Análisis de Quantum of Solace

Lo primero que piensas tras jugar un buen rato a Quantum of Solace es que es muy Bondiano. No en la ambientación, el argumento o la música, lo cual se da por supuesto, sino por su particular filosofía. Y no es nada fácil, porque los juegos de 007 han sido todos infumables con una obvia y solitaria excepción para Nintendo 64. Este último es next-gen, HD y mucho más caro, pero poco tiene de la reinventada y menos inocente ((¿Menos inocente? Yo no lo diría tan alto. Quizá el nuevo sea más calladito, pero el clásico podía abofetear a una mujer, seducirla, acostarse y enamorarse de ella sólo para matarla al día siguiente, cuando se enteraba de que era una espía. El hecho de que hiciera todo esto con una admirable elegancia sólo lo hacía aún más terrorífico.)) esencia del Bond de Daniel Craig. Y si hay alguno que represente el esplendor de Connery contra el Dr. No ése es Goldeneye. No, si es el espíritu lo que comparamos, y no los escenarios y el modelado del prota, este Quantum of Solace es, a todas luces, el legítimo heredero del pasotismo de la era Dalton. Lo que quiero decir es que la saga tenía por aquel entonces serias posibilidades de ser algo bueno, con un actor solvente en una época propicia para el cambio, pero nadie se molestó lo suficiente como para intentarlo. ¿Sabías que 007: Alta Tensión salió en 1987? Por aquel entonces un Bruce Willis con pelo estaba pasando una mala noche en el Nakatomi Plaza. El cine de acción vivía su década prodigiosa mientras se reinventaba y Bond, James Bond seguía en los maravillosos 70s, atizando con un zapatófono a su adversario mientras rodaban al borde de un abismo en el corazón de un volcán. Es posible que no fuera exactamente así pero poco importa porque NADIE en el mundo, y esto es un hecho poco conocido pero absolutamente contrastado, recuerda exactamente de qué iba Alta Tensión. Por algo será, a pesar del dineral que recaudó. Quantum of Solace: El Juego (a partir de ahora QoS) arrastra a su manera esa misma falta de ambición, ganas y/o medios. Porque la base no está nada mal. Treyarch, que combate la recesión a base de desarrollar 15.000 títulos a un tiempo ((Ninguno excesivamente bueno desde que dejaron de llamarse Gray Matter.)), aprovechó su experiencia con el motor de COD4 y decidió poner a tres de sus empleados a programar algo en la hora del bocata. Unos buenos empleados, porque aunque técnicamente no pase del aprobado es realmente bello y variado (sólo visualmente) por momentos. Las lectoras ((¿LA lectora?)) y el numeroso colectivo gay que nos consta visita Anait se alegrarán al saber que el modelado de Daniel Craig es simplemente perfecto, como podéis comprobar en estas preciosas capturas que colgará Mr Heston cuando esto vaya a ser publicado. Desgraciadamente el alter ego virtual de Olga Kurylenko padece de un caso grave de escasez de presencia en pantalla. Imperdonable, pero como veréis más adelante no es la única traición al espíritu de Bond. Pero sigamos con sus virtudes, que ya habrá tiempo para las críticas. El control es fabuloso. Y sí, alguien dirá que es un flagrante plagio del de Gears of War, y tendrá mucha razón. Pero en estos días ¿qué juego no lo es? Si algo han hecho bien es, desde luego, atreverse a copiarlo de forma completa. Casi completa en realidad, porque la vista por defecto es en primera persona y solamente cambia a tercera (de manera instantánea) cuando te parapetas. No pierdes nunca el control absoluto del escenario (ahora mismo viene a mi cabeza Army of Two) y se alía con el sistema de combate cuerpo a cuerpo para dar lugar a alguna escaramuza muy vistosa. Muy Bond, vaya. El sistema de tortazos funciona mediante una pulsación del stick izquierdo, igual que el sprint, y un QTE de un solo botón. No es lo más cómodo en plena balasera, pero tampoco motivo de queja. Para no resultar cansino, en momentos escogidos el juego te pide avanzar de forma sigilosa para evitar llamar la atención de equipos especiales armados hasta las cejas. No acaba de funcionar del todo bien porque a) los tiroteos son demasiado divertidos y b) terriblemente sencillos. Verán, señores de Treyarch. El ya omnipresente sistema de curación automático (ya sabéis, esperas un poquito y se rellena tu barra de salud) es satisfactorio solamente bajo ciertas condiciones bastante específicas. Halo fue genial por eso mismo. Incluso la saga Call of Duty lo adaptó más o menos bien. Pero cuando mezclas ese sistema con un diseño que te obliga a cubrirte constantemente lo que haces es dar al jugador la llave de la invencibilidad. Casi todos los parapetos son indestructibles, así que incluso en el mayor nivel de dificultad, con unos enemigos de puntería perfecta, todo se reduce a asomar la cabeza – disparar una ráfaga – volver a cubierto. Y si has recibido algún daño (probablemente sí) lo curarás en apenas un segundo porque NADIE puede tocarte tras esa invulnerable lámina de contrachapado. Tus adversarios no son completamente estúpidos, y algunos de ellos intentarán rodearte. Pero como lo hacen de una manera scriptada y por un mapa excesivamente restringido los neutralizarás antes de que representen una amenaza, como un grupo de ancianos intentando llevarse tu Wii Fit. GTA IV, por ejemplo, padecía de los mismos males, pero entonces resultaba menos molesto ya que no toda la estructura del juego dependía de ello. En QoS, dada su escasa variedad jugable, es un error demasiado grave. De cualquier manera el gran delito de QoS, como ya he dicho antes, es su total y absoluta falta de ganas. Podría decir que es el Juan Román Riquelme o el Haru de los juegos de acción, pero tampoco quiero resultar cruel. No acabas de acostumbrarte a esa sensación de que el juego está hecho con cuatro duros, cuatro trabajadores o, más posiblemente, cuatro semanas de plazo. Y es más triste porque es ágil y adictivo, y la desoladora revelación viene siempre tras el clímax que te hace pensar que, ahora sí, el juego merece la pena. La primera fase es el mejor ejemplo: tras un final espídico el héroe huye en su estilizado Aston Martin DBS perseguido por los mercenarios de turno. Unas secuencias de vídeo cortitas y un tanto cutres van mostrando la huida, mientras inconscientemente te preparas para manejar el coche (¡Es un juego de Bond! ¡TIENE que haber una persecución, sobre todo si es cutre!). Las escenas se acaban y… se acaban. Una serie de sosísimas conversaciones en off sobre una pantalla con datos (el juego no gasta ni escenas de vídeo) y ¡voilá!, estás en otra parte del mundo, bastante lejos de cualquier coche. La cosa llega al ridículo con tu traslado a Sudamérica, que no puedo describir en detalle para no estropear la película a nadie. Basta decir que un momento de enorme tensión se nos muestra en forma de voces, flechas y medidas en la primera escena de acción vectorial de la historia de los videojuegos. Escalofriante. Lo mismo sucede con todos y cada uno de los apartados. El multijugador es ramplón, el contenido es escasísismo, la presentación es un tanto seca y, repito, la aparición de la Kurylenko es desoladoramente breve. No hay nada sobresaliente, seguramente porque ya desde el principio supo que le llegaba con ser mediocre, que no malo. El sonido es quizá uno de los mejores aspectos gracias al estupendo doblaje y lo contundente de algunos de los efectos. El problema es que alabar el aspecto sonoro es el equivalente electrónico de aquel embarazoso momento en que tus amigos dijeron, mirando al suelo, que tu nueva novia era ‘maja’ ((Si no lo has entendido te mereces esa novia horrenda que tienes.)). Quizá este texto es un poco más duro de lo que el juego se merece bajo un criterio estricto (posiblemente sea una buena opción a precio reducido), pero ésa es la sensación que deja si eres un jugador mínimamente exigente. A cambio de una dosis respetable de componente cabra y unos estupendos dos minutos en Uganda tienes que tragar innumerables ‘bajones’ (disculpen la chabacanería) que dejan un regusto agrio en tu boca. En Anait podemos comprender e incluso perdonar la falta de talento, pero castigamos con puño de hierro la falta de interés y mimo. E igual que Alta Tensión, QoS sale a la venta en una época (en este caso Navidades) en que destacar es complicado si no rozas la excelencia. Porque independientemente de sus ventas (que, como producto licenciado, serán notables) dentro de un año nadie recordará el ultimo juego de Bond, pero todos nos acordaremos de La Jungla de Cristal. Si eres una persona horrible y sin criterio: 6 Si crees que Olga Kurylenko se merecía más tiempo en pantalla: 5 y un amigo. 🙂