual que otros juegos te desesperan porque no hay nada que hacer más que caminar y eliminar enemigos, Skyward Sword consigue que a veces te desesperes, en broma, porque hay todo que hacer. Es chocante al principio ver que las mazmorras son más pequeñas, por ejemplo, hasta que algo te hace clic en la cabeza y descubres que en realidad todo el juego funciona como una gigantesca mazmorra. Desde luego hay zonas específicas con su inicio, sus habitaciones, su llave final (meter la llave en la puerta tiene otra mecánica de juego; a este nivel estamos llegando) y su jefe, pero las áreas previas también funcionan como mazmorras. Y qué mazmorras: no voy a entrar demasiado en profundidad, pero si hay una serie de juegos que consigue como ninguna que fluctúes entre el “estoy atascado y nunca voy a conseguir salir de aquí, me cago en la puta” y el “lo he conseguido, soy el mejor”, esa es Zelda. 4. Da sentido a Wii. Puede sonar loco, lo sé, pero ahora mismo creo que Wii es un invento fabuloso. Lógicamente, no todos los juegos tienen detrás a la gente que tiene este Zelda, quizá el grupo de desarrollo con más talento del mundo, pero la cosa es que no hubo ni un segundo de partida en el que me fijara en los gráficos del juego, que sí, son peores (a nivel de polígonos y texturas y todas esas cosas de las que tanto se habla últimamente) que lo que vemos a diario en Xbox 360 y PlayStation 3, pero nunca menos bonitos; y lo que es más importante, el uso absolutamente brillante del Wiimote y su implementación casi sobrenaturalmente perfecta en el diseño del juego hace que fijarse en algo tan banal como los gráficos resulte insoportable. Este Zelda es una experiencia muy física. Hay que moverse. Hay que levantar el brazo para alzar la espada, hay que simular que usamos un arco, hay que levantar el nunchuk como si fuera el escudo, hay que ejecutar movimientos en diferentes ángulos y calcular lo que hacemos, no movernos de forma aleatoria. No hace falta jugar de pie (yo jugué la mayor parte del tiempo tumbado, rollo Leia esclava) Un par de ejemplos de hasta qué punto el uso del mando es brillante y aporta a la experiencia: al principio del juego, Link saca la espada del pedestal donde está clavada. Para hacer esto, hay que apuntar con el mando hacia abajo, pulsar A para agarrarla y tirar hacia arriba. Cuando pulsas A, estás agarrando la Espada Maestra; cuando Link saca la espada, eres tú el que lo está haciendo al otro lado de la pantalla. Estadísticamente, a muchos de vosotros Ocarina of Time os pilló siendo jóvenes; imaginad cuánto habríais flipado entonces, y cuánto se estremece el corazón hoy día cuando revivimos esa escena (otra de las referencias de las que hablaba antes) con el añadido del juego físico. Otro ejemplo rápido: para usar el arco, hay que pulsar los dos botones del nunchuk al mismo tiempo. Haced la prueba en casa: mirad el hueco que queda entre los dedos, usad la imaginación y, si tantos años de juegos sin magia no os han conseguido matar por dentro, veréis una flecha entre ellos, a punto de ser disparada. Casi podréis oler la madera. Skyward Sword es el mejor juego de Wii. Esto ya es así: a falta de jugar lo que me falta (otras veinte horas, calculo), mi confianza es plena en que el siguiente tramo sólo irá a mejor. Es un poema de amor absolutamente perfecto a la serie Zelda, primero, y al videojuego en general, sobre todo. Por más que lo pienso, me resulta imposible encontrarle un solo fallo a The Legend of Zelda: Skyward Sword; tiene que tenerlos, seguro, como cualquier creación humana, pero comprended que no logre identificarlos: por mérito propio, por ser universal como sólo un videojuego perfecto puede serlo, por ser el mejor homenaje posible a una saga tan mágica como Zelda, es el mejor juego de todos los que he jugado en estos últimos diez años.