Análisis de Splatterhouse
«Necesita un milagro», me decía Pep procurando que no me ilusionara demasiado con la resurrección de Splatterhouse tras tres generaciones a base de ports y revivals de poca enjundia. «¿Pero es muy gore?», le preguntaba yo haciendo caso omiso a sus intentos de disuasión. Y es que cuando uno repasa el juego original y se molesta en fijarse en el momento cultural en que nació y respondiendo a qué tipo de demanda se da cuenta de que mi pregunta escondía el auténtico leitmotiv de la saga, que aquí lo único que de verdad importa es, efectivamente, la sangre.